q u i n c e

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London la miró con los ojos muy abiertos. Su cara no tenía sentimiento alguno y eso ponía nerviosa a la rubia.
La cual acababa de contarla la verdad y esperaba no haberse equivocado al contarselo a ella.

Sus manos delgadas se apoyaron sobre sus rodillas y sus ojos miel se posaron en todas las partes de la habitación excepto en Rachel.

— ¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? — gruñó la castaña levantandose de golpe de la silla.

Rachel la imitó aún manteniendo espacio entre las dos. Este era un tema delicado para adolescentes de quince años. Demasiado jovenes para sobrellevarlo.

— Ya se lo que acabo de hacer. London, lo he tenido que pensar mucho. — Rachel habló seria. No sabía lo que iba a pasar en estos minutos pero lo que pasara definiria su relacción.

— ¡Mis padres esperan que llegue lejos, Rachel! — me gritó nerviosa, ninguna se había movido de nuestros sitios pero mantenían la distancia entre ellas.

Y por primera vez Rachel tuvo miedo de London. Aquella que la apoyó durante años, aquella en la que confiaba. La única en al que había confiado.

Rachel se atrevió a abrir la boca. — ¿Y qué vas a hacer?

— Debería entregarte. — tartamudeó London. Ella también tenía miedo de lo que iba a pasar. Se palpaba la tensión en el aire. La distancia entre ellas y las miradas serias, no era una dituación muy común entre ellas. — No eres una de nosotros y vives entre nosotros. ¿Sabes lo que la Clave te hará?




Dante zarandeó a Rachel por los hombros para que volviera a la realidad llevaba como tres o cuatro minutos ida.

En cuanto los ojos azules de Rachel se posaron sobre Dante, suspiró tranquilo. — Pensé que no saldrías. Ha sido preguntarte y pusiste una cara asustada. Te quedaste en blanco, no vuelvas a hacer eso jamás. Me has asustado. — Dante apoyó su cabeza sobre el hombro de la rubia. Tenía el corazón latiendo tan fuerte como el de ella.

La respiración agitada de Rachel no se escuchaba por el fuerte sonido del viento chocando contra el mar. La rubia lo sintió, sintió su cuerpo tranquilizarse y supo que se estaba controlando.

Dante la tranquilizaba, la había conseguido tranquilizar como lo hacía London. Se había preocupado por ella. — No ha sido nada. — intentó sonar seria pero no pudo reprimir la mueca que le salió.

Nada era bueno cuando recordaba a London.

— No tenemos mucho tiempo, Izzy ya habrá empezado el plan. Supuestamente no hay que hacer daño a nadie, ¿entendido? — Dante asintió tras la orden de la rubia. Sin embargo no se apartó de ella. Tenía miedo de perderla.

Pero se contuvo y deshizo el abrazo. Sabía lo importante que era esta misión para Rachel.

— Bueno, en realidad no. Sino hacemos daño a nadie, ¿qué hacemos?

Rachel quiso reirse al escuchar a Dante pero no lo hizo. — Tenemos que coger a uno, tienes que estar convencido que es de la Clave. Coge a uno que no sea muy importante, ¿vale?

Dante volvió a asentir. — ¿Y tú? ¿Volveras a casa como te he dicho?

— No, yo tengo que aparecer en la acción para rescatar a Meliorn. Hago esto y ya tengo a la chica Lightwood comiendo sobre mi mano.

Demon | Alec Lightwood |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora