Poder ver

279 31 2
                                    


Repaso mentalmente lo que tengo que hacer y simplemente espero a que llegue el momento justo. Vamos a aprovechar el hecho de que mi encapuchado, por algún motivo, me da una pequeña ventaja de tiempo antes de llegar a mi sala. Mi misión es clara: identificar el pasillo, las puertas, qué hay más allá de lo que ya sabemos que existe para poder armar después un mapa que nos guíe a la salida.

Se enciende la luz y ya sé que la prueba está en marcha. Espero lo peor después de bastante tiempo sin pasar por nada desafiante. De repente, en la pared frente a mi empiezo a ver imágenes proyectadas. Tardo en reconocerlas pero finalmente lo descubro. Somos mis papás y yo en un día de campo cuando tenía 6 años.

Inevitablemente empiezan a caer lágrimas por mis mejillas. Jamás vi este video que están proyectando pero sé que es real porque recuerdo perfectamente ese día. Mis papás me enseñaron a andar en bicicleta sin rueditas y en uno de mis intentos por mostrarles que lo había logrado y que era la mejor ciclista del planeta me caí y me fracturé un brazo. Si bien el día terminó en el hospital lo guardo en mi memoria como uno de los mejores días de mi vida. Era tan feliz y esa felicidad se nota en la cara de esa nena en la que apenas me reconozco. Así que sí, me acuerdo de este día. Es real. Mejor dicho, fue real. 

Pero, ¿Cuál es la idea de mostrarnos esto? ¿Hacernos saber que nos estaban vigilando desde siempre? o, ¿Simplemente la idea es desestabilizarnos mentalmente? Si es esto último no puedo permitírmelo. No hoy, no con el plan a punto de ponerse en marcha. Solamente tengo que ser fuerte un rato más y superar la prueba para cumplir con mi parte del plan.

Me veo a mí corriendo en el pasto y jugando con mi perrito favorito. La veo a mi mamá hamacándome. Nos veo a los tres haciendo un picnic. Me veo reir, me veo feliz. Nos veo finalmente, intentando lo imposible, que yo aprenda a andar en bici sin rueditas. Me saca una sonrisa una imagen mía cayéndome e instantáneamente empiezo a llorar otra vez. 

Me resisto total y completamente a estar así, no entiendo que me pasa. Me río y lloro. No puedo seguir mirando, no no. No hoy, no. Y ahí lo recuerdo. Horas antes cuando todo era silencio, oscuridad y esperar, escuché a Valentín cantar. Su voz viajó por el ducto de ventilación hasta mi sala. Escucharlo me dio tranquilidad. Imagino que la forma que elije para pasar sus horas sin morir en el intento es cantando y que bueno que lo hace porque su voz es increíble.

<< No está mal ser mi dueño otra vez, ni temer que el río sangre y calme al contarle mis plegarias. Tarda en llegar y al final, al final hay recompensa >>  lo escuché cantar. 

Mi mente tiene que estar en el plan y por eso decido levantarme y ponerme de espaldas a las imagenes que siguen reproduciéndose en la pared. Me tapo los oídos y cierro los ojos. Decido tomar un consejo del libro de supervivencia de Valentín y empiezo a cantar el estribillo de mi canción preferida que es lo único que puedo mantener con claridad en mi mente en este momento y es también lo único que se con certeza. Ya no se nada más con tanta seguridad.

<< I don't mind spending everyday out on your corner in the pouring rain. Look for the girl with the broken smile, ask her if she wants to stay a while and she will be loved>> 

La repito una y otra vez como si fuera un antídoto a tanto dolor plasmado en esas imágenes. Repito cada una de esas palabras marcando con sentimiento cada letra. La repito como un mantra, como si cada parte de mi cuerpo y mi mente se unieran para combatir el dolor y me liberaran de esa presión. La repito, como si mi mente por fin, encontrara paz. Y de repente, ya no siento ese dolor. Solamente me escucho cantar mi canción favorita, ya no hay nada en el mundo que me importe más que cantarla y recordar todos los buenos momentos en los que esa canción me acompañó.

Abro mis ojos y la proyección acabó. La luz vuelve a apagarse y sé que ese es mi pie para empezar la función. El plan está a punto de ponerse en marcha. El zumbido y la puerta que se abre. Sé que no tengo mucho tiempo hasta que llegue mi encapuchado y las luces del pasillo vuelvan a encenderse como así también las cámaras. Así que decido levantarme rápidamente y secarme las mejillas. Ahora sí, estoy lista para ver que hay más allá.

SobrevivientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora