Parte 24

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Falta poco para el amanecer cuando la puerta de la despensa se abre.

Ana se encuentra dormida apoyada entre varias cajas de fruta.

-Ana despierta, es la hora –la llama una voz familiar mientras alguien la sacude suavemente.

-Nicolás, ¿qué pasa? -pregunta ella todavía medio dormida.

-Es la hora -repite él.

-¿Ya? ¿Tan ponto? -pregunta ella desorientada.

-Nos están esperando. He convencido a mi padre para que me dejase venir a buscarte. Quiere verte en su camarote.

-¿Me vas a dejar sola con él? -pregunta ella preocupada.

-Tranquila, no te hará nada. Solo debes cumplir tu papel.

-¿Podemos repasar el plan una última vez? -pregunta Ana buscando ganar algo de tiempo.

-Por supuesto. Has de convencerle de que estas dispuesta a colaborar, que tienes las respuestas que busca y que piensas contarle lo que sabes.

-Pero, ¿eso no es contarle la verdad?

-¿Y? La verdad consiste en un barco medio hundido en una cueva secreta, lleno de cadáveres de roedores y polvo. ¿Qué más da si lo sabe o no?

-Pero era nuestro lugar secreto -se queja ella.

-Lo sé. Pero, ¿Qué importa más, tu vida o nuestro secreto?

Ana abre la boca para protestar, pero no puede replicar ese argumento.

-Vamos -le apremia Nicolás-. Te están esperando.

Ana suspira. Intentando controlar sus nervios le sigue por el barco hasta el despacho de Cristian.

Fuera la noche empieza a clarear. No hay luna, pero aun así se ve perfectamente sin necesidad de una vela.

Nicolás entra en el despacho sin llamar. Su padre se encuentra de pie contemplando la maqueta de su preciado navío.

-Padre, ¿no querías ver a nuestra invitada? -pregunta el joven para llamar su atención.

-Gracias Nicolás por haberla traído. Ahora, ves a ver si la tripulación está lista. Ah, y dile a tu hermano que venga.

Nicolás asiente y sale de la habitación dejándoles solos.

-Bueno Ana, espero que tu abuela esté dispuesta a hablar. En cuanto estemos listos iremos a su encuentro. ¿Nerviosa?

El tono frio de su voz, su manera de afrontar la situación y, su actitud segura, son tres factores que harían derrumbarse a cualquiera, pero Ana no está dispuesta a dejarse amilanar.

-¿Y si ella no apareciese? -pregunta intentando mostrarse segura ante el pirata.

-¿Por qué no iba a i? ¿Acaso su familia no le importa?

-¿Por qué te interesa tanto obtener lo que quieres a través de Rosa? -pregunta la joven con verdadera curiosidad.

-¿Acaso hay otra persona que conozca esa información aparte de la amante del capitán Atnecan? Ana, deberías confiar más en el amor de tu abuela hacia ti. Tu vida depende de ello.

-¿Y si lo hubiera?

-¿Si la hubiera? -Cristian repite la pregunta del joven pensativo. Le ha pillado por sorpresa. ¿Podría haber alguien más que conociese el escondite del tesoro de Eric?

-¿Y si yo supiese donde puedes encontrar lo que buscas? -continuó ella con renovada seguridad.

¿Y si la nieta supiese donde se encuentra el tesoro del capitán de La Rosa Blanca? ¿Por qué no se le había ocurrido antes la idea de que la anciana hubiese confesado su secreto a su nieta?

-¿Lo sabes? -pregunta él incapaz de controlar su deseo de saber lo que ella puede contarle.

-No solo sé donde está, sino que estoy dispuesta a llevarle hasta allí. Pero no crea que le daré esa información a cambio de nada.

-Es lo más justo -acepta él.

-Es imple, quiero que dejes tranquila a mi familia.

-Eso es un poco difícil si sigues viéndote con mi hijo, Ana. Pero, si es tu deseo, no es mucho, pensé que me pedirías algo más complicado. Puedo hacerlo, siempre que tú decidas venir con nosotros. De lo contrario le partirías el corazón a Nicolás.

-¿Quedarme? ¿Cómo un rehén o como un igual?

-¿Acaso eso importa?

-Sí, claro que importa. Por ese motivo quisiera pedirle otra cosa. Mi libertad.

-Eso no es tan sencillo, Ana -comenta él acercándose hacia ella-. La verdad es que podría aprovechar tu presencia aquí para aumentar mis tesoros. ¿Cuánto crees que estaría dispuesto a pagar el conde por tu rescate? ¿Y tu padre? Según tengo entendido tu familia es la más rica de la ciudad.

La joven traga saliva, él se ha detenido justo frente a ella esperando una respuesta. Ana clava sus ojos en los del pirata en un pulso de fuerza y seguridad.

-Ese es mi precio. Lo toma, o lo deja. No creo que mi abuela acuda a la cita. Y, si usted acude, seguramente correrá el riesgo de ser arrestado. Soy su única vía para llegar hasta lo que busca.

-Oh querida Ana, el conde nunca me pondrá un dedo encima, tenemos un pacto. Mi libertad a cambio de mantener sus playas limpias de piratas.

-Pero usted ha roto su promesa, puesto que es un pirata y está en sus playas. Aún así, el alcalde si puede apresarle, o mi padre.

-Oh, ese comerciante. Peter es incapaz de sostener siquiera una espada, parece mentira que sea hijo de un pirata.

Ella no dice nada, se limita a sostenerle la mirada sin siquiera pestañear. Finalmente, él se ve obligado a ceder impresionado por la valentía de la joven. Parece una chica frágil y delicada, como la mayoría de mujeres de buena familia, pero es valiente y testaruda. Ha conseguido impresionarle y por eso decide concederle su deseo.

-Está bien. Tú ganas. Tú me llevas hasta el tesoro y yo te dejo ir.

-¿Eso significa que tenemos trato? -pregunta la chica esperanzada.

-Me temo que sí -confirma él suspirando. En su voz se puede distinguir un cierto toque de abatimiento.

En ese momento llaman a la puerta y entre Edward.

-Padre, ¿Querías verme? Ya está todo listo para desembarcar.

-Sí. Hayun pequeño cambio de planes, no iremos a reunirnos con Rosa. Su nieta ha prometidomostrarnos el tesoro de Eric ella misma

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora