Parte 17

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-Empiezo a creer que esa señora realmente no tiene corazón -afirma Cristian furioso por no obtener noticias de Rosa.

-Tal vez no lo estemos enfocando correctamente –comenta su hijo- Es cierto que se ven menos barcos de Peter por el puerto, lo que claramente afectará a la economía de su familia, pero tal vez sea mejor atacar de una forma más..., directa.

-Tal vez tengas razón Edward. Ni la persona más fría soporta perder a un ser querido. Me gusta como piensas.

Sentados en la mesa del despacho de Cristian, padre e hijo celebran otra de sus muchas reuniones sobre planes de acción. Edward es, claramente, la mano derecha de su padre. La persona a la que recurre cuando necesita consejo y, la persona que el capitán Nis quiere que herede el barco. Por eso ha de demostrar ser digo del título de Capitán. Es un trabajo duro. Ganarse la fama y el respeto, necesarios para que cualquier tripulación te siga ciegamente, no es fácil. Y esto se consigue sembrando el miedo y el terror entre los demás seres humanos.

Las manos del joven no están limpias de sangre. En realidad, las de ningún pirata lo están, pero sus métodos a veces llegan a ser crueles y despiadados. No le gusta hacer prisioneros y, no tiene compasión. No como Nicolás, tener corazón no es una buena cualidad para un pirata. Por eso le mantiene al margen de todo lo importante.

-¿Entonces volvemos a Alle?

-Parece que sí. Ve a dar la orden de inmediato. Estoy deseando ver a Rosa y tener una charla con ella –indica Cristian al muchacho con un tono de voz tranquilo, pero que deja ver claramente que se trata de una orden que debe obedecer.

Edward sale del despacho dejando a su padre sentado en la mesa frotándose las manos y, regodeándose en algún oscuro pensamiento sobre cómo obtener lo que Rosa no quiere decirle.

Él también sonríe. Aún no sabe lo que su padre trama, pero seguro que es despiadado y cruel.

***

Ana no puede dejar de pensar en el barco de la cueva.

Miles de preguntas rondan su cabeza. Miles de respuestas que tal vez sea mejor desconocer.

-Últimamente pareces distraída –comenta Rita preocupada.

-Estaba pensando en la boda. ¿Has logrado convencer a Cristina de que me deje participar en la organización?

-No cariño. Cristina tiene las ideas bien claras. Incluso mi opinión apenas cuenta. ¿Estás segura de que es solo eso? –Insiste su madre- Últimamente pasas más tiempo con Daniel que en casa.

-En serio que estoy bien.

-¿Segura? A veces creo que vosotros dos tramáis algo. ¿Hay algo que quieras contarme? La gente empieza a murmurar que sois más que amigos.

-Oh, ¿Yo y Dani? No mamá. Eso es imposible –responde la muchacha conteniendo la risa- Si me disculpas, necesito que me dé un poco el aire.

Dicho esto, la joven se pone en pie y se dirige a la terraza del salón de bailes.

-Ana –la llama Guillermo cuando pasa a su lado- te estaba buscando –miente- ¿Quieres bailar? ¿Tomar algo? ¿Charlar un rato?

-Ahora no Guillermo, ¿Por qué no vas a cortejar a alguna de tus amantes?

-Pero, ¿Qué te he hecho? ¿Estás molesta conmigo? -pregunta él sorprendido.

-No, es más bien con tu madre.

-¿Mi madre? Tiene que ver con la boda, ¿verdad?

-Sí, pero este no es el mejor sitio para hablarlo. ¿Vienes mañana a buscarme a casa?

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora