La alarma no dejaba de sonar, cada campanilla es una perforación en el cerebro, si no fuera por la dulce melodía que Jan había elegido la habría cambiado al igual que las 50 canciones anteriores a esta.
–Ya la oí– dijo Helen du preez, madre de Jan–, mueve tu humanidad de esa cama o te arrojare agua con hielo para que lo hagas.
Jan sabía que su madre hablaba en serio así que puso su mayor esfuerzo en levantarse. Odiaba sentir ese cansancio después de no hacer nada, era ilógico ya que su mayor trabajo fue conciliar el sueño lo cual logro pasada las 4 de la madrugada, ahora son las 7.
–¡Jan Trevor Van Heerden Du Preez levántate en este mismo instante!– dijo Frederick van Heerden, su padre–.
–Ya voy– dijo Jan mientras veía el sol brillar por su ventana–, después de todo hoy es un día hermoso– susurro–.
Jan se vistió, tomo sus cosas, se despidió de su familia y partió en dirección a la universidad de Pretoria, Sudáfrica.
De camino a la estación Mears street los bostezos hicieron su aparición, suelen durarle unos minutos seguido de una energía que nadie se explica de donde la saca. La estación queda a unas cuadras del apartamento donde vive, es un camino tranquilo, hoy no.
Sentía una presencia extraña tras de sí, cada vez que volteaba a ver siempre estuvo aparentemente normal, pero la sensación era intensa, como un escalofrío. Unos metros más y su paranoia acabarían. La bolsa que le cubría la cabeza era de un material que apenas lo dejaba respirar, lucho lo más que pudo, pero fue en vano. Sus captores le inyectaron una sustancia que lo inmovilizo, además, la fuerza que le aplicaron para mantenerle la bolsa lo asfixio terminando con su desmayo.
Un buen día... sí, claro.

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Ojos Negros
Science FictionLa raza humana necesita ayuda, pero para salvarse deberán elegir entre abandonar todo lo que conocen o confiar en una raza que se extinguió... hace 10000 años.