Parte 9

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Un ruido en la ventana la despierta a media noche.

-Nicolás –le llama intentando no levantar la voz- ¿Qué haces aquí?

-Venía a despedirme, mañana nos vamos. Mi familia no suele quedarse mucho tiempo en el mismo lugar –anuncia él con un tono de tristeza en la voz.

- ¿Volverás? -pregunta ella desde la ventana. Apenas se han visto un par de veces desde que se conocieron, pero tiene la sensación de que sería una pena no obtener su amistad.

-Eso no depende de mí -le revela él-, pero espero que nuestros caminos vuelvan a cruzarse. La próxima vez que nos veamos me gustaría poder encontrarte de mejor humor. Prométeme una cosa.

- ¿El qué? -pregunta ella curiosa.

-Que no dejarás que el asunto ese del estúpido conde te afecte. No te conozco apenas, pero sé que vales más de lo que crees. Me lo dice mi intuición. Veo en ti una chica fuete, pero dulce y sensible a la vez. Si ese tal Guillermo no lo sabe valorar, él se lo pierde.

-Muchas gracias Nicolás. Te prometo que no dejaré que me afecte.

Ana le sonríe en la oscuridad. Por suerte, él no puede apreciar el sonrojo de sus mejillas. Apenas le conoce, sin embargo, él ya ha aprendido como hacerle sonreír. Tras un corto silencio, la joven parece querer añadir algo más. Duda un instante y, finalmente, cambia de idea. Se despiden con pocas palabras y Ana vuelve a cerrar la ventana.

La muchacha se tumba de nuevo en la cama y por primera vez en mucho tiempo siente que echa de menos tener alguna amiga a su lado. Es cierto que tiene a Daniel, pero no es lo mismo. Ojalá las chicas de la alta sociedad del pueblo no fuesen tan..., repipis, tontas y presumidas. Además, nunca les ha caído bien. Tampoco ha tenido la posibilidad de hacer amigas en la ciudad. No tuvo la oportunidad. Daniel es su amigo solo porque su padre era informante y, ahora lo es el muchacho. Por otro lado, ¿qué daño podía hacerle un amigo? Mientras cumpliese con su deber y no olvidase su lugar, su amistad con Daniel no corría peligro.

¿Y qué opinarían de Nicolás? ¿Aceptarían que fuesen amigos? ¿Volvería a verle? ¿Había hecho bien en confiarle sus miedos y preocupaciones? ¿Sería de fiar? Demasiadas preguntas a las que buscar respuesta, demasiado en lo que pensar.

El cansancio se va apoderando de ella y, finalmente, no puede evitar quedarse dormida.

***


-Al parecer los piratas se han marchado. Aseguran haber visto el barco a varias millas de aquí. Esta vez no hemos tenido que lamentar casi perdidas –asegura Peter a su familia mientras almuerzan todos juntos en el comedor.

-Oh cariño, eso es una excelente noticia -asegura Rita con tono alegre.

-Lo es, con un poco de suerte podré recuperar todo lo que la visita de los piratas ha retrasado.

-Seguro que lo recuperaremos, cariño. La mercancía solo ha quedado retenida -le anima su mujer-. No te preocupes tanto Peter, los piratas no han atacado tus barcos.

-Tienes razón Rita, siempre ves lo positivo de todo -sonríe él.

Ana y Rosa, sin embargo, observan a la feliz pareja en silencio. Reflexivas remueven la sopa con gesto ausente.

Rosa piensa en Cristian. ¿Cómo no había caído antes? ¿Qué interés tendría un extraño en la vida de un pirata desaparecido si no fuese uno de ellos? Lo cierto es que no sabe muy bien qué buscaba ese hombre. Eric se gastaba todas sus riquezas en ella y su hijo. El barco era su único tesoro. El barco que se había hundido en una terrible tempestad no muy lejos de allí. ¿Sería que había leyendas circulando entre los piratas sobre el capitán Atnecan y sus tesoros? leyendas que ella, lógicamente desconoce. Sí, esa debe de ser la explicación al interés de ese hombre en ella y su pasado. Pensativa mira aliviada a su hijo, con un poco de suerte no se enteraría de que el hombre que había visitado a su madre varias veces esos días era aquel del que quería proteger sus barcos.

Ana por su parte piensa en Nicolás. Ese muchacho que apareció en el pueblo justo después que los piratas y, que se había marchado a la vez que ellos. ¿Sería uno de ellos? No, se dice, ese joven parecía alguien de buen corazón y, los piratas son crueles y despiadados, como los define Daniel. Debe de ser una coincidencia. Aunque tal vez... No. Se niega a aceptar esa opción. Las casualidades a veces existen, se intenta convencer volviendo a concentrarse en la comida.

Rita y Peter no parecen darse demasiada cuenta de que ellas no están atendiendo a la conversación. Están felices porque de momento tienen una cosa menos de la que preocuparse.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora