Parte 10

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-Estoy seguro de que esa mujer esconde algo –confiesa Cristian-, pero no parece muy dispuesta a compartirlo.

-Es lógico. ¿Qué esperabas? –comenta Edward con sinceridad.

Edward tiene razón. Fue muy optimista por su parte presentarse allí esperando que le contase todo sin más. A él, un desconocido que se presenta en su vida sin avisar. Fue muy ingenuo por su pare pensar que, solo con mirarle, esa fría mujer se derretiría y le confesaría todos sus secretos.

Llevaba ya varios años tras esa pista, desde que un día llegó a él el rumor de una nueva leyenda pirata. Desde entonces se ha dedicado a seguirle la pista por todos los mares, en busca de la verdad.

Así es como, hace algún tiempo, alguien le contó que Eric tuvo una amante. Ha seguido esa pisa durante meses y, por fin, ha dado con Rosa, la persona que, según él, tiene la respuesta a sus preguntas. Pero ella no quiere compartirlas.

-¿Y por qué no volver y sonsacárselo por las malas? -pregunta Edward sonriendo ante la idea.

Padre e hijo se encuentran reunidos en el despacho de Cristian. Cada uno se encuentra a un lado de la mesa multifuncional que hay en su centro. Han decidido dejar fuera de ese asunto a Nicolás, aún no ha demostrado ser digno de confianza. Cuanta menos gente lo sepa, mejor.

-No creas que no lo he pensado. Pero tampoco podíamos quedarnos allí sin un pan. Ya he tenido dos charlas con esa mujer y lo único que he descubierto es que no me tiene miedo. Lo cierto es que preferiría no tener que amenazarla directamente. La veo dispuesta a morir antes que a hablar.

-Entonces, ¿qué sugieres que hagamos, padre? -pregunta el joven intrigado.

-Estaba pensando en alguna forma de hacerle daño sin agredirla directamente a ella. Tal vez a través de su hijo, o de su nieta.

-¿Y por qué no lo has hecho ya?

-No seas impaciente Edward. Además, no conviene quedarse demasiado tiempo en el mismo lugar. Dejemos que reflexione un poco y volveremos a probar suerte en unos días. Mientras, podemos reflexionar sobre la estrategia a seguir –sugiere con malicia recalcando la palabra Reflexionar.

-Lo único que no entiendo, padre, es qué interés tienes en encontrar "La Rosa Blanca", ¿No se supone que se hundió en el mar hace 45 años?

-Eso es lo que todo el mundo cuenta, pero yo no lo creo. Ese barco está en algún lugar esperando a que alguien lo encuentre. Estoy seguro que allí hallaremos la clave para encontrar los tesoros que Eric Atnecan tanto apreciaba.

En ese momento alguien llama a la puerta, interrumpiéndoles.

-Será mejor dejar este tema por ahora, tenemos un barco que atender –declara Cristian levantándose para responder al intruso.

***

Ana está con su abuela en el salón.

Hace ya dos días que se marcharon los piratas.

Desde que se fueron Rosa está más callada que de costumbre. Parece preocupada por algo y, eso hace que Ana se sienta aún más preocupada.

Ella también lleva todo ese tiempo reflexiva. ¿Qué pasaría si Nicolás fuese un pirata? Toda su vida le han enseñado que los piratas son peligrosos, que secuestran mujeres, que abusan de ellas y, que matan a la gente sin compasión por oro y joyas, o por simple placer. Pero ese muchacho no da la impresión de ser así. ¿Y si lo es?

-Abuela, –la llama tímidamente-, ¿Es cierto que tenías un amante?

-Oh cariño -responde Rosa volviéndose hacia su nieta-, no digas tonterías. ¿Dónde has oído eso?

-Bueno, son rumores que circulan por ahí –miente intentando quitarle importancia.

-No hagas caso de los rumores, no siempre son ciertos.

-¿Y en este caso? ¿Lo es? ¿Es cierto que era un pirata? –La aborda la muchacha mostrándose demasiado impaciente.

-En realidad el corazón no elige a quién amar –responde la mujer tranquila, sin negar ninguna de las preguntas de la muchacha.

-Entonces, ¿Es cierto?

-Lo es Ana. Creo que ya que te has enterado tienes edad para saberlo –le confiesa Rosa con tono tranquilo-. Pero está mal escuchar tras las puertas. No te hemos educado así.

La joven se pone roja por un instante confirmando la acusación de la anciana. Guarda silencio mirando al suelo, no muy segura de haber hecho lo correcto al dejarse llevar por la curiosidad.

-¿Y es cierto que papá no es hijo del abuelo? -Se atreve a preguntar al fin. Ya que ha empezado, de perdidos al río.

-Estabas escuchando cuando vino ese hombre a verme, ¿verdad?

Ana se sonroja de nuevo. Definitivamente la ha descubierto, no puede negárselo.

-Abuela, ¿Por qué vino a verte? ¿Qué quería? ¿Él también es un pirata?

-Eso son muchas preguntas Ana y, por desgracia, no puedo responder a todas. Solo te puedo decir que estoy segura de que es alguien peligroso. Debemos estar prevenidos.

-¿Papá lo sabe? ¿No deberías denunciarlo a las autoridades?

-No, aún no se lo he dicho. Ana, esto tiene que ser un secreto entre nosotras. ¿De acuerdo? -pregunta Rosa más seria que de costumbre.

Ana asiente. Es algo muy serio y, si lo cuenta, su abuela ya no volverá a confiar en ella. Además, ella también tiene un secreto y, algo le dice que ambos están relacionados. Es mejor no alarmar a su padre hasta no estar seguras de que haya algo de lo que preocuparse de verdad.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora