2: Realidad

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Lo primero que hice al entrar a mi habitación fue tirarme sobre la cama

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Lo primero que hice al entrar a mi habitación fue tirarme sobre la cama. Con las prisas de esta mañana no había tenido tiempo de hacerla, así que mi manta floreada y las sábanas estaban hechas un revoltijo sobre el colchón. Aria y yo habíamos pasado toda la tarde eligiendo atuendo para la fiesta de graduación del instituto. Yo me decidí rápido, pero a ella le costó tres horas y un par de kilómetros de tiendas escoger el modelito adecuado. Ni en una clase de Deporte hubiera hecho tanto ejercicio.

Tenía la sensación de que el tiempo corría a un ritmo vertiginoso, de que fue ayer cuando mis padres me pagaron la matrícula para ir a clase, y ahora solo quedaban unas semanas para dejar el instituto. Por dentro hacía tiempo que dejé de sentirme una niña, pero por fuera todavía lo parecía, o al menos eso pensaba el mundo que me rodeaba. 

Me levanté de la cama y me puse frente al espejo. ¿Qué tal un cambio de estilo? Mamá siempre viste de negro cuando sale a cenar con papá y parece mucho más mayor. ¿Y un corte de pelo sobre los hombros?

Me frustré y volví a acurrucarme entre los cojines de mi cama. Esperaba que con un título bajo el brazo y camino a la universidad, mis padres, vecinos y amigos me consideraran por fin una mujer. Una mujer decidida, fuerte y valiente, o eso era lo que mi corazón sentía.

Recordé la clase de hoy y como Ian y la profesora habían hablado con tanta dureza de La Resistencia. ¿Acaso la alternativa de vivir en un mundo encadenado era mejor? Apenas teníamos lugares de ocio para ir, ni bibliotecas para leer, ni museos que visitar. Vivir en Serendipia era un auténtico aburrimiento. Cuando una persona acaba el instituto, si tiene el dinero suficiente puede escoger ir a la Universidad, o comenzar a trabajar, que era lo más usual. Demasiadas manos para tan poco empleo. ¿Qué iba a ser de mi futuro?

En los últimos meses no había parado de leer en secreto textos y recortes en el periódico sobre La Resistencia, un movimiento surgido hace años, pero ahora parecía que se había convertido en un grave impacto contra la reputación de El Gobierno. Todavía no habían averiguado con exactitud su posición o su refugio donde se agrupaban junto a ellos familias desahuciadas, bien por posicionarse contra el arcaico y dominante pensamiento de nuestra gobernanta o por apoyar a los propios insurrectos solo por compasión.

Me estremecía pensar que esto iba a ser siempre así, una lucha entre dos mundos enfrentados, cada uno con su verdad y su poder. Siempre pensé que la gente que apoyaba al gobierno de Serendipia lo hacían por miedo, pero poco a poco pude corroborar cómo funcionaba el lavado de cerebro que le habían hecho a la población en general para someterles a sus deseos. Han aceptado que un gobierno tomado a la fuerza y no democráticamente es lo correcto para mantener la seguridad de su país, y ahora creen estar en una constante tranquilidad y protección imaginarias. Pocos países quedaban en pie por aquel entonces; el nuestro era el más poderoso hasta la fecha.

Por mi parte, evité no pronunciar nunca mi opinión en público sobre mi indignación por la resignación de mis conciudadanos. Ni siquiera a Aria, aunque expresábamos nuestros pensamientos políticos con palabras cifradas, sin confirmarlo al cien por cien. A pesar de que nuestra confianza era absoluta, parte de su familia trabajaba en El Gobierno, y no podía fiarme de que ellos nos escucharan, preocupados por si su hija adolescente e influenciable se habría unido a alguna célula de La Resistencia.

RESISTENCIA [EN EDICIÓN] [COMPLETA] #PGP2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora