De vuelta en mi cuarto empiezo a pensar. Sin dudas, la escapatoria tiene que contener el ducto de ventilación como parte fundamental, alguna distracción tal vez en el baño o en el salón principal y hacerse muy silenciosamente. Ahora bien, elijo el ducto porque es lo único que tengo en mente, ni siquiera sé a dónde conducen esos largos túneles o si un ser humano es capaz de pasar por ellos. Voy a dedicar cada minuto de mi existencia en este lugar a idear el camino de vuelta a casa. No me voy a quedar de brazos cruzados, ya no.
Los días pasan y el estar más atenta me permite descubrir, por ejemplo, dónde están y cómo funcionan las cámaras que nos vigilan. Por alguna extraña razón, en los cuartos no hay cámaras, simplemente saben si sobrevivimos o no a las pruebas cada vez que abren la puerta y entran. En el pasillo hay algunas cámaras – cómo la que me hizo notar mi encapuchado – e imagino deben ver infrarrojo porque esa área está por completo a oscuras siempre. En el comedor no hay porque estamos constantemente vigilados por los encapuchados. Detalle no menor es que estos no siempre están cien por ciento atentos a nuestra existencia. Finalmente, el baño está repleto de cámaras salvo en los compartimientos individuales como en el que Valentín me dejó su mensaje.
En la mesa del comedor, la que se convirtió ya en nuestra sala de reuniones improvisada, Valentín decide presentarme a quienes serían los elegidos para acompañarnos en este escape. Todavía siento que no son totalmente de confiar pero pasaron por su filtro por lo que intento mi mejor cara y decido ir adelante con el plan cualquiera sea. Adam, Bautista, Benjamín, Ema, Agnes, Julieta y Martina son nuestros aliados en esta guerra. Por algún motivo que desconozco no termino de confiar del todo en las mujeres, igualmente, decido hacer caso omiso a mi pensamiento porque suelo ser en mi vida cotidiana bastante desconfiada con ellas. Tal vez simplemente por ser mujer y saber lo que pueden pensar, y seamos sinceras, muchas veces nuestras mentes son bastante retorcidas, sobretodo, si hay un hombre en juego que no es este caso, pero en fin, somos peligrosas y punto.
Le doy lugar a Valentín para que explique los primeros pasos del plan que según me asegura estuvo durante días ideando y yo comento los detalles de lo que pude descubrir. Nos comenta que decidió que para evitar riesgos innecesarios nos contaría a cada uno la parte que nos involucrara. De este modo, si llegaran a atraparnos no podrían obligarnos a decir nada sobre los demás y así el plan estaría a salvo. Me parece una jugada interesante. Mi objetivo es claro: debo esperar a pasar la próxima prueba y que se abra mi puerta una vez más. Antes de que mi encapuchado llegue tengo que salir y descubrir que hay más allá de nuestros cuartos, ver que hay en ese misterioso pasillo y hacia dónde nos lleva además de al cuarto de baño y al salón comedor. Tengo que usar esa ventaja ya que me di cuenta que durante esos minutos las cámaras del pasillo están apagadas.
El rol de líder le sienta tan bien a Valentín. Es como si hubiera nacido para esto. Se lo ve tan cómodo en ese papel repasando los puntos principales y generales con cada uno de nosotros individualmente para que no nos equivoquemos. Se lo ve tan seguro, tan confiado. No quiero fallarme, no quiero fallarle, no quiero fallarnos.
Hace días que no tenemos pruebas. Creo que no pensaron que íbamos a quedar tan pocos en tan poco tiempo. La última vez que nos conté, ayer en la cena, éramos alrededor de cincuenta. Cuando llegué recuerdo que en la sala no podía distinguirse un lugar libre, no sé cuántos éramos, pero sin dudas, nos redujimos notablemente.
A veces, cuando estoy encerrada pienso y pienso y pienso. Creo que eso también es una prueba, el seguir queriendo sobrevivir a pesar de estar solos con nuestras consciencias por un largo rato. Ahora, por ejemplo no puedo dejar de pensar en Julián. El plan tiene que salir perfecto para estar cada día más cerca de volver a verlo.
Somos mis pensamientos y yo. Imágenes que van y vienen. Mis papás y ese accidente que nos separó para siempre. Desde que estoy acá en este lugar, los recuerdos se vuelven cada vez más claros, o tal vez, viví mi vida evitando pensar en ese momento y lo bloqueé y ahora por algún extraño motivo mi cabeza decidió darle lugar a ese instante trágico que marcó un antes y un después en mi existencia. Hace unos 11 años aproximadamente, cuando empezaba a entrar en mi adolescencia me encapriché y así fue como todo tuvo un final dramático.
Pero no me permito explorar ese recuerdo. Si la luz se enciende y empieza la prueba tengo que tener mi mente en el plan. Si o si todo tiene que salir bien, porque una mínima falla y podemos no salir nunca más de acá o peor aún salir pero sin vida.
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Sobrevivientes
Teen FictionCamila una chica que creía tener su vida resuelta y un futuro perfecto descubre que su vida cambió en un segundo. ¿Imaginás no saber como llegaste a un lugar del que no podés salir? ¿Estar encerrad@ en una habitación sin escapatoria? Únicamente podé...