Luciérnagas

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Fue una suerte que Natsuki se comunicara con Nicholas segundos antes de que estuviera totalmente alejado de la realidad por los sedantes. Apenas lograba incorporarse y ya habían pasado treinta minutos de aquel mensaje.

Natsuki tenía la camiseta empapada, había perdido mucha sangre ya que una de las balas atravesó su abdomen, las otras dos aún seguían allí, pero estaba imposibilitada de pedir la ayuda a Caroline porque no quería que quitara su atención del muchacho, era mejor pedirle a Jan y pulverizara los metales en su torso.

–Jan tienes que hacerlo– dijo Natsuki con esfuerzo–, tengo que cauterizar las heridas o moriré desangrada.

–Porque no solo la cauterizas– dijo Jan mientras se tomaba la cabeza con ambas manos, sentado en el suelo con la vista perdida en la nada–, ¡maldita sea por qué no responde!– grito a Caroline–.

–Hago todo lo que puedo– dijo cansada–, le dieron tantos calmantes como para matar a un caballo.

–¡Jan!– murmuro Natsuki–, si no deshaces los fragmentos de bala uno de ellos podría atravesar algo o llegar a un lugar que no quiero y será mucho peor que morir desangrada.

–No quiero hacerte daño– dijo Jan perturbado al repasar una y otra vez el mensaje–, todo esto es mi culpa– repitió esta frase un par de veces en voz baja–.

–No lo es– dijo Nicholas aletargado– solo trataron de hacer lo que creían correcto. La culpa es mía por no haber notado cuales eran sus intenciones.

–Nicholas...– dijo Okumura–.

–Lo lamento– dijo Nicolás entristecido–.

–Si puedes hablar con nosotros e incorporarte a la conversación sin mayor dificultad entonces puedes usar tu energía para comunicarte con alguien de Xekam– dijo Caroline tajante–.

–Me siento débil, no sé si pueda lograrlo.

–Solo hazlo– dijo Caroline apoyándolo en la pared.

Nicolás puso los ojos blancos, daba la impresión de que tenía una capa de neblina en ellos, miro hacia el cielo buscando el recóndito planeta en cuestión y comenzó a mover su boca pronunciando lo que sería un mensaje de socorro.

–Ya estas libre, ayuda a Natsuki ¡por favor!– dijo Jan desesperado–.

–Estoy exhausta– dijo en voz baja Caroline–, creo que me voy a desmay...

–No, no, no– dijo Jan tomándola de los hombros y moviéndola para hacerla reaccionar–, abre los ojos, tienes que aguantar.

–Debo curarme– dijo Caroline apenas–, pero estoy cansada, si lo hago me desmayaré de todos modos y no seré de mucha ayuda en ese estado. ¿Porque no metes tu dedo en mis heridas y que ella las cierre?, si sigo perdiendo sangre también moriré.

Jan y Natsuki se miraron, él no estaba dispuesto a realizar esa hazaña, tenía que haber otra forma, solo que todavía no la descubría. En cuanto a Natsuki, ella solo quería quitarse esos fragmentos y si era Caroline quien lo hiciera era mucho mejor.

Jan bajo la cabeza y la movía de un lado al otro, sabía que era arriesgado, pero la ventaja que tenía ella sobre Natsuki era la posición de las balas, podía fallar y ella seguiría con vida. Al escuchar su nombre pronunciado por la nipona centro su mirada en ella, ambos asintieron con la cabeza.

El coloco a Caroline en el suelo, quien todavía estaba consciente, Jan oscureció sus ojos, titubeó un poco, pero se armó de valor y le clavo los dedos en las heridas. Los empujo lo más profundo que pudo, sintiendo la carne y el metal. Deshizo los fragmentos y parte de ella, le impresiono lo bien que lo estaba llevando, ya que solo hacia muecas.

Natsuki se arrastró un poco, el dolor al comprimir los músculos le impedía caminar, pero no estaba muy lejos de ella por suerte. Sus ojos se tornaron rojos e imito el accionar de Jan, esta vez ella grito, era entendible, nadie está acostumbrado a que le inserten varas calientes en el musculo abierto.

Sus gritos fueron ahogados por las sirenas de policía, pasaban cada cierto tiempo, pero ninguno reparaba en ellos, en cuanto al guardia, él se marchó apenas terminada la transición Thajlayana, podía gritar todo lo que quisiera. Sin esperar a que ella terminara, Caroline le agarro por la nuca, regenero sus tejidos y quito los trozos metálicos de su cuerpo, pero no logro finalizar bien el trabajo debido a su desmayo.

–¿Cómo es posible?– dijo Nicholas en la misma posición–.

–¿Qué ocurre?– dijo Natsuki tocándose el abdomen para comprobar si estaba sana realmente– ¿Lograste comunicarte?.

–Si– dijo mientras apuntaba al cielo–, pero esas no son luces propias del espacio.

–¿A qué te refieres?– dijo Jan desconcertado–.

Ninguno de los dos entendió el contexto de lo que acababa de decir, pero cuando alzaron sus cabezas le tomaron el peso a sus palabras. Una gran cantidad de luces se movían con el mismo patrón, todas se acercaban a la Tierra.

–Espero que ese Xekamiano conozca los idiomas de los Terrícolas– dijo Nicholas–.

Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora