Everybody lies
Aquella niña me ponía nervioso. Cada domingo era lo mismo, la tenía frente a mí recitando versículos y cantando himnos con la mirada fija en mis ojos. A pesar del pobre concepto que tenía de mi aspecto físico y luego de superar una paranoica teoría sobre la clarividencia y mi alma pecadora expuesta, empecé a creer que su forma de actuar estaba dirigida a conquistar mi gracia. ¿Qué otro motivo tendría una quinceañera para asistir sola a misa donde el único espécimen de su edad era el desgarbado hijo del pastor? Incluso yo hubiera preferido estar en cualquier lado antes que aquí, aunque sabía guardarme muy bien ese pensamiento.
Luego de meses ahogado en conjeturas, decidí arriesgarme; no como acto de valentía, sino de supervivencia. Una persona como yo, que oculta tanto de sí mismo, puede llegar a sentirse extremadamente angustiado ante otro ser humano que lo escudriña tan detalladamente. Los oficios religiosos ya eran bastante difíciles de soportar por si solos, pero esa mirada logró convertir en una tortura cada domingo desde su llegada. Ya no lo soportaba y por eso mismo actué.
Si hubiera sospechado lo que desencadenaría la sonrisa que le dediqué, jamás habría dejado caer la máscara.
Iniciación
Franqueé las amplias rejas rápidamente. El sistema de seguridad para ingresar al enorme terreno hace tiempo había dejado de parecerme excesivo, más nunca tan molesto. No sólo tenía que entregar todas mis identificaciones para escanear en la caseta de vigilancia donde Alvin me saludaba desde hace tres años siempre igual, sino que, además, una vez abiertas las rejas, debía adentrarme casi de costado antes que se vuelvan a cerrar estrepitosamente. Una vez dentro debía caminar los 300 metros de parque que se extendía frente la fachada del castillo medieval que era mi lugar de trabajo. Nunca fui bueno para levantarme temprano y estos meses sin rutina habían hecho pedazos la poca voluntad que había logrado reunir en los años de trabajo en "Atenea's Place". Aunque debía admitir que el paisaje que se me presentaba era bastante majestuoso, cuando estaba llegando 40 minutos tarde, odiaba cada canterito de mierda distribuido estratégicamente para que me lo llevara puesto en mi improvisada maratón.
Juan Carlos iba a asesinarme.
Entré sin prestar atención a la recepcionista, a los enfermeros, ni a los internos, tratando de olvidar que, si estaban siendo conducidos al parque externo, claramente no eran 40 minutos los que llevaba de retraso. Las salidas «verdes» eran organizadas con extremo detalle para que la vigilancia no tuviera margen de error, ni hubiera personas externas a la institución. Un interno prófugo no era sólo un dolor de cabeza para la junta directiva, sino un riesgo potencial para la población.
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Bifurcado
General FictionJavier es un psicólogo forense empecinado en develar las verdades que se ocultan en la oscuridad del ser humano. Su mente extremadamente analítica le permite ver mas allá de las simples palabras, y pone su don al servicio de los que más lo necesita...