v e i n t i d o s

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Rachel apareció en la habitación y cerró con cerrojo la puerta al entrar. Sonrió para sí misma para darse cuenta de dónde estaban. En la habitación de Alec, recordó el día en el que iba vestida con su ropa y lo testarudo que se había puesto el al no querer prestársela.

El chico que tenía delante no era Alec Lightwood, el shadowhunter que mantenía el legado de su familia. Era un simple chico que en vez de alejarse del contacto humano metiendo las manos en los bolsillos las sacaba para buscar apoyo. Era un chico desconocido de mirada asustada que se parecía a Alec Lightwood.

— Alec seguramente no entiendas los que está pasando.

— No no lo hago. No entiendo nada. Izzy, Jace y Clary están llenos de tatuajes y resulta que yo también, ¿en qué lío nos hemos metido, Rachel? Y luego dicen que puede que estés secuestrada y aquí estás, menos mal que has venido. Pero eso no es lo peor de repente viene una chica y me dice que es mi prometida.— el pelinegro hablaba con rapidez algunas palabras se le trababan en la lengua.— ¿Lo has escuchado, Rachel? ¡Mi prometida!

— Si, todo esto te debe sonar un poco loco.

— ¿Un poco? Mierda Rachel, hace poco que cumplí los diecinueve no voy a casarme y menos con una chica que no es mi novia.

A la rubia se le encendieron las mejillas. Todavía no se acostumbraba a que Alec dijera eso.
Negó con la cabeza intentando recapacitar. El Alec al que ella quería no era este y este seguramente no sabe que la Rachel que quería no soy yo, pensó la rubia.

— Bien hay una forma de que todo esto desaparezca solo tienes que relajarte, confía en mí.— dijo la chica Wether evitando el comentario del pelinegro.
Sabía cómo solucionarlo, Alec de la otra dimensión solo tendría que dejar salir al de esta dimensión.

— Lo haría, créeme que lo haría pero algo que dice que no lo haga.— el chico negó con la cabeza con el ceño fruncido, parecía confuso.— Que tonería. ¿Por qué no confiaría en ti?

Rachel se tomó unos segundos para recapacitar y determinar la situación. Ese algo de lo que hablaba el pelinegro era el Alec de esta dimensión. Y decía que no confiara en ella.

Rachel intentó sonreír como si la situación la hiciera gracia pero no podía. Salía una mueca. Alec había perdido la esperanza en ella y aunque ella se lo hubiera pedido casi demore que lo hiciera, cuando se dio cuenta de que había dolió.— Bien, Alec. No confíes en mí. Deja que el sentimiento de desconfianza salga. Sé que te va a sonar raro pero es lo más lógico.

Lo que no sabía Rachel es que ya había salido y tenía a un shadowhunter frente a ella no a su supuesto novio en otra dimensión.

— No sé como siempre acabas diciéndome algo para que me aleje de ti.— dijo Alec mirándola con los ojos entrecerrados.

Rachel alzó la mirada. Esa postura firme era del Alec que conocía.— Has vuelto.— sonrió como una niña pequeña cuando conseguía un dulce.

— ¿Me he ido? Pensaba que esa eras tú.— si, Alec muermo Lightwood estaba bromeando a pesar de que la broma fuera cierta. Pero aunque muchos no lo hicieran los dos reconocían el tono burlón del pelinegro.

El silenció llenó la habitación hasta que a Rachel le dio por decir algo.— No tuvimos una buena despedida.— fue lo único que se le ocurrió decir a la rubia ahora más seria y cruzando los brazos sobre su pecho.

Alec dió un paso hacia delante ya no había una distancia que los separaba. Por lo menos no se sentía así, solo se sentía tensión. Una que Alec no sentía con Lydia.

— No, no la tuvimos.— contestó Alec intentando no hablar mucho.
Si lo hacía se pondría nervioso como siempre que estaba cerca de ella.

— Has mentido por mi. Les has dicho que puede que yo también estuviera secuestrada. Y los dos sabemos quienes irían a por un pobre seelie indefenso.

— Si, supongo que te quería dar ventaja.

Rachel sonrió con un aire de tristeza.— Lo siento Alec pero la que ves delante tuyo no es la que crees.

— ¿Por qué piensas que creo algo erróneo de ti?— preguntó curioso. Se agachó lo suficiente para que Rachel pudiera sentir su aliento contra su cara.

— Por qué todavía no me has delatado.— Rachel iba a contarlo. Iba a soltar la bomba. Como cuando tenía quince años, cuando le contó a London lo que era. Esta era su segunda bomba, su oscuridad. Y le perdería com paso con London.

— Puede que no lo haga porque sé cómo eres.— Alec acarició su mejilla bajando la mano hasta dejarla en el cuello.— Sabes, no suelo ser así. Esto me enfurece no me gusta parecer un chico de esos a los que las chicas llaman adorables. No me gusta parecer un mundano.

— Créeme, Alec tú nunca serás de los chicos adorables.— sonrió Rachel pero apartó la mano del pelinegro de su cara y se centró en el tema principal.—Si supieras de verdad como soy ya me hubieras delatado. No soy un demonio que se revoluciona en contra de Valentine. No, la cosa es que no me gusta su forma de actuar y lo que menos me gusta es que es un shadowhunter.— la rubia tensó su mandíbula. Por eso le gustaban los demonios, no preguntaban ni tenían necesitada de explicaciones, ni te replicaban con una orden. Alec sí que lo hacía.—No quiero matar a todos los que estén en contra de él, quiero matar a la Clave y a una serie de personas más, quiero hacerlas sufrir. Unas de esas personas son tus padres, Alec.

— ¿Qué te han hecho mis padres?

Rachel ignoró su pregunta.— Tenía un plan. Quería hacerlos sufrir antes de matarles así que investigué sobre ellos. Mi plan comenzaba con una muerte y era la de tu hermano Maxwell. Y de repente vienes tú cabreandome aún más porque aún siendo un testarudo me ayudabas.

Alec negó con la cabeza y tragó antes de hablar.— No, es mentira. Tú no matarías a un niño. Intentas apartarme, eso es lo que intentada. Como lo haces siempre.

Rachel rió, esta vez sí que se divertía.— Alec, ¿por qué tendría la necesidad de mentir? ¿Para que quiero mentirte? Ya te tengo lo suficientemente alejado, ¡te vas a casar con una de la Clave! Creo que no podré acercarme a ti ni a diez metros de distancia.

Alec formó una línea recta con sus labios. No le gustaba hablar del tema de su matrimonio y menos con ella.— No.— repitió sin mirarla a la cara.

— Lo siento, Alec. De verdad que lo hago. Pero esto es la guerra.— terminó la rubia para atizarle con un libro de los que tenía Alec en la habitación en la cabeza.
El pelinegro cayó al suelo con una pequeña brecha en la frente.

Rachel salió sigilosamente de la habitación. Se había encargado de coger el cuerpo del chico Lightwood y llevarlo a la cama para el que fuera a abrir la puerta se creyera que estaba durmiendo.

No fue divertido cuando casi grita del susto al encontrase con la cara de Dante pegada ala suya.— ¡¿Qué coño?!— dijo histérica.— Me has asustado, joder.

— Me he decidido por ayudarte.

— A buenas horas.— dijo la rubia sarcástica.

— No me jodas, Rachel. Al menos he venido.— la gruñó pegándola un puñetazo en el hombro.— Bien ¿cuál es tu plan?

— ¿Quién ha dicho que tenía un plan?

Demon | Alec Lightwood |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora