La culpa y la tristeza se adueñaban de mi con cada minuto que pasaba a partir de que tuviera que expulsar yo misma a Cristóbal de la casa, revocando su invitación. No tenía idea de que eso se pudiera hacer, hasta que aquella noche Alaysa me lo explicó de manera rápida, tal vez demasiado. No me dio tiempo a pensar si lo que había hecho estaba bien, pues apenas Cristóbal fue arrojado violentamente hacia afuera por la energía mágica que cubre las casas humanas, la enorme mujer pronunció unas palabras en un idioma extraño, apagando todas las luces.
-¿Por qué todo debe estar a oscuras?- pregunté, pero nadie respondió. No podía ver nada , pero posiblemente me hallaba sola, pues no había ni un solo ruido. Caminé hasta una ventana que estaba junto a la puerta, y pude ver que Cristóbal aún permanecía afuera, en la fría calle. Esperaba que el ritual -fuera el que fuera- terminara rápido para luego salir corriendo junto a él.
Entonces escuché un ruido proveniente del patio, donde la luz nocturna daba una pobre vista de lo que había allá afuera. Seguramente se trataba de Alaysa y Sonia, recogiendo quién sabe qué ramas y hojas con propiedades mágicas para el ritual. Pronto la puerta corrediza se abrió, dejando entrever dos sombras que se escurrían entre la oscuridad de la sala. La primera era de estatura normal, de unos 1.70, mientras que la otra era enorme, posiblemente de unos dos metros. Sonia y Alaysa caminaron hasta donde estaba yo, aún junto a la ventana, deseando no haber vivido las últimas dos horas de mi vida con todas mis fuerzas.
¿Por qué el maldito nigromante se atrevió a meterse con ese vampiro desquiciado? ¿Por qué osó usar los recuerdos de las personas a las que más quiero en mi contra? El pensar en todas esas cosas me produjo un enojo tremendo contra el brujo de mierda ese. Deseaba que me dejara en paz. Me resultaba suficiente tener que lidiar con un psicópata chupasangre para que ahora fueran dos seres los que quisieran matarme. Pero el problema era ¿Por qué el brujo quería hacerlo? ¿Por qué trabajaría con el vampiro para matarme? Tendría que ser alguien cercano, alguien relacionado conmigo y que me odiara a muerte, alguien que no quisiera verme con vida por alguna razón.
-¿Estás lista?- preguntó una sombra, la que parecía ser Sonia. Asentí, pero luego de darme cuenta que estábamos a oscuras tuve que afirmar verbalmente, aunque la verdad no tenía idea a lo que iba a enfrentarme.
Una voz fuerte llenó el silencio, pronunciando palabras extrañas. Parecía ser un idioma bastante antiguo el que usaba la mujer enorme, y ese lenguaje ocultaba magia verdadera en su significado, pues al pronunciar la última letra, unas llamas fluyeron de la nada, encendiendo unas velas que no tenía idea de dónde aparecieron. La magia era algo tan extraño que nunca me acostumbré realmente a lo referente a ella. Las brujas eran capaces de desaparecer y aparecer objetos de la nada, invocar llamas, volver locas a las personas ¿Qué más podrían hacer? Sonia aún era muy nueva para aprender semejantes poderes, pero si seguía reuniendose con aquellas personas llenas de magia, quizás llegaría a volar, al igual como acababa de ver hacer a Alaysa cuando llegó a la casa.
Entonces me percaté en la mesa de té que se hallaba en el centro de la sala. Por lo general, en ella siempre habían varias fotos de la familia de Sonia en sus años felices, cuando ella y su hermano eran jóvenes y vivían en esa misma casa. Pero ahora estaba vacía. No había ni un solo retrato. En su lugar, habían varios tipos de hojas y raíces , junto con tres frascos pequeños transparentes repletos de unos líquidos de tonalidades ocres y marrones, aunque uno era tan amarillo como el ondulado cabello de mi amiga. Sonia y Alaysa se arrodillaron junto a la mesa, y pude escuchar a Alaysa darle indicaciones a Sonia sobre lo que debía hacer. La estaba enseñando a crear protecciones contra nigromantes.
-Ata las raíces de verbena con la menta y luego de hacerlo lo salpicas en la Okoto na Avrora.- indicó Alaysa, y luego observé como Sonia remojaba dos dedos en la sustancia muy amarilla y luego salpicaba la atadura de las raíces. No se si eran cosas mías o en realidad sucedía, pero cada vez que las gotas de la sustancia amarillenta caían en el lazo, sonaba como cuando una cosa hirviendo toca algo helado, como si ardiera.
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Sol Durmiente.
VampirePRIMERA PARTE DE LA TRILOGÍA 'ROSA INMORTAL' Rosa Arismendi, una chica recién graduada de periodista consigue el trabajo de sus sueños: Gerente de una editorial. Su vida cambia totalmente cuando conoce a los Bolívar, una familia enigmática y con un...