Laissez faire et laissez passer

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No tengo un recuerdo claro de los siguientes días. Cada vez que hubo una prueba entré al ducto y me escondí en nuestro refugio pensando que eso es lo que Valentín hubiera querido y es lo que intentaba decirme con la frase en la pared, que me mantuviera con vida. Silencio y oscuridad. Pruebas de nuevo. Completa y totalmente rutinario. Ayer mientras me duchaba me vi en el reflejo del vidrio de la ducha y no soy la que era. En las comidas solo ingiero lo necesario para mantenerme y sigo al margen de toda conversación, plan o idea de escape. Simplemente, decidí dejarme estar, esperar a que esto termine. Me gustaría que fuera un sueño, despertarme y darme cuenta que fue una pesadilla y que todo esto no existió, que no estuve en este lugar, que no conocí a Valentín, que no tuve que pasar por todo esto.

En estos días que pasaron donde nada me importaba más que volver a mi habitación a dormir o a seguir haciendo marcas en la pared o a leer la última frase de Valen una y otra vez, lo único que pude notar es que ahora que él no está, volví a tener a mi encapuchado. No es que esto tampoco me importe demasiado porque el tiempo adicional y los buenos tratos sinceramente no me interesan a esta altura. Ya no me freno a plantearme nada demasiado ni a pensar en porqués ni para qués. Solamente estoy y espero que esto llegue a su fin lo antes posible.

El resto de nuestros aliados siguen planeando una vía de escape. Agnes y Ema cada vez que pueden intentan hacerme entrar en razón para que participe en las charlas y aporte ideas para el plan pero la verdad me resisto a intentarlo. Si quieren arriesgarse que lo hagan ellos. Ahora que Valentín no está, Adam tomó el lugar de liderazgo. Por lo que me comentan las chicas es bueno en el puesto pero no creo que lo supere a él. De cualquier modo, no tengo interés en lo que están ideando.

Desde ese día no puedo dejar de pensar en Valentín, en el beso que me dio, en el sabor amargo de la falta de despedida. Cada tanto me despierto después de soñar con que lo encuentro y de repente algo pasa y lo vuelvo a perder. Repito en mi mente la secuencia y creo que tal vez si me hubiera arriesgado a entrar a su cuarto sin importar que me descubrieran podría haberlo salvado o quizás no. Nunca voy a poder saberlo.

Hoy es mi cumpleaños. Marco el día en la pared como si fuera un día cualquiera. Sinceramente no veo nada que lo vuelva especial. Si pudiera pedir un deseo sería volver el tiempo atrás para no estar en el momento equivocado en el lugar erróneo.

En el salón comedor cada vez quedamos menos, muchos pero muchos menos. Agnes y Ema intentan como todos los días hacerme participe de sus charlas. La verdad que tengo que reconocer que ellas dos son lo único bueno que me queda acá adentro. Por lo poco que escucho del plan de escape creo que estamos en grandes problemas si pensamos confiar en esas ideas para salir de acá efectivamente, pero bueno, asiento con la cabeza, finjo una sonrisa, las dejo contentas y me gano un rato de paz en el que no me insisten que sea parte de algo que realmente no me interesa. Hoy, tengo mi propio plan. Decidí que como regalo de cumpleaños voy a intentar escapar una última vez y para eso, tengo que atacar a mi encapuchado. Si esto no funciona ahora sí, abandono todo intento.

Me viene a buscar a la mesa y me lleva hacia mi cuarto. Me suelta en la habitación y emprende el camino hacia la puerta. Es ahora el momento, es sencillo tengo que agarrar el cuchillo y lastimarlo, después solo correr buscando una salida. A todo o nada. Entonces, lo tomo de la mano y lo giro hacia mí. Al agarrarlo de la muñeca veo que la manga del buzo negro que tiene puesto se corre. Mi idea del plan se detiene instantáneamente. No puedo sacarle la vista al tatuaje que acabo de descubrirle. No puede ser. No, no es verdad. No creo que esto esté pasando. El tatuaje de un ancla en la muñeca izquierda es algo bastante común supongo. Así que es casualidad listo. Ya está.

Él no hace nada. Se queda quieto como esperando ver cuál es mi próximo movimiento. Tengo una sola forma de sacarme la duda. De afirmar o descartar esta teoría. Ya sería demasiada casualidad si en su antebrazo derecho tuviera una mancha de nacimiento pequeña y marrón. Despacio intento levantarle el buzo hasta donde podría estar la respuesta a esta pregunta. Solo espero que sea una simple casualidad.

Cuando estoy por llegar a donde debería estar la mancha, se baja la manga del buzo bruscamente, se da vuelta y emprende la salida. Busco el cuchillo en mi pantalón y cuando estoy sacándolo para hacer lo que debiera haber hecho desde un principio, se da vuelta y me dice: "Feliz cumpleaños Cami" y se va. Esa voz, su voz. No hace falta que vea su mancha de nacimiento, es él. Es Julián.

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