Parte 22

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Alguien llama a la puerta y Rita acude a abrir.

Ante ella se encuentra un joven al que nunca ha visto antes. Por un instante piensa que se ha podido equivocar de puerta, pues viste bastante desalineado. Lleva una camisa blanca algo agrisada pro elegante que destaca sobre unos pantalones desgastados y medio rotos. ¿Qué se le ha podido perder a alguien así en su casa?

La mujer se dispone a informarle de que seguramente la persona que busque no esté allí cuando él se le adelanta.

-¿Es esa la casa de los Orraban? Traigo una carta para la señora Rosa -informa mostrando el sobre blanco.

Rita duda, ningún cartero se atrevería a presentarse con ese aspecto ante la casa de una familia pudiente. Pero, si la carta va dirigida a su suegra, tal vez deba entregársela.

-Sí, esta es la casa. Gracias por traer la carta, yo se la entregaré -se ofrece extendiendo el brazo hacia el sobre.

El chico, que apenas debe tener un par de años o tres más que Ana, le entrega el sobre con bastante recelo y timidez.

Rita observa el sobre, que no trae remitente.

-¿Podría decirme quien se la envía? -pregunta por educación.

-Oh, dígale que es de un amigo –sonríe el chico antes de alejarse sin dar más explicaciones.

Rita cierra la puerta y vuelve a observar el sobre. ¿Quién será ese misterioso amigo? Se pregunta antes de dirigirse en busca de Rosa.

***


Rosa abre el sobre en cuanto Rita se lo entrega. Con delicadeza sus pálidas manos despegan la parte superior del mismo y extraen la carta que contiene.

Estimada Rosa,

Lee en silencio.

Espero que pienses en mí igual que yo pienso en ti.

Estoy seguro que lo harás, pues poseo algo que tú seguro desearás recuperar. Si quieres volver a ver a tu nieta con vida será mejor que te reúnas conmigo mañana al amanecer junto al acantilado.

Piénsate bien en contarme la verdad sobre Eric. No querrás llevarte un cadáver a casa, ¿verdad?

Un cordial saludo,

Cristian Nis.

Al terminar de leer la carta, su cara, ya de por sí pálida, pierde todo color.

Rita la mira preocupada temiendo que le haya podido dar algo.

-Rosa, ¿Te encuentras bien? -pregunta acercándose a contemplar si tiene pulso.

La mujer no responde. Tiene la mirada perdida fija en la carta, pero no parece estar leyéndola.

Rita decide arrebatarle la carta y comienza a leerla. Rosa no parece darse cuenta. Conforme lee también a ella le desaparece el color. Se lleva una mano al corazón y sale corriendo en busca de su marido.

***

-Diego, tenemos un problema –Peter interrumpe en el despacho del conde sin siquiera llamar a la puerta. Parece realmente nervioso.

-¿Qué sucede? ¿Otra vez los piratas? -pregunta Diego sin levantar la cabeza del papel que está leyendo.

-Esta vez es realmente grave, han secuestrado a mi hija –chilla Peter claramente alterado.

-¿Qué?-pregunta el conde saltando de la silla.

-Han enviado una nota de rescate.

-Entonces paga el rescate y no me molestes. Sabes que no me sonríe la fortuna. Ya mandé mis barcos en tu ayuda una vez. No esperes que lo haga dos veces.

-No deja de ser la futura esposa de tu hijo. Aún estoy a tiempo de anular el compromiso –amenaza-. Además, no puedo pagar el rescate.

-¿Cuánto piden? No puede ser tanto –exclama Diego dejando el folio sobre la mesa para atender mejor a su invitado.

-No es cuánto, sino el qué. Piden una información que desconocemos. Por eso te pido ayuda.

-¿Información? ¿Sobre qué? Tendrás que explicármelo mejor, Peter. ¿Qué clase de información pueden querer unos piratas de tu familia?

-Básicamente mi madre debe estar metida en alguna clase de lío relacionado con los piratas. El capitán Nis le ha enviado una nota pidiendo verla. Si no lo dice lo que él cree que ella sabe, matará a Ana.

-¿Tu madre? Pero si ella no se relaciona con nadie desde hace años. ¿Qué puede saber ella que les interese tanto?

-No me lo ha querido decir. Pero ese hombre ha estado rondando nuestra casa varias veces los últimos meses. No le denunciamos porque no sospechamos que fuese un pirata -miente.

-Ya entiendo. Así que el capitán Nis cree que tu madre sabe algo que a él le interesa, pero ella no se lo quiere decir, ¿no?

-Sí. Ella afirma que él la ha confundido con otra persona, aunque no me ha querido decir con quién. Afirma que le ha intentado explicar que se equivocaba, peor él no la cree y, ahora Ana está en peligro -Peter no está muy seguro de que Diego se vaya a creer su historia, pero el nerviosismo en su voz y la noticia que le ha traído juegan a su favor y el conde decide aceptar su explicación por válida.

-¿Y cuándo sería esa reunión? -pregunta realmente interesado en el asunto.

-Mañana al amanecer -le confiesa Peter.

-Bueno, veré que puedo hacer – intenta tranquilizarle diego dando por zanjado el tema.

Peter es consciente de que no puede sacar anda más del conde. Por ahora es mejor dejarlo ahí, pues en realidad a Diego le interesa ayudarle, pero nunca lo reconocerá en voz alta. Es un hombre orgulloso. Seguramente ya esté pensando en como rescatar a la futura esposa de su hijo.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora