c i n c o

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Alec y Rachel se habían quedado callados durante todo el camino al Instituto. E Isabelle sospechaba algo, aunque no pensaba decirlo en voz alta. No quería mas problemas, ya había tenido suficientes en un día.

Sus acompañantes al escuchar eso levantaron la muñeca izquiera para mirar la hora. No ayudo mucho ya que ninguno de los dos tenía reloj.

— Son las dos de la madrugada. — volvió a hablar Izzy para ayudarles.

Y la cosa se ponía más incómoda. La sala del Instituto en la que estaban esataba completamente vacía y lo único que se escuchaba a parte de la voz de Izzy era el sonido de los dientes de su hermano y la chica rubia, estaban tirirando y no parecían querer moverse hasta que la morena lo hiciera.

Isabelle no lo soportó más y desapareció de la sala dejando a los dos mojando la alfombra por la ropa empapada.

Rachel esperó unos segundos para hablar. No confiaba mucho en que la morena no estuviera escuchandolos.

— ¿Por qué no has dicho nada? — preguntó en susurros.

La voz se le entrecortaba por los escalofrios.

Alec rodó los ojos. Y normal, con el silencio que había daba igual que susurraras o no.

Agarró bruscamente del brazo a Rachel y tiro de ella hasta llegar a su habitación. — Aquí no nos escucharan. — dijo Alec susurrando también.

— ¿Me vas a contestar o no? — preguntó Rachel alzando una ceja.

Esto no era normal. Y menos en un Lightwood. ¿Por qué no lo gritaba a los cuatro vientos?

— Antes de nada quiero saberlo todo.

¿Qué estaba haciendo?, pensó Alec, daba igual la excusa que pusiera. Era una mentirosa, una avariciosa. Y yo la estaba protegiendo.

— ¿Eso significa que sí no te lo explico nunca abriras la boca? — Rachel rió por lo bajo y por un momento le pareció ver que Alec sonreía un poco.

— ¿Eso significa que sí no te lo explico nunca abriras la boca? — Rachel rió por lo bajo y por un momento le pareció ver que Alec sonreía un poco

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— No. Lo que significa que me lo vas a tener que contar todo. — este Alec no se parecía al de antes.

Puede que fuera por que no gritara. Pero Rachel ya no estaba asustada.

— Dijiste que no querías que los seres del submundo estuviesen condicionados por nada, ¿verdad? — Rachel solo se dedicó a asentir. — ¿Por qué?

La rubia frunció el ceño. — ¿Por qué lo dije? — se encogió de hombros y se quitó la chaqueta de cuero, al tenerla mojada no la ayudaba mucho con el frio que estaba pasando. — Pues porque es lo que pienso.

Alec soltó un bufido, se esperaba que se explicase no que le respondiera lo que él ya sabía como si fuese idiota.

Rachel era una cabezota, conseguía cabrear a todo lo que se movía a su alrededor. Dejo la chaqueta apoyada en una de las sillas y comenzó a desvestirse.

— ¿Qué estas haciendo? — esta vez Alec no susurró.

Y normal, Rachel se estaba quitando tranquilamente los pantalones como si no pasara nada.

— Quitarme la ropa. Pensaba que había quedado claro. — dijo Rachel señalando los pantalones mojados que ahora estaban sobre la alfombra. — ¿Qué quieres? ¿Qué me muera?

Si, esa chica iba a hacer que el instinto asesino de Alec saliera en ese momento.

— No estaría mal. — susurró este por lo bajo. Sin embargo, Rachel llegó a escucharlo y le lanzó una mirada fulminate. — Oye si quieres ir desnuda por donde te plazca estas en tu derecho pero en mi habitación, no.

Alec se agachó para coger los pantalones de Rachel y se los dió en la mano comenzandola a empujar hacia la puerta de espaldas.
Seguía mantenido la la mirada sobre los ojos de la chica, si se le ocurría cambiarla se pondría nervioso. Y Alec odia ponerse nervioso.

— Espera no. — Rachel se frenó cuando el pelinegro ya casi estaba echandola de la habitación. — No tengo ninguna habitación y me voy a morir como no me ponga ropa seca.

Alec volvió a rodar los ojos. Rachel era una exagerada.

— No voy a dejarte pasar la noche en mi habitación.

— Gracias, Don Generoso. — dijo Rachel sarcástica. — Al menos me podrías dejar ropa, ¿no?

— ¿Por qué no se la pides a Izzy? — prefunfuñó el chico.

— Ya te he dicho que no quiero morir. Ponerme la ropa de Isabelle sería como estar desnuda.

— Bien. — gruñó Alec dejandola pasar de nuevo.

Fue hacia su armario y sacó unos pantalones negros y una camisa vaquera. — Pontelos con esto. — puso encima de la ropa un cinturón.

Rachel salió del baño con una camiseta ancha metida por dentro de los pantalones, que llevaba más arriba de la cintura agarrados por el cinturón.
Parecía una paleta.

Alec no pudo reprimir la sonrisa, hasta la chica había tenido que doblar tras veces el pantalón por lo bajita que era respecto a el ojiazul.

La rubia hizo una mueca al ver a Alec casi riendose. — En las peliculas cuando la chica se viste con la ropa del chico queda atractiva, no así. — se señaló a si misma con una media sonrisa. La situación era bastante graciosa para no reirse.

— ¿Quién ha dicho que no estes atractiva? — Rachel frunció el ceño por el comentario de Alec. — A lo mejor para los demonios si lo eres.

Ese fue el momento en el que el pelinegro estalló en carcajadas. Sin embargo, ahora Rachel permanecia seria.

Alec volvió a hablar después de que terminara de reirse. — ¿Ahora si estas preparada para contarme todo?

— ¿No tienes sueño?

— No intentes evadir el tema. — se quejó el ojiazul.

— Mira Alec, espera ¿te llamas Alec o es un apodo? Porque realmente, no tengo ganas de tutearme contigo.

— Alexander. — contestó seco.

— Bien, Alec. — El chico frunció el ceño. — ¿Qué? Tu nombre es demasiado largo para repetirlo tantas veces. — se justificó Rachel soltando un bufido. — No se como pensaras tú, bueno realmente si que lo se porque eres un Lightwood, es fácil adivirnarlo. — la rubia rodó los ojos. — Pero en mi caso yo no odio a los subterraneos, deberías saber que no todos merecen estar castigados.

— ¿Quién dice que yo no piense así? — se quejó el pelinegro.

Su orgullo le impedía darla la razón.

— Tu apellido y tu favoritismo por la Clave.

— La Clave sabe todo, por eso hace lo correcto. — se cruzo de brazos y clavó una mirada furtiva sobre Rachel.

Y ahí estaba. No era ni normal esa adoración a la Clave.

— Yo no digo que no sepa, tan solo que no lo cuenta todo. — Rachel sonrió victoriosa y se acercó a la puerta. — Ahora te dejaré dormir, Lightwood.

— ¿Qué?

Rachel le interrumpió antes de que pudiese seguir hablando.— Si, esa es mi explicación de porque quiero la Copa. No pienso contarte nada más.

— Buenas noches. — le contestó Alec.

Frunció el ceño por su repentino comentario.
¿Por qué estaba siendo amable con ella?
Era asquerosamente insorportable.

— Espero que tengas muchas pesadillas, Lightwood.

Demon | Alec Lightwood |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora