No quedaba nada: aquél que ya no quería nombrar, había desatado su castigo.
Sabía quién era la sombra, así como sabía que jamás olvidaría nada de lo que ella había provocado. Pero cuando quise hablar, cuando las preguntas cayeron sobre mí, sólo pude concentrarme en las últimas palabras pronunciadas por mi padre, rígido ante mis ojos una vez que logré abrirlos por primera vez.
—¿No te lo advertí? ¡Dime! — gritó agarrándome los brazos que aún no respondían — ¡¿No te lo advertí?!
La furia en sus ojos azules no me era extraña. Lo que no entendía era por qué luego de sus gritos, se aferró a mí cintura y empezó a convulsionar con su cabeza escondida en mi cuerpo.
¿Realmente era él?
Sentí la humedad traspasar la fina tela de la bata que llevaba puesta.
Sentí ruidos que se asemejaban a sollozos.
Sentí tantas cosas extrañas que sólo quería volver a dormir. Mi cuerpo pareció escuchar mis deseos, haciendo que mis parpados se cerraran justo cuando alguien más entraba.
—¿Despertó? —la voz femenina me hizo estremecer en medio del vaho que me encontraba.
—Fue solo un segun...
Ya no escuché más. Sólo me llevé conmigo lo importante:
Él me lo había advertido.
Y por eso, cuando lamentablemente volví a la realidad definitiva; callé, aguantando mi destino como el hombre que estaba dispuesto a ser a partir del momento en que supe que estaba solo.
- Niebla -
—¡Dios!— me escuché pronunciar antes de rodar rápidamente desde el costado de la cama al piso. La bilis en mi garganta no me dejaría llegar al baño. Doblado sobre mí mismo, dilatando lo inevitable, sentí el sabor agrio y las arcadas acuchillarme. El sudor de mi espalda desnuda, alejada de las mantas y ante el frío material del suelo, hizo más intensa la sensación. El escueto contenido de mi estómago se materializó frente a mí en segundos, dejándome paralizado y débil.
Que perfecto amanecer.
Permanecí tirado allí hasta que el olor se hizo más insoportable que la sensación de vacío e inestabilidad. Me levanté como pude para ir a buscar el único trapo que tenía en toda la casa mientras mis pensamientos comenzaban su insoportable rutina. Ya había tenido estos despertares en los cuales mi cuerpo no soportaba las imágenes que mi pesadilla le presentaba, a él no lo podía entrenar como a mi mente. La sensación del desagradable olor tardaría horas en desaparecer.
Una vez terminada la asquerosa tarea, volví a la cama rogando que el despertador me revelara que faltaba poco para iniciar mi jornada. Al fin había podido dormir un día entero, pero los desórdenes en el sueño no sólo me cobraban insomnios aún más largos que sus curas, sino que me daba una señal clara y titilante del estrés que padecía por mucho que intentara controlarlo.
Refregándome el rostro, ignoré los extraños ruidos de mi estomago mientras calculaba cuantas horas había pasado sin comer.
Dormir, desde mi adolescencia, siempre fue un tema complicado: o lo hacía por tres o cuatro horas máximo, o directamente podía pasar un día entero en los brazos de Morfeo. Realmente disfrutaba cuando me perdía ante el cansancio del cuerpo, luego de vigilias que se presentaban disparadas por la ansiedad de alguna tarea: llegar al punto de no sostener mis ojos era sinónimo, al fin, del cese de las voces en mi cabeza. Era algo contra lo que no luchaba; la noche siempre se me asemejaba más amigable que el día e incluso, cuando obviaba las pesadillas, mis sueños por muy extraños que fueran eran algo que me fascinaba. Mi gran imaginación onírica se me presentaba mucho apetecible que los días que pasaban sin gloria mientras yo ni me enteraba bajo las mantas.
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Bifurcado
General FictionJavier es un psicólogo forense empecinado en develar las verdades que se ocultan en la oscuridad del ser humano. Su mente extremadamente analítica le permite ver mas allá de las simples palabras, y pone su don al servicio de los que más lo necesita...