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Las luces seguían su rumbo sin nada que las parase, en estas circunstancias lo más probable es que arribasen en los próximos diez minutos.

Caroline había despertado, sin embargo tenía la cabeza abombada, le costaría un poco más recuperarse para afrontar la batalla que se les venía encima. Todos mantenían las mismas vestiduras deplorables, pero nadie hizo nada por cambiarlas, lo único que habían realizado en los veinte minutos trascurridos fue mirar el cielo a la espera de su agonía.

–Natsuki, quiero que me hagas un último favor– menciono Nicholas–. Llévame a casa, con mi familia. Si caigo, lo hare protegiéndolos– finalizo con sus ojos puestos en ella–.

–Ambos partiremos– dijo ella abriendo un portal–, debo ir con los míos. Jan, Caroline, si quieren también los puedo dejar en sus hoga...

–Yo me quedare aquí– interrumpió Caroline–, este planeta es mi hogar, jure protegerlo. No importa donde muera, mientras sea aquí abre cumplido con mi promesa. Jan– dijo Caroline poniéndose de pie apoyándose en el muro–, vete, tus padres te necesitan.

–No, me quedare contigo– dijo Jan ayudándole–. Has hecho mucho por mí, estoy en deuda.

–Niño bobo– dijo ella con una risa forzada–, no seas terco, lárgate ahora que tienes la oportunidad.

–Ya tome mi decisión y no pienso cambiar de idea.

Nicholas los abrazo y se despidió de todos mientras atravesaba la abertura, Natsuki lo cerró y creo otro. En Nueva Zelanda eran pasadas la una de la madrugada, en cambio, eran unos minutos después de las diez de la noche en Japón. El portal mostró la imagen de un parque, había gente en las bancas, pero no hablaban, solamente miraban al cielo puesto que las luces ya eran distinguibles a los ojos de los humanos de la Tierra.

–Espero que nos reunamos cuando esto termine– dijo Natsuki con la voz quebrada–.

No obtuvo respuesta. Una lágrima recorrió su tierno rostro, una última mirada y se marchó, el portal desapareció.

Caroline le dijo a Jan que quería ir a la calle, ya no soportaba el olor a basura, quería sentir el aire fresco con toques de sal por el océano, quería mover las adormecidas piernas y si era posible, quería comer algo para calmar su apetito. Jan pasó el brazo de Caroline sobre sus hombros, la ayudo con los primeros pasos, pero cuando ella estaba iluminada por el foco de la acera lo alejo.

–¿Te dije alguna vez porque no sospecharon de mí en la ONU cuando entre como agente?– hablo con los ojos cerrados, sintiendo la luz traspasando sus parpados–.

–Creo que no.

–Me dejaron en un pueblo llamado Freiamt, en la puerta de una casa acomodada. Los ocupantes escucharon unos golpes y cuando fueron a ver quien era se encontraron con una criatura de pocos meses de vida envuelta en una manta. No levante sospecha porque mi padre era O positivo y mi madre AO negativo. En el registro no les pusieron problema, ya que en los pueblos pequeños suele suceder que no tienen tiempo para ir a un hospital y tienen a los bebes en casa. Ellos acogieron sin problema, de manera altruista a una niña Xekamiana que tenia por nombre Kyéziüm– abrió los ojos para después poner la mirada en el horizonte–. Freiamt no tiene una población superior a los 4300 habitantes, es por ese dato que me quede aquí. Suena horrible, pero deseo que el ataque comience en las grandes ciudades, de lo contrario me odiare por siempre al no estar con mis seres queridos cuando me necesitasen.

Hubo un silencio sepulcral después de las palabras de Caroline, pero ella aun tenia cosas que eliminar de su conciencia.

–Jan...no suelo arrepentirme muy seguido..., pero si hay algo de lo que no me siento orgullosa es de la forma en que nos conocimos. Soy de las personas que creen que el fin justifica los medios, pero a veces esos medios implican vulnerar la libertad de los demás– dijo Caroline mirándolo–. Me gustaría que me perdonaras, pero si no quieres tampoco te obligare.

–No hay nada que perdonar– dijo Jan tomándole la mano–, hiciste lo necesario para salvar a nuestro hogar...nuestro verdadero hogar– Jan tomo una pausa y prosiguió–. Te pediré un favor, dile a mi familia que su hijo está orgulloso de todo lo que hicieron por él y que su muerte no fue en vano, fue un sacrificio para mantener todo en lo que ellos creían.

La primera nave atravesó la atmósfera cuando Jan termino de hablar. Era gigantesca, de ella se desplegaron cientos de otras del tamaño de cuadras enteras disparando a diestra y siniestra. La guerra había estallado y la Tierra no estaba preparada para ello.

Ojos NegrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora