Parte 26

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Diego había ido a ver a Peter a última hora de la tarde acompañado de su hijo.

-He estado hablando con Guillermo, aquí presente -le había explicado a su anfitrión-. Está dispuesto a ir en el lugar de Rosa.

-¿Ese es tu plan? ¿Mandar a Guillermo en lugar de mi madre? ¿Cómo va a rescatar a Ana él solo? -le había preguntado Peer con preocupación.

-Porque le recordará al capitán Nis que hicimos un trato y, el secuestro de Ana lo ha anulado -le había explicado el conde.

-¿Y si no quiere liberar a mi hija? -le había preguntado Peter.

-Entonces mandaré a mi guardia personal a detenerle. Estarán esperando a una distancia prudente.

Ahora Guillermo se encuentra de camino a la playa, solo, aunque el conde ha asegurado que su guardia le seguirá de lejos. Sin embargo, Peter duda de su eficacia frente a los piratas y espera nervioso las peores noticias posibles.

***

Cuando los dos jóvenes salen de la cueva, hace ya un buen rato que ha amanecido. Los dos amigos se ven obligados a parpadear varias veces para acostumbrarse al repentino exceso de luz. A lo lejos, en la playa, una figura contempla el acantilado. Se trata de Guillermo. El joven está solo. ¿qué habrá venido a hacer allí? Más arriba, en el camino, demasiado lejos para ser de ayuda, esperan una docena de guardias. Ana los contempla negando con la cabeza. En realidad da lo mismo que estén como que no, no servirían de nada estando tan lejos.

El hijo del conde acude al encuentro de Ana en cuanto la ve.

-Oh, Ana, cuanto me alegro de que estés bien -comenta al reunirse con ellos-. ¿Cómo has escapado de los piratas?

-Aproveché que tuvieron un momento de distracción y salí corriendo -explica ella.

-¿Y te han dejado ir así sin más? ¿Están por la zona?

-Guillermo, agradece que no estén aquí, no podrías haberles vencido a todos. Y tus guardaespaldas no llegarían a tiempo para rescatarte estando allí arriba.

-No pensaba luchar contra ellos. He venido a negociar tu rescate, Ana. Pero veo que ya no hace falta.

-No, no hace falta. Como puedes ver me las se arreglar bien sola.

-Tan bien no te las debes arreglar si te habían secuestrado -le recuerda él.

-Y tú te crees invencible para haber venido hasta aquí sin refuerzos -se defiende ella.

-No eres quien para decirme lo que tengo que hacer –le grita ofendido.

-Era solo una observación -puntualiza la joven clavando sus ojos marrones en los de él, desafiante.

-Pues guárdate tus observaciones para ti –le sugiere en tono amenazante-. Ahora vámonos antes de que aparezca alguno de esos asquerosos piratas.

-Los piratas no son asquerosos –le responde ella sin moverse del sitio.

-¿Te han lavado el cerebro en tan solo veinticuatro horas con ellos?

-No lo han necesitado.

-¿Entonces dices que son bondadosos y educados? -pregunta el en tono burlón. Ella agacha la mirada abochornada-. Vámonos ya, el tiempo es oro –la apremia agarrándola del brazo con más fuerza de la necesaria y tirando de ella hacia el límite de la playa.

-Eh, me haces daño -se queja Ana intentando seguirle el paso, pero él no la sujeta menos fuerte por ello.

-Déjala en paz, Guillermo -interviene Daniel cortándole el paso.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora