El ducto

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Cuchillo en mano y a oscuras,obviamente, empiezo a destornillar la reja del ducto. Me resulta un poco difícil pero lo logro, los cuatro tornillos afuera y tengo habilitado mi camino a la libertad. Me arrastro por los ductos pero no veo absolutamente nada. Se divide en tres direcciones diferentes y como no se hacia dónde dirigirme elijo al azar una de ellas. Lo único que tengo en claro es que una debería llevarme a mi anterior cuarto. Otra cosa interesante es como está nivelado el terreno, digo, en mi anterior habitación el ducto estaba en el techo y en esta no, me intriga como deben conectarse pero la verdad es una duda que dejo para pensar en un momento de aburrimiento, ahora no tengo tiempo para perder en detalles insignificantes para mi supervivencia.

Aparezco en otro cuarto justo cuando está encendiéndose la luz. Está vacío. Empujo la reja ya que no está atornillada y me meto. Veo una soga y ato cabos. En esta habitación Martina apagó su vida.

Cada vez que se enciende la luz hay una prueba nueva, por ende, decido tomar la soga y volver a meterme al ducto para poder evitarla. Ya volviendo por el camino por el que vine voy pensando en la crueldad de este lugar. Identifico de donde Martina sacó la soga. En el salón comedor hay unas grandes y largas cortinas que cubren una pared, si, no hay ventanas, pero simulan haberlas, y esa soga cumple la función de atarlas si se las quisiera correr para ver lo que hay detrás. Básicamente, son decoración y no sirven para nada, o sí, para Martina sirvió y cumplió con su objetivo y gracias a esto ahora descubro que "ellos" no fueron tan cuidadosos al diseñar este lugar y es esa nuestra gran ventaja. Hay que aprovechar los puntos sueltos a nuestro favor. Vuelvo a mi sala y espero que se vuelva a apagar la luz. No llego a ver cómo fue la prueba pero no importa porque no tuve que sufrirla esta vez. Ni bien se vuelve oscura mi cuarto, entro rápido y pongo la reja lo más prolijamente posible para que no se note que la saqué cuando venga mi encapuchado.

Termino, me guardo el cuchillo en el pantalón y me dispongo a esperar en la esquina a que venga a buscarme. Se enciende la luz, se escucha el zumbido, se abre y se cierra instantáneamente otra vez la puerta. Se apaga la luz. Por un momento me resulta confuso este comportamiento pero creo que esta vez la prueba es superar un tiempo sin comer, sin ducharnos y principalmente, sin contacto con nadie más que nuestras propias conciencias. Qué lástima que en mí no va a funcionar, ¿no? Al contrario, me están dando más tiempo para descifrar el laberinto de los ductos y poder encontrar a Valentín.

Vuelvo a destornillar la reja, esta vez muchísimo más sencillo porque la verdad la había apoyado y apenas encastrado los tornillos para que el encapuchado no se diera cuenta. Ya sé que yendo hacia adelante llego al cuarto de Martina, ahora decido ir hacia la izquierda, donde probablemente encuentre a Valentín. Y así es. Cuando llego por el ducto lo veo recostado durmiendo. No lo quiero despertar porque es el único momento de tranquilidad que tiene en esta locura. Lo miro en silencio y se me escapa una sonrisa.

Decido darme vuelta y volver más tarde cuando esté despierto. Lo escucho llamarme y vuelvo. Está despierto. Le paso entre las rejas el cuchillo y él desde adentro destornilla su reja. Me da la mano y me ayuda a salir. Una vez los dos en la sala, nos abrazamos con fuerza. Se siente como una batalla ganada. Es un paso más hacia la salida.

Sabemos que tenemos el tiempo que dure esta prueba de aislamiento para nosotros pero somos conscientes también de que nuestro plan tiene que mantenerse en secreto y por eso nos trasladamos a mi sala por el ducto. Decidimos hacer esto porque en caso de que la luz vuelva a encenderse Valentín teniendo a mi ex encapuchado cuenta con unos minutos adicionales para volver y que no lo descubran, no nos descubran.

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