La primera prueba

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No me animo a investigar el lugar, siento que si me quedo acá acurrucada estoy más segura. Tampoco sé si realmente quiero saber que hay afuera, solo me importa saber si Julián está vivo y está bien, solo eso. ¿Por qué tengo que pasar por esto? ¿Quién está haciéndome esto? ¿Es a mí sola o a todos? ¿Por qué a nosotros? ¿Por qué a mí?

De repente, las luces se encienden. Tanto tiempo a oscuras y con los ojos cerrados hacen que poder ver sea una tortura más que un alivio. Con la vista nublada, empecé a investigar desde mi lugar el cuarto. Es un salón de solo un par de metros, no creo que sean más de 5, con las paredes grises. Nada más.

Empiezo a sentir como si la pared frente a mí comenzara a acercarse. Debo estar mareada y ver todavía nublado puede estarme confundiendo. Es imposible. Estoy cansada y el encierro puede estarme provocando esto. Pero siento que sigue avanzando y empiezo a creer que realmente no es solo una ilusión óptica. A la distancia escucho gritos y empiezo a entender que es real y que si no quiero terminar aplastada como una cucaracha más vale que me levante e intente hacer algo. Pero, ¿Qué? Miro a mi alrededor y no veo posibilidad de escape. La pared se acerca más y más. Si me hubieran dado a elegir jamás hubiera optado por morir así.

Me empiezo a incorporar lo más rápido que puedo con las pocas fuerzas que me quedan. Siento que no hay escapatoria y la pared no para de acercarse a mí. Miro a mis costados y me doy cuenta que no existe posibilidad alguna de salir de esta habitación con vida. 

Con la espalda pegada a la pared y bien derecha me dispongo a esperar a que avance y pueda terminar de una vez por todas con este sufrimiento. Los segundos no pasan más. Se acerca la pared y cuando creo que todo está por llegar a su fin intento como un acto reflejo frenarla con mi mano. Accidentalmente, descubro que si la empujo me permite pasar sin tocarme un pelo. 

Ya del otro lado, miro lo que deja atrás la pared y es la misma sala en la que estaba recién, pero creo que por mi bien ahora me conviene sabérmela como la palma de mi mano. La pared llega a encontrarse con la otra y ahí observo donde mi vida podría haberse terminado. Sigo escuchando gritos y confirmo que no soy la única que está pasando por esto. Sigo sin entender por qué pero en este momento solo importa que sobreviví, de casualidad y habiéndome ya rendido, pero sobreviví.

Sin lugar a dudas, esto demuestra que no puedo quedarme sentada a esperar que mágicamente las cosas sucedan. Si no hubiera intentado como un impulso detener la puerta ahora estaría aplastada por completo. ¿Cuánto hace que estoy encerrada? ¿Minutos, horas, días? No sé, pero no puedo ya haberme dado por vencida. 

Miro la pared y observando en detalle podía notarse una diferencia en el color que de casualidad resultó ser dónde apoyé la mano y empujé sin darme cuenta. Ni siquiera me esforcé lo suficiente como para intentar salvarme. ¿Voy ya a bajar los brazos? Pienso en todo lo que tengo: mis amigos, mi perro, mi profesión, Julián. Decido, entonces, que si quiero salir de este lugar y recuperar mi vida  tengo que dar todo de mí para lograrlo y no quedarme cruzada de brazos esperando.

Empiezo a mirar todo a mi alrededor. Paredes que parecen no tener una gran consistencia. Las golpeo suavemente con mi puño y espero, tal vez, una respuesta para no sentirme tan sola. Silencio, solo silencio. Levanto mi cabeza y observo en el techo lo que pareciera ser un ducto de ventilación. Si tan solo tuviera la posibilidad de acercarme más.

Nuevamente se apaga la luz. Escucho un ruido similar a un zumbido y la puerta se abre. No sé si acercarme o quedarme donde estoy. Pero me animo y decido ir a descubrir que hay más allá de mi habitación. ¿Qué más puedo perder que mi libertad que ya no la tengo? 

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