Capítulo 4.

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Era una casa preciosa. Resaltaba como una estrella en medio de la noche. Lo de "un lugar mediano" había sido modestia de parte de Sonia. 

La casa rodeada de bosque era un espectáculo único, pero no podía quedarme eternamente afuera observándola, para eso tendría tiempo. Me acerqué a la puerta, y justo cuando iba a tocar el timbre, una chica alta y rubia abrió la puerta.

-¡Hola! Tú debes ser Rosa.- dijo Sonia, mostrando una gran sonrisa. Sus rizos dorados colgaban graciosamente sobre su cara en forma de corazón. La reconocí por su voz melodiosa y algo grave.

-Si, mucho gusto.- dije, estrechando su mano.- Tú debes ser Sonia-

-No, no soy Sonia.- dijo la mujer.

-¿No? Lo siento, ¿está Sonia?.- dije, algo confundida.

-Si, la estás viendo.- dijo ella, riendose.

Sonia era algo extraña, pero había algo en ella que me agradaba.

-Bueno, mucho gusto.- dije, sonriendo.

-Igual, igual.- dijo Sonia- pero antes de que entres, debo hacer algo.-

-¿Qué cos.. ¡AUCH!- grité de dolor.

Sonia había tomado un pequeño mechón de mi cabello y lo había halado, arrancandome algunos.

-¿¡Qué te pasa!? ¿¡Estás loca!?- dije, tocándome el cuero cabelludo adolorido.

-Ay, lo siento. No pensé que te doliera tanto.- dijo Sonia, pero en su voz no había tono de disculpa. Lo había dicho divertida.

-Pues si, me dolió.- dije, algo molesta. Eso no es precisamente lo primero que haces al conocer a alguien.

-Lo que pasa es que en mi familia tenemos una tradición. Cuando alguien se muda a nuestra casa o viceversa, debemos quitarle un cabello y dejarlo afuera.- dijo Sonia, explicando su actitud.

-Que tradición tan extraña.- dije.- ¿Por qué hacen eso?-

-Es que mi familia es de Escocia.- dijo la rubia excéntrica.

-Uhm... ok. Supongo que en Escocia se hace eso.- dije, extrañada. Tomé las maletas con la intención de entrar.

-No, no. No todos en Escocia. Solo las personas que descienden de las antiguas brujas.- dijo, sonriendo.

Ok, ese era el límite de lo que podía escuchar. Sonia estaba loca.

-Brujas, genial.- dije secamente. Era escéptica en todas esas cosas sobrenaturales, por eso no creía en el destino ni en la suerte, aunque lo que me había ocurrido en las dos últimas semanas era muy extraño.

-No me crees.- dijo Sonia. Su cara se había puesto seria.- Lo que te digo es en serio, mi familia es descendiente directa de un clan de brujas en Escocia.-

-Oh, es interesante.- dije, esta vez con un tono agudo, suficiente para que me creyera.

-Si lo es, la verdad.- dijo Sonia, satisfecha. Creía que me había creído su historia- Ahora, déjame ayudarte con esas maletas, se ven pesadas.-

Tomó dos maletas de las cuatro que había llevado, y con sorprendente facilidad, las cargó hasta el piso de arriba. Iba detrás de ella, pero me detuve en seco en la sala.

Muebles de madera fina, lámparas de cristal y puertas de madera. Una casa de duques. Las escaleras eran de mármol blanco, al igual que el piso. las paredes blancas hacían lucir todo más brillante. Era increíble.

-Sonia, tu casa es preciosa.- dije en voz alta.

-Gracias, pero ya no es solo mi casa. Ahora es tuya también.- gritó Sonia- Ven, sube para que veas tu habitación.-

La verdad, me había costado muchísimo llevar mis maletas desde la entrada hasta la sala, y sólo habían sido cuatro pasos. Pero tenía que cargar las maletas, no podía ser débil ahora que estaba sola.

Dios, estaba sola. La nostalgia me atacó de repente. Iba a extrañar el olor a frutas de mi casa, abrazar a mi padre, pelear con Celeste, hasta extrañaría a Ángel. No los vería en un largo tiempo, porque aún faltaban dos meses y medio para navidad.

Tenía que llamar a casa para decir que había llegado a salvo a San Antonio, pero antes, agarré todas las fuerzas que me eran posibles, y logré subir las maletas por la larga escalera. Llegué exhausta al segundo piso, me lancé en el suelo frío y cerré los ojos por un momento. Necesitaba agarrar aire.

Cuando los abrí, vi unos pies frente a mi cara. Alcé la vista y ahí estaba Sonia, sonriente.

-Eres algo debilucha.- dijo

-Por eso me hice periodista, no tienes que hacer ejercicios.- dije, sonriendo a pesar del cansancio.

-Yo soy decoradora, y mírame. Soy más fuerte que tú. Así que mañana comienzas a trotar.- Sonia me ayudó a levantarme, y luego tomó una maleta- No te voy a dejar el paso totalmente libre, carga una maleta y llévala a tu habitación.-

La cargué, pero extrañamente la maleta no estaba pesada. Era como si llevara un muñeco de peluche.

-Tal vez la magia escocesa.- pensé, y una sonrisa se dibujó en mis labios. Cuando llegué a mi habitación, la sonrisa se transformó en una boca abierta por la sorpresa. 

Una cama en la que podŕian dormir tres personas cómodamente, una peinadora, de esas antiguas en las que las mujeres se acicalaban. El mismo blanco que las paredes y el piso de abajo le dana un toque principesco a la habitación, y lo mejor de todo: tenía su propio baño. Un panel de vidrio corredizo era lo que separaba la habitación del balcón, un pequeño espacio suficiente para colocar una silla y leer.

-Vaya, esto es increible.- dije, no salía de mi asombro.- ¿Cómo es que tu vives sola? ¿Y tus padres, o tus hermanos?-

-Oh bueno, es una historia larga. O no tanto. Mi madre murió hace cuatro años, y mi padre está con su familia, en Escocia. Y la verdad no tengo idea de donde está mi hermano, la última vez que supe de él estaba en Maracaibo, haciendo no se que cosa. Él ya es grande, así que no me preocupo mucho.- dijo, seria.

- Y por eso vives sola. Vaya, es curioso.- dije

-¿Qué es curioso?- preguntó Sonia.

-Mi madre también murió, hace cinco años. Solo estamos mi padre, mi hermana y yo.- dije, usando el tono serio de Sonia.- ¿Por qué tu hermano y tu papá no viven contigo?-

-Mi padres estaban divorciados, por eso el se fue. Viene cada tres años, y es cuando mi familia se reúne. No somos muy cálidos que digamos ¿verdad?.- dijo Sonia mientras sonreia.

-Bueno, no precisamente.- dije, sonriendo también.

-Pero ya me acostumbré, es normal tener una vida aburrida y solitaria en mi familia.-

-Pero tú no eres para nada aburrida, sino recuerda lo que acabas de hacerme en la entrada.- dije, tocandome de nuevo el mechón de cabello.

-Oh cierto.- dijo Sonia, riendose estrepitosamente.- Bueno, te dejo sola un momento. A lo mejor quieras darte un baño o dormir un poco después de semejante viaje.- dijo Sonia, mientras cerraba la puerta de la habitación. La escuché mientras se alejaba y tarareaba una canción que no conocía.

- Cierto, necesito un baño urgente. Estoy agotada.- pensé- Pero antes, voy a ver el balcón.-

Abrí la puerta corrediza, y el aire frío de la montaña llenó mis pulmones. A lo lejos pude ver el camino que se bifurcaba hasta la casa, el camino rodeado de árboles, la neblina que no tenía intenciones de desaparecer, y las nubes grises cubriendo el sol casi totalmente. 

Pero luego, vi algo en la distancia. Alguien estaba de pie, en medio del camino, mirando hacia la casa. No se veía claramente, pero era indudablemente humano. Me quedé congelada, viendo a la persona, que no parecía moverse de ahí, estaba como una estatua. Alcé mi brazo para hacerle una señal, pero ya no estaba. Se había ido.

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora