Podría haber pasado mi vida entera perdido en ese bosque. Con ella. Desearía haberlo hecho, ella es, como un ángel perdido en este mundo, es como cuando inhalas el perfume de tu flor preferida, ella es magia; puede hacerte volar como una pluma, es tan hermosa. Hechiza con su mirada. Podría estar perdido en ella toda mi vida. Ella es especial. Es rara, diferente. Es una chica.
Mi nombre, es Jack. Y te contaré mi historia.
Esta no es la típica historia de amor adolescente en donde la chica muere por causas diferentes y el chico queda lamentando su vida, esto es diferente, es una de esas historias que contarás a tus nietos cuando seas viejo, y se reirán, la típica historia que contaras en épocas de Navidad o año nuevo, una historia que se quedara para siempre en mi. Es un recuerdo, que día tras día, me alegra.
Todo comienza en la cabaña. No recuerdo exactamente de quién era esa hermosa estructura, solo estaba yo y el bosque. Mi madre no se encontraba ahí. "Debió dejarme aquí, tal vez regrese pronto", pensé mientras me encontraba en un sofá que estaba en el balcón de ese lugar. La vista era hermosa.
Mi madre no regresó, pasé días ahí, afortunadamente, había comida, agua, y bastantes cosas para sobrevivir. No sabía cómo había llegado ahí, ni el por qué de estar sólo.
Pasé semanas tratando de buscar ayuda, pero el bosque era extenso, era enorme, no había señal, no podía llamar a nadie. Después de un tiempo, me acostumbre a vivir ahí.
La soledad, se volvió mi mejor amiga.
Hasta un diez de octubre, cuando me encontraba sentado en el sofá con mi taza de café, el día era bastante lluvioso, lo recuerdo perfectamente, todo estaba tan tranquilo, sólo era yo y la naturaleza.
A lo lejos, divisé una figura diferente, un movimiento anormal en los árboles.
Y ahí estaba, un paraguas amarillo en medio de la lluvia.
Se estaba acercando a la cabaña, me levanté del balcón cuando escuché que estaban tocando la puerta. Al abrirla, me quedé boquiabierto.
Ahí estaba de pie frente a mí, Alex, mi mejor amiga. Había estado conmigo toda mi infancia, jugábamos en el parque y comíamos pizza en casa de su abuela los fines de semana. Todo lo hacíamos juntos.
Y ahí estaba, sin ningún por qué, frente a la puerta de la cabaña, sonriendo.
Sin decir nada nos dimos un abrazo, estaba tan aliviado de no estar solo, ahora tenía a mi mejor amiga conmigo y eso bastaba.
Trate de preguntarle qué hacía ahí, o cómo había llegado, pero ella se limitaba a cambiarme de tema y sonreír. Estaba evitando algo. Pero daba igual, ya no estaba solo. Afortunadamente, la cabaña contaba con varias habitaciones, era enorme.
Estaba un poco más feliz, me levantaba y ella ya estaba haciendo el desayuno, nos encantan los huevos con tocino. Recuerdo que mi madre nos dejaba el plato de huevos con tocino y un delicioso jugo de naranja y luego se iba a trabajar. Éramos como hermanos, y lo seguimos siendo.
Terminamos de desayunar y salimos a caminar un rato, parecía que el bosque jamás terminaba. Hablábamos de temas diferentes, sin sentido, hasta que pregunté:
-¿Cómo llegaste aquí?
Ella me miró con sus ojos verdes, no eran exactamente verdes, tenían un poco de color miel; sonrió un momento antes de ponerse sería, estaba nerviosa.
-No lo sé, intuición.
-¿Intuición?
-Algo así- respondió, parecía no tener idea de lo que estaba hablando. Me apresuré a cambiar de tema, odio los silencios incómodos.
-¿Cómo está Edgar?- pregunté; Edgar era su novio, llevaban mucho tiempo juntos. De pronto, la cara de Alex se iluminó, y sonrío. La típica sonrisa de idiota que pones cuando estás enamorado, si, esa sonrisa repugnante.
-Está muy bien, tal vez lo veas dentro de poco, dijo que vendría conmigo.
-¿Sabe en dónde estamos?
-Sí, también Charlie.
Charlie. Es como mi familia, hemos pasado poco tiempo juntos, tres años, para ser exactos; pero somos como hermanos, es mi mejor amigo. Un chico alto de cabello oscuro y ojos cafés, le encantan los videojuegos. Yo lo llamo obsesión, pero él me dice que es más bien un estilo de vida. Está un poco chiflado.
-¿Vendrá Charlie?
-Así es, Edgar y él me dijeron que sería buena idea salir un dia juntos, así que les dije que vendría contigo y tal vez lleguen un poco más tarde.
Al escuchar eso, sonreí y miré a Alex, ella devolvió la sonrisa. Yo estaba tan feliz.
Después de un rato caminando, encontramos un lugar para hacer campamentos, era un terreno sin árboles, con una banca y un lugar para hacer fogatas. Decidimos que ahí acamparíamos cuando Charlie y Edgar llegaran aquí.
-Podemos buscar un lago, estoy segura que hay uno cerca de aquí- dijo Alex mientras sacudía la pequeña mesa de madera con su suéter. Yo estaba acomodando leña para una fogata.
-Vamos, aún es de día, falta bastante para que atardezca.
Alex dejó su suéter en la mesa y dijo que volvería por él cuando regresáramos. Comenzamos a caminar.
Después de veinte minutos caminando, Alex había visto que la tierra era un poco más oscura, y bastante húmeda, había un río cerca.
Cruzamos unos cuantos árboles y nos quedamos sorprendidos al ver el hermoso paisaje. Había un río enorme y rodeado de árboles, extrañamente había una pequeña balsa en la orilla y dentro tenía tres cañas de pescar.
-¡Ven vamos a subirnos!- gritó Alex con una sonrisa mientras saltaba dentro del bote.
-¿Y si es de alguien?- pregunté.
-Jack, ¿vez alguna otra cabaña por aquí?-preguntó Alex -no, ¿cierto?
Suspiré y fui con Alex, salté dentro del bote y ella tomó una caña de pescar, empujé el bote y comenzamos a navegar. De pronto, todo estaba silencioso, solo se escuchaba el agua y el movimiento de las hojas de los árboles. Respiré profundamente y cerré los ojos un momento. Alex hizo lo mismo. Podía sentirse la tranquilidad.
-¿Recuerdas esto?- preguntó Alex.
-¿Qué cosa?
-Cuando tu abuelo nos llevó a pescar al río Misisipí.
Yo asentí y agaché un poco la cabeza, los recuerdos llegaron a mi mente.
Ese día Alex y yo estábamos muy emocionados, mi abuelo no dijo que iríamos a pescar a un lugar muy especial. Llevamos nuestras pequeñas mochilas como niños exploradores y mi abuelo nos llevó en su camioneta, me encantaba la camioneta de mi abuelo, era tan antigua. Tenía un estéreo en donde ponía discos de jazz todo el tiempo.
Ese día, llegamos al río Misisipí y mi abuelo rentó un bote y unas cañas de pescar. Alex y yo no teníamos idea de cómo usarlas, así que mi abuelo nos enseñó tranquilamente como utilizarlas y nos enseñó cómo pescar. Fue uno de los días más felices de mi vida.
Lamentablemente, tiempo después, mi abuelo falleció y nada volvió a ser igual. Mi madre vendió aquella camioneta y jamás volvimos al río Misisipí. Extraño a mi abuelo.
-Lo siento- dijo Alex devolviéndome a la realidad, se notaba bastante arrepentida por haber dicho aquello, sabía lo mucho que me había afectado la muerte de mi abuelo, ella estuvo conmigo todo ese tiempo y me conocía mejor que nadie, sabe que me afectan muchas cosas.
Yo negué con la cabeza y sonreí, la miré a los ojos y ella sonrió igual. Dejó de remar y respiró profundamente.
-Aquí podremos pescar, se ve bastante profundo- dijo mientras sonreía con satisfacción, siempre fue muy astuta y bastante competitiva conmigo.
Tomé la caña de pescar.
-A la cuenta de tres, ¿va?
-Una, dos, ¡tres!
Ambos tiramos la caña y nos reímos.
-Que divertido, ¿a que sí?
Yo asentí y sonreí, era genial estar en ese momento, reviviendo ese día en el que pescamos por primera vez.
-¿Recuerdas cuando te caíste al lago?- pregunté mientras soltaba una carcajada.
-¡Cállate!- gritó Alex mientras se reía -¡Eso fue muy cruel!
Ambos estábamos riendo.
-¡Oh tengo uno!- gritó Alex mientras jalaba la caña de pescar y sacaba un pequeño pez. Le ayudé a quitarlo del anzuelo y lo colocamos en el piso del bote.
-Desde pequeña te ganaba, y lo sigo haciendo Jack.
Cuando fuimos al río Misisipí, ella fue la que pescó primero y aún me lo restriega en la cara.
-Pero yo fui quien consiguió el más grande -añadí.
-Mentira.
-¿No me crees?
-Para nada, yo conseguí el más grande, ¿recuerdas?- preguntó mientras se reía.
-Eso no es verdad, tengo una fotografía en casa, y el mío es más grande.
-Te odio.
-Lo sé.
Ambos reímos, y seguimos pescando.
Hubo un momento de silencio, bastante hermoso, me encantaba estar en silencio. Es el estado más puro de los seres vivos. No lo sé, siempre he pensado eso, son tonterías.
-¿Cómo fue Jack?- preguntó Alex.
Yo sabia a que se refería, es como si pudiéramos leer nuestra mente, aveces ella sabía lo que iba a decir sin siquiera decirlo aún.
-Difícil- respondí -el día que mi madre llegó y me dio la noticia, no lo creía, estaba convencido de que no era real.
-¿Lo viste?
-No quise entrar, no quería verlo ahí inmóvil dentro de ese ataúd.
-¿Y tu madre?
-Estaba ahí dentro, yo no comprendía por qué lloraba tanto, me sentía mal conmigo mismo, no quería ver a mi madre así.
-¿Aún recuerdas esa vieja camioneta?
-Que va, jamás olvidaré esa camioneta- respondí sonriendo.
-¿Y los discos, también los vendieron?- preguntó mientras sonreía.
-Mi madre cree que iban en la camioneta cuando la vendieron, pero días antes tomé los discos que podía mi mochila y los escondí debajo de mi cama.
Alex se rió y yo igual, ya no es tan difícil contar aquella historia, antes, Alex no podía mencionar ni siquiera esa camioneta, me fue difícil superarlo.
Pescamos varios peces más y decidimos volver, me quité la chaqueta y envolvimos los peces ahí, la lavaría llegando a la cabaña.
Volvimos al lugar en donde acamparíamos y Alex recogió su suéter. Seguimos caminando de regreso a la cabaña, algunas gotas de agua comenzaban a caer.
Alex comenzó a cantar, le encantaba la música, recuerdo que en el jardín de niños llevó un pequeño violín de juguete y tocó las mismas dos cuerdas en el recreo como si fuera una canción, yo estaba golpeando una silla como si fuera una batería y ambos estábamos cantando, creíamos que teníamos una banda. Tiempo después, en quinto grado, ella entró a una pequeña orquesta que estaba en la ciudad y comenzó a tocar el violín de verdad, me invitaba a los conciertos, eran tan geniales.
Saqué la llave de mi bolsillo y abrí la puerta, Alex soltó un grito de terror al ver a Edgar sentado en el sofá de la sala. Salió corriendo y lo abrazó, parecía que lo estaba asfixiando.
¿Cómo habían entrado?
Charlie estaba en la cocina comiendo unas galletas.
-Hola-dije mientras me reía -¿Están buenas?
-De-Deliciosash- respondió mientras masticaba una galleta y luego sonrió.
-¿Cómo entraron?- le pregunté mientras tomaba una galleta.
-La puerta trasera, deberías cerrarla- respondió mientras apuntaba a la puerta que daba al patio, estaba abierta.
Alex y Edgar seguían perdidos en su mundo de abrazos, besos y palabras cursis.
-Me dan asco- gritó Charlie mientras tomaba otra galleta, yo solté una carcajada.
-Calla idiota- dijo Alex, luego volvió a abrazar a Edgar. Aveces pienso que Edgar se incomodaba un poco con Alex, siguen siendo igual de cursis. Charlie no los soporta.
-Controla a tu novia Ed- respondió Charlie, ni Alex ni Edgar hicieron caso alguno y siguieron en su planeta de amor.
Me di la vuelta y Charlie bajó un poco la voz.
-Son repugnantes.
Yo reí.
-Sí, lo son.
-Da igual, ¿cómo estás Jack?- preguntó Charlie llevándose otra galleta más, comía demasiado.
-Bastante bien, ¿y tú?-pregunté -¿Cómo están tus padres?
-Están en Florida, me dejaron con mi abuela, así que decidí irme con Ed y pasar un rato aquí con ustedes-respondió -Pero al parecer, solo contigo, ya que estos tórtolos estarán ocupados todo el tiempo- terminó mientras levantaba un poco la voz para llamar la atención de Edgar y Alex, que seguían abrazados. Alex le lanzó una seña bastante grosera y Edgar se rió.
-Me dijo Alex que tenían pensado quedarse un tiempo aquí -añadí.
-Solo si tienes las habitaciones suficientes-dijo Charlie -Si no es así, yo voto que Alex sea la que duerma allá afuera.
Ambos nos reímos.
-Hay espacio de sobra.
-Joder, yo quería que Alex no durmiera aquí.
Volví a reír, Charlie siempre fue bastante idiota, tiene el mejor sentido del humor.
Después de otros diez minutos de abrazos y besos entre Alex y Edgar, por fin decidieron acercarse con nosotros.
-¿Vamos a acampar?- preguntó Alex con bastante emoción, no dejaba de abrazar a Edgar, que ya parecía bastante incómodo.
-No tenemos casa de acampar- mencioné.
-Charlie tiene una- dijo Edgar.
-Está en la maleta- dijo Charlie -¿Vamos?
Yo asentí, Alex saltó como una niña pequeña y le dio un beso a Edgar, podía sentir la incomodidad de Edgar; Charlie sacó de una maleta la casa de acampar y un encendedor.
Salimos de la cabaña y nos dirigimos a la zona que encontramos Alex y yo.
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La chica del paraguas negro
AcakPodría haber pasado mi vida entera perdido en ese bosque. Con ella. Desearía haberlo hecho, ella es, como un ángel perdido en este mundo, es como cuando inhalas el perfume de tu flor preferida, ella es magia; puede hacerte volar como una pluma, es t...