Parte 23

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La puerta de la despensa se abre. Ana retrocede en un auto reflejo por protegerse del visitante, pero resulta ser solo Nicolás.

-No pude venir antes –se disculpa él mirando al suelo.

-¿Has venido a sacarme de aquí? -pregunta ella esperanzada.

-No. En realidad, solo venía a ver como estabas. Pero prometo sacarte de aquí esta noche, mientras la tripulación duerma.

-¿Puedo confiar en tu palabra? -pregunta la joven recelosa -. ¿Por qué quieres ayudarme? Has dejado que me secuestrasen y me encerrasen aquí abajo. Es más, creí que ni siquiera vendrías a verme.

-Sabes que sí, Ana. Hasta ahora no te he fallado.

-Sin embargo, aquí estoy. Soy prisionera de tu padre y no has hecho nada para evitarlo.

- ¿Y enfrentarme solo a toda la tripulación? No soy un suicida, Ana. No puedo enfrentarme a él en público.

Ana no responde. Se siente traicionada.

-Por favor Ana. Sabes que nunca te haría daño. Mi padre quiere encontrar el tesoro de Eric Atnecan y nada le detendrá en su propósito.

-Y, sin embargo, me dejaste a solas con él, y con tu hermano.

-Lo siento, Ana. ¿Estas enfadada por eso? -pregunta él comprendiendo por fin donde quería ir a parar la joven-. Ellos no confían en mí. Me mantiene fuera de todos sus planes. Cuando mi padre se retire, o muera, el barco pasará a manos de Edward. Él cree que yo no tengo madera de pirata. Supongo que tiene razón, pero tiene sus ventajas -le sonríe en un gesto cómplice, pero ella continua seria-. Sabía que no te harían nada. Te necesitan viva, al menos por ahora. Si te pasase algo, Rosa jamás le daría la información que desea de ella.

-Pero sabes que mi abuela no tiene esas respuestas.

-Lo sé, Ana. Por eso voy a sacarte de aquí esta noche, lo prometo. Confía en mí. No permitiré que te hagan daño.

Ana decide que va a confiar en su palabra. No tiene otro remedio. Además, él tiene razón, nunca la ha traicionado.

-¿Y si nos descubren? -pregunta nerviosa.

-Ya pensaremos en algo si eso pasa. No pienses en eso ahora. Pero si te quedas, te matarán en cuanto dejen de necesitarte. Cuando tu abuela hable, no creo que mi padre os deje marchar con vida a ninguna.

Él se sienta a su lado en el frio suelo y le toma la mano. Ella acepta su gesto tranquilizador. En realidad, su presencia le transmite seguridad y se alegra que esté allí, jugándose un castigo por ayudarla. Se vuelve hacia él y le mira con preocupación.

-Ese es el problema, que ella no sabe lo que él quiere que le cuente. O eso creo -añade dubitativa-. Yo, al menos, no le he contado aún lo que hemos descubierto en la cueva secreta.

Él permanece callado un largo rato, reflexivo. Ella le observa seria y preocupada. De repente Nicolás le sonríe, gesto que delata claramente que algo trama.

-Digámosle lo que quiere saber -declara -llevémosle hasta el barco de Eric.

-Pero me matarán en cuanto obtengan lo que buscan.

-No lo harán. Tengo un plan, les tenderemos una trampa. No te preocupes, todo estará bien. Vendré a buscare esta noche –dice él poniéndose en pie para marcharse.

-¿No me vas a contar en que consiste ese plan?

-Aún no, tengo que perfeccionarlo primero.

-Te tomo la palabra. No me traiciones, o no volveré a confiar en ti.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora