Inútil

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La descarga inutilizaba por un breve periodo de tiempo las terminales nerviosas, por lo que la percepción del afectado era diferente. Este concepto se llevó a la practica en Jan, quien aunque seguía secretando las hormonas estimulantes, su cuerpo no las percibía, dando como resultado que saliera del su estado y fuera vulnerable.

El cuerpo de Trevor continuaba moviéndose, tiritando, producto de las descargas que aún no cesaban. Tendido en el piso, con un agujero de un centímetro de diámetro que aparecía en su frente y terminaba arriba de su nuca. La sangre era la única ausente en esta escena, fue remplazada por el humo que emanaba del orificio. Caroline estaba petrificada, sin pestañear ni respirar, solo observando como un hombre al que no se le podía dañar ha muerto de un disparo en el rostro.

El soldado gris se paró frente al cuerpo ahora inerte del sudafricano, con el pie izquierdo giro la cabeza de Jan para ver la perfección del agujero y como sus ojos iban perdiendo su brillo. Reparó en él un segundo durante el cual, si el casco dejara salir sonido alguno, se escucharían una serie de onomatopeyas incomprensibles, que, traducidas a un idioma de la Tierra, significaban una orden de captura en contra de la mujer que les había disparado y que se resguardaba en los escombros. Caroline escapaba en el transcurso de sus palabras.

A pesar del entrenamiento militar que poseía, no tardaron mucho en dar con Caroline, les dio batalla, pero no fue suficiente. Eran veloces, logrando recorrer una distancia de 14 metros por segundo lo que equivale a más de 50 kilómetros por hora, además lograban saltar más de 10 metros de alto sin esfuerzo, donde sea que estés, ellos siempre aparecían.

Aunque la persecución no duro más de cinco minutos, para Caroline fue una eternidad, se sentía mareada por la pérdida de sangre, un calor insoportable producto de la radiación en el ambiente, exhausta por haber abusado de sus habilidades y de cargar un arma demasiado pesada.

Recorrió varios metros sin verlos por ninguna parte, creyendo que los había perdido cuando uno de ellos cayó del cielo, lo tenía delante, vestido de gris, intento dispararle, pero el arma por la que tanto había luchado y sacrificado ya no tenía balas. El sujeto arrojó su arma a los pies de Caroline, pero antes de que esta pudiera tomarla, con la parte detrás de la mano derecha la abofeteo. Wagner aterrizo estrepitosamente sobre un montón de escombros, al escupir para vaciar su boca del líquido rojizo vio en el charco dos de sus dientes, quedo hipnotizada por ellos, una patada en el estómago y su concentración paso a los otros tres miembros que acababan de llegar.

Ahora el arma la tenía en la espalda, la tomo como pudo, pero erro el disparo, pensó que el proyectil traspasaría el casco, no lo logro, solo consiguió que le destrozaran las manos a punta de balazos. Otra patada, estaba con la cara en la tierra, uno de ellos quiso dispararle en las piernas, pero ya no le quedaba munición, apareció el cuchillo, los demás le siguieron.

Cortes poco profundos, pero que le recordaban que aún estaba viva, que podía sufrir y que le hacían preguntarse porque aún no la mataban. La ropa que usaba ya no existía, solo era sangre, ni siquiera era reconocible si aún mantenía lugares sin cortes o apuñaladas, a excepción de la cara, todo su cuerpo estaba herido, inclusive algo tan sencillo como gritar le era dificultoso.

Uno de los soldados de negro, al ver que a la mujer no le quedaba mucho tiempo, decidió que era buena idea pisarle la espalda con gran fuerza. El crujido de la columna y las costillas rotas hizo eco en el lugar, los huesos del pecho le atravesaron los pulmones produciendo un silbido con cada respiración, si no hubiera sido por la poca sangre que le quedaba estos se habrían inundado de ella y habría muerto ahogada, ni ella sabía cómo seguía con vida, en cuanto a lo que se le considera como conciencia, este término había cambiado mucho desde su perspectiva.

Mantenía los ojos abiertos, pero la vista perdida, inspirar era un suplicio, así que ya no lo hacía, dejo de gritar hace mucho, requería demasiado esfuerzo y ya no tenía fuerzas como para seguir resistiendo. El soldado de mayor rango la miro, pudo haberle roto los demás huesos, pero estaba agotado, la inacción seguía su curso sin que el participara de ella y algo de compasión se le presento. Se hincó, tomo del cabello a Caroline y poniendo su cuchillo sucio en el costado izquierdo del cuello, se disponía a cortarle la garganta.

Cuatro cuerpos cayeron. Los cascos no fueron impedimento para que un láser traspasara a los cuatro al mismo tiempo. A pesar de la oscuridad, aun se lograba ver lo que ocurría en las cercanías, sin embargo era desconocido el origen de la luz. Con los oídos dañados, Caroline escuchaba pasos cerca, pero no veía que los hacía. De pronto sintió una presión bajo la barbilla, como una inyección, algo entro en su cuerpo lo que le fue quitando el dolor de forma paulatina.

A la distancia, todos los aerodeslizadores eran atraídos al suelo por la gravedad, el único que se salvaba era la gigantesca nave que se encontraba lo bastante lejos como para sentir los efectos de la atracción. En cuanto al resto de las maquinas Thajlayanas, también habían dejado de funcionar. Se escuchaban explosiones, pero estas no eran por las bombas, sino que de las naves estrellándose contra la tierra.

Caroline estaba siendo levantada por una fuerza invisible, había perdido la sensibilidad, pero en su rostro lograba apreciar un frío semejante al del metal. Suspendida en el aire, lo que la mantenía flotando mostró su imagen. Era un hombre, de unos cincuenta años, de cabello corto, ojos color miel y tanto piel como cabellos, de color tostado, el primero de un tono más oscuro que el otro.

-Descansa- dijo con el hombre, con una voz grabe y profunda-, ya estamos aquí.

El traje era extraño, la cabeza del ocupante era lo único que se veía de él, Caroline no sabía si lo hacía lucir ancho o en realidad tenía toda esa musculatura, no sabía si algunas secciones eran de tela modificada o delgadas líneas de metal entrelazadas, no entendía cómo podía desaparecer ante sus ojos, como de unos pequeños agujeros sobre sus hombros salía un poderoso láser y no comprendía como, de tantos idiomas existentes en este planeta, hablaba el mismo que ella.

Las naves que quedaban dejaron de caer, volvieron a activarse, pero no se movían. Un aerodeslizador apareció sobre ellos, al igual que el enviado, este espero estar muy cerca de ellos para mostrarse tal cual es. A grandes rasgos, semejaba la punta de una flecha, con luces que los iluminaban en la base. Eran mucho más pequeña que las aeronaves de los invasores, sin embargo, compensaban esta deficiencia con una cantidad, por mucho, superior a las Thajlayanas.

Caroline estaba desnuda, cargada por un desconocido a punto de ser abducida por la nave arriba de ellos, sucia, con el pelo mojado pegado a la cara, pero no pensaba en eso, en sus ideas solo estaba Jan, él y como fallecimiento fue culpa de ella.

-Ya estas a salvo- dijo el sujeto mientras eran elevados sin contacto alguno por la nave- iremos a...

Ella no pudo seguir escuchando, el sueño la venció.

Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora