Como seres pensantes, en algún momento de la vida llegamos a la conclusión de la mentira del libre albedrío: todo esta predefinido por lo externo, por la ilusión de una minoría que, aprovechándose de tu debilidad, de tu insignificancia, de tu miedo, domina el mundo haciéndote creer que no tienes el poder de parar la rueda del sistema.
Lo peor es que tienen razón.
¿Por qué? Porque la verdad es que hay muy poca gente libre en este planeta. La libertad no es proclamarte anarquista, no es leer filosofía y llamarte nihilista, no es hacerte vegetariano e irte a luchar por los árticos, ni misionar en áfrica por una semana; ni vivir como si todo fuera una mierda mientras escuchas música heavy metal y crees ser el único ser retorcido que habita la tierra: Estas son sólo unas pocas de las tantas pavadas que se te pueden ocurrir para creerte diferente o parte de un cambio que, déjame decirte, es otra forma de engañarte ante tanto miedo.
Sigues siendo un clon descerebrado, idéntico a los demás.
Tú lo sabes, aquél lo sabe y yo lo sé. Sin embargo, nada pasa.
El cambio no llega cuando toda la masa obtusa empieza a moverse para el mismo lado.
El cambio llega cuando te entregas o te empujan, al conocimiento: a la decadencia de saber que todo lo aberrante que plaga el espacio terrenal, es producido por gente común.
Gente como tú y yo.
Muy pocos podemos sentir esa conciencia, ese desgarro y sobrevivir.
Aquellos que lo logramos, encontramos un regalo que transforma el ser de una forma imposible de describir. La libertad no se define; eso sería limitarla y convertirla en una palabra falsa, en basura sin sentido.
Y aquí estoy yo: uno de esos neófitos del quiebre.
Uno que nació de la puja entre lo que quieres y lo que debes.
He aprendido a vivir y alimentarme entre las máscaras, en lo profundo de la oscuridad, rodeado de sombras que al verme ocultan sus rostros entre las manos pero que no pueden evitar espiar, morbosas, los actos de mi hambre.
Pero he cometido un error: creí, falsamente, que podría reinar en cuanto lograra escuchar las cadenas que la sociedad había puesto entorno a mí, caer ante la voluntad de ser.
Si quería ganar, necesitaba estar atento al sonido de los quiebres. Algo realmente difícil, ya que no había cosa que me incitara más a entregarme a mis placeres que la debilidad de los otros. Y por apresurarme en mi conquista, olvidé que los actores que necesitaba para mi banquete, debían ser cocinados a fuego lento antes de ofrecerme su carne como sacrificio para la conversión.
Javier no contestaba mis llamados.
Pero otro sí. Y ese era, justamente, aquél que traería al hijo prodigo de nuevo a mí.
Su entrega era mi único objetivo.
El circulo no se cerraría hasta recrear la escena más exquisita.
- Cazador -
—Creo que tenemos un problema de comunicación, Santiago.
—Sólo he venido a pedirte que no me busques más— mintió.
Había acudido al segundo llamado, no se podía resistir a mí.
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Bifurcado
General FictionJavier es un psicólogo forense empecinado en develar las verdades que se ocultan en la oscuridad del ser humano. Su mente extremadamente analítica le permite ver mas allá de las simples palabras, y pone su don al servicio de los que más lo necesita...