Capítulo 33.

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Laura había desaparecido. Esto sí que era una novedad. Ahora estaba más que segura que era ella la bruja oscura, la nigromante que había asesinado al chico aquel día y usado su sangre con propósitos malignos... Conmigo.

Me quedé desconcertada esperando que alguien ratificara lo que el joven asistente de aquella mujer había dicho, pero todos estaban allí, inmóviles, tal vez esperando alguna reacción de mi parte. Algo que no iba a suceder.

Entonces, probablemente además de los Bolívar, era la última en saber que Laura no había asistido a la editorial en todo un mes. Algo muy dentro de mi me aseguraba que, de alguna forma, ella se había enterado que ya yo sabía su siniestra identidad oculta, y al evitar enfrentarse con alguien que se la pasaba con tres peligrosos vampiros, prefirió escapar. En cierto sentido, esa idea me dio un aire de superioridad sobre todo lo que sucedía.

Parpadeé varias veces, asimilando la noticia, hasta que caminé hasta el joven asistente y lo tomé del brazo, arrastrándolo conmigo hasta mi oficina, donde una extrañada familia Bolívar aún permanecía allí. Lucía y Cristóbal estaban sentados en los asientos color piel frente a mi escritorio, mientras que Héctor yacía de pie, recostado sobre la pared.

-¡Rosa! Nos habías preocupado, cariño.- dijo Lucía, inmediatamente volteando su cara en mi dirección, y al ver a mi acompañante, frunció levemente las cejas- Ehmm... ¿Quién es él?-

La verdad no sabía el nombre del chico, pero francamente no me interesaba mucho en averiguarlo, así que solo lo presenté como el asistente de la desaparecida. Prácticamente obligué al chico que dijera exactamente las mismas palabras que había dicho hacía un rato, y al terminar la breve y nula razón del por qué Laura no había ido a trabajar, le exigí que se fuera a su lugar de trabajo, a donde pertenecía. Aquel día no me encontraba muy en mis cabales, menos después de haber leído la horrible noticia que me había puesto en una posición socialmente incómoda. Una noticia que sólo pudo haber sido regada por todas partes gracias a la enorme bocota de Laura.

Una vez el chico se fue, cerré la puerta y le pasé seguro, asegurandome que nadie estuviera cerca de mi oficina, espiando una conversación que ningún oído humano debería escuchar. Mi mirada pasaba desde la confundida Lucía, pasando por un intransigente Cristóbal, a un impasible Héctor. Faltaba Sonia en aquella reunión, pero era su día libre, así que ella seguramente estaba en casa.

-Es ella. Estoy completamente segura.- dije, caminando de un lado a otro de manera muy rápida y descontrolada. Si me miraba desde otro ángulo, parecía igual a una mujer loca.

-¿Laura una bruja? Imposible. El olor...- dijo Héctor, pero yo lo interrumpí.

-¡Ya se! ¿Acaso ustedes no saben que con la sangre se pueden hacer cosas grandes? Los brujos oscuros pueden hacerse indetectables, para que nadie los pueda encontrar.- En serio, me estaba volviendo loca.

Héctor se sorprendió por mi respuesta tan dura, pero se limitó a sonreír. Yo por mi parte, me sentí terriblemente mal por eso, y me disculpé con Héctor, con todos, en realidad, por mi actitud. Pero no podía reprimir la ira que sentía.

-Rosa, sabemos que los brujos pueden hacer ese tipo de cosas. Pero es que... es tan difícil creer que una de nuestras empleadas sea capaz de hacernos esto, de matar.- explicó Lucía, poniéndose de pie y acercándose a mi.

-Entiendo que es difícil. Incluso hasta a mí me resulta loco este asunto, pero es que las pistas indican que fue alguien muy cercano a nosotros el asesino de Gabriel, y el que ha estado implicado en...-Tuve que detenerme. El recordar la escena en la que desperté colgando del balcón de mi habitación aún me asustaba a sobremanera.

Lucía suspiró y caminó hacia su esposo, quién le rodeó sus delicados hombros con un brazo.

-Bien.- añadió Cristóbal, por fin expresándose después de un buen rato de inmovilidad- Supongamos que es cierto, que Laura es la bruja que ha hecho todo este alboroto en la editorial y en la vida de Rosa. ¿Qué podemos hacer? Está desaparecida desde hace un mes. Eso explica el por qué no hemos podido espiarla en su casa ni en ningún lado.-

Sol Durmiente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora