Dante apoyó sus manos sobre la espalda de la rubia y la apretó entre sus brazos. Rachel pestañeó un par de veces para volver a la realidad.¿Qué es lo que estaba pasando?
Apoyó la barbilla en el hombro del castaño. — ¿Qué pasa? — fue en ese momento en el que Rachel se dio cuenta de que su voz estaba quebrada. Sentía un nudo en la garganta como si las palabras que quería pronunciar no quisieran salir.
— Estabas llorando. — la susurró Dante en el oido.
¿Estaba llorando y no se había dado cuenta?
Inspiró con fuerza al pensar en que alguién más podría haberla visto.— Ben y James...
Dante negó con la cabeza. — No, solo yo. — susurró mientras la acariciaba la espalda. Contestó como si supiera lo que ella estaba pensando. La estaba tranquilizando. La conocía tan bien, probablemente más que ella misma. — ¿Me vas a contar que esta pasando o te lo vas a guardar para ti como siempre?
Rachel se apartó de el para poder mirarle directamente a los ojos. Los ojos verdes del chico la miraban sin pestañear. Era como si no quisiera perderse un detalle de la chica. Y asi era, Dante siempre estaba atento a los movimientos de la rubia. En un principio para que no se le escapara ninguna de las verdaderas intenciones de Rachel. Y depués se comvirtió en desesperación, quería salvarla a pesar de que nadie podía.
Rachel nunca lo había admitido en voz alta pero Dante era su vinculo al mundo. Lo que hacía que quisiera permanecer en el. Y a veces lo escondía de si misma para protegerlo. No queria que pasara lo que pasó con London.
— Hay alguien en ese grupo de shadowhunters que se parece a London. — habló Rachel soltando un suspiro. — Y no en cuanto a lo fisico.
Dante respiró hondo antes de hablar. Se estaba pensando que palabras utilizar para que esta situación no se tornara a lo peor. Conocía a Rachel cuando hablaban de London. Y la oscuridad la podía en esos momentos. — ¿Quién?
— Alexander Lightwood.
A Dante se le paró el corazón. No podía ser. No podía tener tan mala suerte de que fuera un Lightwood.
— No te preocupes por la misión.— volvió a hablar la rubia.— No habrá problemas, he hecho que se aparte. Y yo no podré acercarme.
— ¿Por qué no? — frunció el ceño confuso.
— Porque he hecho que me delate.
Dante comenzó a respirar agitadamente. ¿Por qué Rachel llevaba a cabo ideas sin antes preguntarle? ¡Es que no se daba cuenta de lo peligroso que es?— No, no, no. — negó con la cabeza mientras la rubia pasaba las manos por sus hombros para relajarle.
— Tranquilo.
Dante la apartó de un empujón con demasiada fuerza. Estaba furioso. Este era un buen momento para decir que sufría de Transtorno Explosivo Intermitente. — ¿Sabes lo que te hará la Clave si se entera de que hás salido?
¿Sabes lo que la Clave te hará?, las palabras de London volvieron a la mente de Rachel.
— Si, pero vamos a intentar que no me cojan. — le contestó guiñandole un ojo.
Rachel se puso a andar y Dante no tardó en seguirla. Se conocía perfectamente todas las habitaciones del edificio y sabía cual era la de tortura, ella misma la había definido asi. — ¿Has traido al de la Clave?
Dante asintió orgulloso señalando a la ventanilla de crital identica a una policiaca, el hombre del otro lado no podía vernos.
Rachel se quedó con la boca abierta al ver la larga melena del hombre y los ojos rasgados por el maquillaje. Pero ¿que cojones?
Se giró para quedar cara a cara con el castaño. Respiró hondo e intentó sonar calmada. — ¿Qué has hecho, Dante?
— Te lo he traido y hasta lo he encadenado a la silla. No lo hemos empezado a torturar porque los demás esperan que... — se quedó callado mirando detrás de de la rubia.
— Esperamos que lo hagas tú. — sono una voz ronca tras ella. Ben, un joven de ojos y pelo castaño apareció al lado de Rachel. — Todavía no te hemos visto atacar a un shadowhunter por más que se cuente de ti. Queremos verlo no escucharlo.
Rachel rió haciendo que todos los de la habitación y los que comenzaban a entrar en ella se quedaran sorprendido. Principalmente porque aparentaba estar loca riendose de esa manera.
— ¿Es que sois todos idiotas o os habéis quedado sin olfato?— gritó hecha una furia.
Ben no consiguió mantenerse firme y dio un paso hacia atras.
— ¿De qué hablas? — preguntó Dante confuso, el único que se atrevía.
— ¡Me has traido a un seelie! Al que supuestamente iba a rescatar. ¿Es que acaso queréis declarar la guerra a los seelies también? — gruñó la rubia ahora con garras en vez de uñas en las manos.
Nadie contestó.
Todos en la habitación comenzaron a cuchichear pero ninguno se atrevia a dirigirle la palabra a ella. — Espera. — el susurro de Rachel hizo que todo quedara en silencio. Al fin y al cabo ella era la lider. — ¡Pero que buena idea!
— ¿Estas loca? ¡No podemos declarar la guerra a los seelies! — saltó Ben al lado de la rubia poniendo un poco de razón a la conversación.
— Nosotros no lo haremos. Será Valentine.
— Explicate. — la cabellera rubia de James se hizo ver entre la multitud. Sus ojos azules la miraban con intriga, como siempre. El chico la idolatraba, para él Rachel era la figura de libertad y estaba decidido a seguir sus pasos.
Rachel sonrió para si misma. Ya tenía a alguien de su lado por muy loca que fuera su idea.— ¿Qué somos?
— Demonios. — contestó James firme. El único que contestó.
— ¿Y los demonios de qué lado estan?
— De Valentine pero nosotros vamos por nuestra cuenta. — siguió contestandola el rubio.
— ¿Y quién sabe que vamos por nuestra cuenta?
— ¿Qué tienes pensado? — se atrevió a preguntar Dean, uno de los más nuevos en el grupo.
Una sonrisa macabra apareció sobre los labios de Rachel. — Que nos enseñe unas cosas y después comenzará la diversión.
Todos comenzaron a gritar como si estuvieran en la película de 300, excepto Dante que se acercó con cautela a ella y la agarró del hombro para atraer su atención. — ¿Vas a torturar a un seelie? — preguntó asustado.
— No te equivoques, vamos a torturar a un seelie.