Lo que no existe más

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Siento escalofríos recorriéndome el cuerpo entero. Siento ya no sentir más nada. Simplemente me quedo quieta mirando la puerta cerrada donde hace segundos tuve enfrente a quien solía ser el amor de mi vida, el hombre que me hacía feliz y que por circunstancias de la vida que no logro comprender, ahora somos dos extraños que se encuentran envueltos en lados opuestos de esta guerra.

Estoy completamente confundida. Quiero creer que me equivoqué, que no era su tatuaje y que no era su voz, pero más lo pienso más seguridad tengo de que no estoy errada y que mi encapuchado fue siempre Julián. Las ventajas de tiempo, los buenos tratos, la pista sobre el ducto. ¿Cómo no me di cuenta antes? No puedo creer que me haya traicionado de esta manera. No él, no Julián.

Me acuerdo el día que nos conocimos. Después del accidente de mis papás y al irme a vivir con mi tía, tuve que empezar el colegio en otra ciudad y no en cualquiera, en la Ciudad de Buenos Aires. Para mí que vivía en un pueblito donde nos conocíamos todos y era común hablar con los vecinos en la calle, venir a esta gran ciudad fue un cambio importante. Me sentía abrumada y como si esto fuera poco tenía que empezar un colegio nuevo en el que no conocía a nadie y, para ser sincera, tampoco tenía demasiadas ganas de hacerme nuevos amigos. En mi primer día de clases durante el recreo me fui a sentar sola en las escaleras. Y ahí estaba.Era el chico más lindo que había visto en mi vida. Se acercó y se presentó y como si nada empezamos a hablar. Como si nos conociéramos de toda la vida. Durante los siguientes años no nos separamos jamás. Fuimos los mejores amigos que podían existir en la tierra estando siempre uno para el otro. Crecimos juntos.

Hace unos meses decidí decirle lo que sentía. Para mí era más que solo mi amigo. Siempre creí que el amor es como un juego en el que los participantes piensan estratégicamente que pieza mover para ganar. Pero como en todo juego, para que haya un ganador debe existir un perdedor y yo sentía que tenía todas las de perder aunque dicen que el que no apuesta no gana. Siempre fui de las que se animan a jugarse a pleno aunque el costo de perderlo a Julián era demasiado alto para tomarme la situación tan livianamente. No podía seguirle mintiendo así que decidí que lo que más sentido tenía era decirselo, así que le dije la verdad. Me acuerdo que habíamos ido a pasear cerca del río y saqué el tema de la nada porque sentía que si no se lo decía en ese momento me iba a arrepentir. Y así fue como empezamos a pasar más tiempo juntos. Queríamos ir despacio y cuidar todo lo que habíamos construido en esos años. Días antes de que me atraparan y me trajeran acá, nos besamos por primera vez. Fue distinto a otros besos. Realmente me gustaba Julián. Si tengo que ser técnicamente correcta no somos, digo, éramos novios. Ninguno se animaba a usar esa palabra, creo que teníamos miedo de dar ese paso y no poder volver atrás si nos arrepentíamos.

No puedo parar de pensar en cómo creí conocer tanto a quien terminó siendo la razón de que yo esté acá, porque no me cabe ninguna duda de que si Julián está con ellos, no fue casual que me atrapen yendo a verme con él.

Siempre creí que amar tenía algo de egoísmo, que amar era buscar en el otro lo que necesitamos, lo que nos haga felices. Pensaba que incluso a veces, lo que nos gusta del otro es como somos cuando estamos con esa persona y yo sentía eso con Julián. Me sentía especial estando con él. Siempre pensé que el amor tiene eso de ser dos y buscar ser uno, que es encontrar en el otro eso que nos falta. Llenar nuestros vacíos con vacíos ajenos. Sentí necesitar ese alguien que llegara a darme lo que buscaba y creía que Julián cumplía con todos esos requisitos ampliamente y sin dudarlo. Para mí, amor era dejar y dar todo por el otro.  Era darle al otro eso que necesitaba para ser feliz. Evidentemente creo que fui la única que amó de los dos. Me duele darme cuenta que todo esto fue una gran mentira y lo peor de todo es que me lo creí de verdad.

No me importan los motivos, no me interesan los porqué. Julián me traicionó y de eso no hay vuelta atrás. Los primeros días no hacía más que pensar en él y querer salir corriendo de este lugar para ir a buscarlo. Lo único que puedo agradecerle, si de algún modo merece la pena hacerlo, es haber sido mi motor de arranque en ese momento. Por todo lo demás, solo puedo dejarlo caer al vacío del olvido. Julián no existe más para mí.


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