— ¿Dónde has estado? Pensaba que ya estaría todo hecho.— frunció el ceño Dante, sus ojos castaños no se apartaban de la rubia.
— Surgen problemas. La Clave se ha instalado en el Instituto.— contestó Rachel.
A Dante no le gustó su contestación y Rachel lo sabía. Lo sabía por el gesto que había hecho. Cuando pasaba las manos freneticamente por su pelo cafe claro desordenandolo significaba problemas.
Rachel lo conocía muy bien.— ¿Y por eso no vas a volver allí?— la replicó. Su ceño fruncido la recordaba a Alec. También esperaba que él no hubiera abierto la boca. Se había arriesgado mucho dejandole con vida y por eso no se lo contaría a Dante. O le mataría el mismo.— Da la cara Rachel, confiamos en ti. Eres nuestra líder.
La rubia soltó una risa que no contenía ningún toque de diversión.— ¿Líder de qué, Dante? ¿De un grupo de sublevados? No vamos a lograr nada si no tenemos fuerza y lo creas o no. No eres capaz de matar a un demonio. No cuando sigues pensando que es de los nuestros.— contestó la rubia con brusquedad.
Cuando iba a desaparecer de la habitación Dante la agarró del brazo.— Nos entrenamos para hacerlo, ya se daran logros. Dejanos tiempo. Confiamos en ti no para matar sino para crear nuestro propio pueblo.
Rachel soltó un bufido. Dante siempre soltaba el mismo sermón.
— Siempre te quejas de los demonios, pero conocemos tu pasado. — volvió a hablar el chico atrayendo la atención de la rubia. — ¿Serás tú capaz de matar un shadowhunter?
— No me amenaces, Dante. Recuerda quién lidera aquí.
A pesar de su relacción cercana se mantenían distantes hablando de libertad. Un tema serio para los dos.
— No lo haría si estuvieses en el Instituto. Consigue nuestra libertad y estaremos dispuestos a luchar contra demonios.— el castaño levantó su mano y la dejó entre medias de nosotros esperando mi saludo.— Y vuelve.
Rachel agarró su mano y le dio un pequeño apretón.— Volveré.
Rachel entró en la sala clavando sus ojos en un cuerpo semidesnudo.
Su mandíbula se tensó y continuó andando con siguilo mientras rodeaba la habitación sin apartar los ojos de él.Era casi imposible no mirarle. Alec golpeaba un saco de boxeo con tanta furia que parecía que en cualquier momento lo destrozaría. Sus musculos se notaban cada vez más con el toque de su puño con el saco.
Aun así el pelinegro paró de golpearlo al notar una presencia en la habitación. Al principio pensó en Isabelle que estaría intentando hacer cualquier cosa para que Alec la perdonara.
Pero se sorprendió a si mismo cundo vió a Rachel caminado lentamente por la habitación con sus ojos clavados en un parte más baja de su cara.
— Rachel. — su voz no sonaba nada cariñosa a pesar de que en sus pensamientos si que quisiera hacerlo.
Pero ahora no se permitiría ser pasivo con nada ni con nadie. Tomaría en cuenta el aviso de Lydia.
Y además, Rachel debería ganarse su confianza. Y por ahora solo conseguía ser más misteriosa para él. Cosa que no ayudaba mucho.— Alexander. — el tono de la rubia era neutral.
— ¿Dónde has estado? — Alec intentó no sonar curioso pero fue imposible.
— Tomandome unas vacaciones.
El pelinegro entrecerró los ojos. Sabía que mentía. — ¿Dónde? — repitió.
— Por aquí, visitando la ciudad. Resulta que es una ciudad bastante bonita.
Rachel se replanteaba si haber vuelto había sido una buena idea. Su capacidad de mentir se iba a pique cuando Alec estaba en frente suya, y más si se encontraba sin camiseta.
Por otro lado. No entendía el cambio tan repentino del chico. Antes de irse la pidió que volviera con él, como si la necesitara. Y ahora parece que quisiera que se fuera.
Ninguno de los dos soportaba la tensión que se formaba cuando estaban solos en una habitación.
Alec agarró una claqueta y se la puso al seguir notando la mirada penetrante de Rachel sobre su cuerpo.
Puede que eso sea la causa de la tensión, pensó Alec. Realmente le ponía muya nervioso su mirada.— No hace falta que te vistas. — dijo Rachel por lo bajo sin pensarlo.
Alec la miró con ojos abiertos, estaba más que sorprendido. — ¿Qué?
La rubia quería que la tierra la tragase. Ojala no hubiera dicho eso. — Solo preguntaba como iba el Instituto con la Clave.
Alec quiso reirse en ese instante. Sabía que Rachel le había mentido a la cara pero le daba igual al verla con las mejillas encendidas.
Además, el no era tan egocentrico como Jace para reafirmar lo que ella dijo.
A él también le daba vergüenza.— Todo va bien. Lydia y yo investigamos un caso de Valentine. — Rachel frunció el ceño, ¿cómo era que no se había enterado de eso? — Lydia no es mala.
— Yo nunca dije que fuera mala. Tan solo que no me gustaba. — la mala soy yo, quiso decir la rubia en voz alta. Pero sabía que no podía.
— Lo importante es que estamos bien sin ti.
Rachel entrecerró los ojos. No le gustó esa contestación. — ¿Seguro que todo va bien? — Rachel sabía a donde llevar esta conversación para que fuera su fuerte y lo iba a hacer.
Iba a destrozar a Alec.— Si. — contestó con el semblante serio.
Rachel se acercó ahora con una sonrisa victoriosa. Con esa cercanía podía notar el calor que desprendía el cuerpo de Alec. — Si todo fuera tan bien me habrías contado algo de ti.
— Yo no cuento nada sobre mi vida. — se defendió el pelinegro. — Además ya te he dicho que estamos investigando un ataque de Valentine.
Rachel cada vez conseguía más información.
— Algo invidividual, no colectivo.
Alec se agachó para tenerla aún más cerca y no supo el porque. — Ya te he dicho que no hablo de mi vida con nadie.
— Conmigo si, Alec.
Antes de que el pelinegro pudiese contestar con una mentira, Lydia interrumpió en la sala haciendo que el pelinegro se apartara de Rachel.
Rachel permaneció quieta en el sitio sintiendo como el calor de Alec se alejaba.
Entonces ya sin la presión de los claros ojos de Rachel pudo recapacitar. Alec supo que solo era sincero del todo con ella.