Capítulo 4: Tazas de café

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Caminé por el bosque alrededor de quince minutos. No vi a Jane por ningún lugar.
Decidí volver a la cabaña, tal vez Alex ya estaría ahí al igual que Charlie y Edgar. Además, quería una taza de café. Necesitaba relajarme.
Al abrir la puerta, me encontré con la agradable sorpresa de que no estaban.
Caminé hasta la cocina y encendí la cafetera. Comencé a preparar mi café.
Coloqué ambas manos en la mesa de la cocina, tratando de respirar profundamente y tratando de reconocer que tal vez ayer fue la primera y ultima vez que hablaría con esa chica. Miré a la ventana.
El paraguas.
El maldito paraguas. Estaba ahí, en la ventana. Tardé bastante en reaccionar y salir de la cabaña, abrí la puerta lo más rápido que pude y ahí estaba la chica, detrás de un árbol, observándome.
-¡Hey! -le grité mientras le hacía una pequeña seña con la mano. Ella salió del árbol y sonriendo caminó hacia mi.
Joder. Que chica más bella.
-Hola -dijo ella mientras sonreía y se encogía de hombros.
-¿Quieres pasar? -pregunté mientras señalaba la cabaña. Jane asintió y dejando el paraguas afuera, se adelantó a entrar. Yo iba detrás de ella.
Al entrar, ella observaba todo, parecía que examinaba cada detalle de las cosas.
-¿Quieres una taza de café?
Ella asintió.
Venía vestida con un vestido blanco, a pesar del día tan frío y nublado, parecía que no tenía frío. Era rara.
Tomé las dos tazas de café y decidí subir al balcón, ella iba detrás de mí.
Ambos nos sentamos en el sofá que se encontraba ahí, las vistas eran hermosas.
-Pensé que no te volvería a ver -dije mientras le entregaba su taza de café a Jane.
-¿Y por qué pensaste eso?
-No lo sé, no eres normal.
-¿Es un cumplido?
-¿Comenzarás con tus preguntas estúpidas?
-¿Comenzarás con tus temas sin sentido? -preguntó ella.
Vaya que era astuta.
Yo reí.
Y ella rió.
Era la primera vez que la veía reír, y joder. Que risa tan tierna.
Me acerqué un poco más a ella, quedamos sentados casi juntos, si no fuera por los quince centímetros que nos separaban.
Ella bebía su café sin decir palabra.
Yo no podía dejar de observarla.
Y de un momento a otro.
Estábamos tomados de la mano.

La chica del paraguas negroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora