Parte 18

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El día transcurre lentamente.

Ana da vueltas por la habitación.

Lleva horas esperándole, pero él aún no ha aparecido. Empieza a creer que no vendrá.

Alguien llama a la puerta. La reclaman en el piso de abajo. Han venido a buscarla. Pero solo es Daniel. Había olvidado que últimamente se veían casi todas las tardes.

-Hola Dani, estaba esperando a otra persona –le saluda entre aliviada y decepcionada.

-¿Decepcionada entonces? -bromea él.

-No, más bien aliviada. Empieza a ser tarde, no creo que él venga hoy. ¿Nos vamos?

-¿Él? -pregunta Daniel sin comprender.

-Luego te cuento -responde ella en voz baja antes de echar a anda en dirección opuesta a su casa. Su amigo no puede hacer otra cosa más que seguirla y aguantarse la intriga de a quién está esperando Ana.

Juntos salen del pueblo en dirección a su escondite en el acantilado. Pese a lo tenebroso del navío hundido en el centro del salado lago, el lugar ofrece intimidad. Además, también les atrae el placer que provoca hacer algo seguramente prohibido y secreto. Pero cuando se acercan a la playa del acantilado, descubren que no están solos.

-Oh, Me había olvidado por completo. Nicolás apareció ayer en la fiesta y le dije que nos veríamos esta tarde. Lo esperaba en mi casa. Debí imaginar que querría verme en algún lugar más íntimo.

-¿Apareció en la fiesta? -pregunta Daniel sorprendido- ¿A nadie le extraño?

-Al parecer cualquiera bien vestido puede colarse allí. Solo necesitas un traje elegante y transmitir seguridad. Entró y salió por la puerta principal y, aparentemente, nadie reparó en él. Menos Guillermo, claro. Pero solo porque nos vio juntos en el balcón.

-¿Y qué hacíais en el balcón?

-Nada que no se pueda contar –ríe ella.

Mientras están charlando, la figura que espera en el acantilado se ha ido acercando sin que ellos lo perciban.

-Hola Ana, Daniel. ¿Estabais hablando de mí?

Los dos jóvenes se miran cómplices antes de negarlo inútilmente. Nicolás sonríe divertido.

-Oh, Nicolás, ya me había olvidado de que nos veríamos hoy -miente Ana mientras cruza los dedos para que Nicolás no se dé cuenta de ello. Por suerte, la presencia de Daniel juega a su favor.

-Es obvio que ya tenías planes. ¿Vosotros dos siempre vais juntos? -pregunta el pirata, quien empieza a creer que el pescador es más la sombra que proyecta la joven que una persona real.

Ninguno de los dos responde a la pregunta. La presencia de Nicolás arruina sus planes del día. ¿Pueden confiar en él para revelarle su secreto?

-Te estuve esperando en mi casa -confiesa ella tras un corto silencio-. Por un momento se me olvidó que es mejor que no nos vean juntos en público.

-No pasa nada. No tienes que disculpare por ello -la tranquiliza él-. Yo también acabo de llegar. Este es el único lugar donde sé que nadie vendrá a molestarme.

-si estás buscando un lugar donde esconderte, nosotros conocemos uno todavía más secreto que esta playa -le confiesa Ana.

-¿A sí? Me encantaría conocerlo.

-¿Estás segura de que es buena idea mostrarle nuestro escondite? -le susurra Daniel a su lado.

-Es un amigo. Yo confío en él.

La Rosa BlancaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora