1: Serendipia

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Después de varios largos segundos intentando abrir los ojos, me desperté en mi cama

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Después de varios largos segundos intentando abrir los ojos, me desperté en mi cama. Y en mi habitación, que por suerte, tenía mucha más luz que esa pesadilla. Me estremecí de pensar en el sueño tan angustioso y lo que me había costado despertar de él, pero con mi ropa de diario y un poco de máscara de pestañas ya volvía a sentirme más yo.

Bajé al salón y lo primero que me encontré es a mi hermano Nick correteando por la estancia mientras hacía volar sus cohetes de juguete; la voz de mi madre llamándole a gritos retumbaba desde la cocina. Me acerqué a ella para darle los buenos días, pero antes de poder besarle en la mejilla, se quemó con la sartén en la que estaba preparando las tortitas del desayuno.

—¡Ay! —exclamó mamá—. Si es que no se puede estar a varias cosas a la vez. ¿Y dónde está tu hermano? ¡Va a llegar tarde a la escuela!

—Ya lo cojo yo —sonrió mi padre con Nick colgado de su hombro. Lo bajó con mucha habilidad de las alturas y lo sentó en una silla. Mi madre colocó los platos y ambos comenzamos a devorar la torre de tortitas recién hechas.

Papá encendió la televisión y se sentó frente a nosotros, mirando a la pantalla. El presentador de las noticias apareció hablando -o más bien despotricando- sobre los últimos acontecimientos sucedidos en nuestro país, Serendipia. 

Hace muchos años, tantos que ni yo había nacido, nuestra presidenta Susan tomó el control del país, que lleva gobernando con mano dura desde hace 45 años. Es una mujer alta y rubia, que a pesar de su edad -75 años- no tiene ninguna arruga en su piel y parece más joven que muchos adolescentes. Demuestra mucha fuerza en su voz y sus gestos, y no es para menos, pues con los tiempos que corren, en los que La Resistencia se ha hecho más y más fuerte para conseguir derribar su dictadura, se ha vuelto más arisca si cabe recordar.

—Paul, deja de ver la tele y acábate el café; tú también llegarás tarde al trabajo.

—A sus órdenes, presidenta Susan. —Mi padre bromea con el nombre de mi madre, ya que se llama igual que nuestra presidenta.

—No seas tonto —le replica—. Y tú, Loreen, acábate el desayuno también.

Mamá se caracteriza por su mal humor a primera hora de la mañana, igual que la Susan que sigue apareciendo en la tele.


Salí de nuestra casa en dirección al instituto con mi bicicleta de ruedas, algo poco corriente en el año 2300, en el que todo el mundo solía ir con patines voladores o bicis supersónicas, y no hablemos de los artilugios que ayudan a que los coches se desplacen sin tener que rodar la carretera. Sin embargo, me gustaba esta forma tradicional de conducción, mover las piernas y sentir la adrenalina y la energía en cada pedaleo.

Me adentré en el bosque, mi atajo particular para llegar pronto al instituto, aunque estaba prohibido para los ciudadanos de East Valley adentrarse en territorios naturales que el Gobierno no pudiera controlar y no supiera qué se iba a encontrar ahí. No hice caso de las normas y advertencias de seguridad que aparecían y seguí pedaleando hasta adentrarme todavía más entre el bosquejo. 

RESISTENCIA [EN EDICIÓN] [COMPLETA] #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora