Tardé bastante tiempo en reconocer que había estado en coma durante tres meses y medio.
Cuando desperté era de noche.
Las únicas personas presentes en la habitación de aquel hospital eran mi madre y Alex.
Jane.
Joder.
No, ella no estaba ahí. No era real, nunca lo fue.
El bosque, la cabaña, el lago, no había nada.
Tan solo mi cuerpo recostado en aquella cama, conectado a múltiples aparatos.
Podía sentir mi respiración acelerada.
Jane.
Me madre creía que lloraba de felicidad.
No era felicidad.
Estaba nublado.
Viernes.
Llorar era gritar en momentos.
No lo creía.
Nunca fue real.Al día siguiente me llevaron con el psicólogo. No dije ni una sola palabra.
La cabaña, el bosque, la chica...
Sigo asistiendo de vez en cuando, aún no puedo reconocerlo completamente.
Hubo un tiempo, que, ella simplemente, estaba ahí. Todos los días.
La veía en todas partes.
En casa.
De camino a la estación del metro.
En el parque.
No podía dejar de ver a aquella chica de cabello corto, delgada, tan blanca, tan bella. Esa chica tan, diferente.
Paraguas negros.
Aquel viernes lluvioso se veía por la ventana la calle repleta de gente, repletas de paraguas, las gotas se resbalaban lentamente por la ventana.
Jane.
Si hubiera sabido que sería la última vez que la besaba, la abrazaba, incluso, de haber sabido que sería la última vez que la veía; la hubiera besado como si jamas hubiera besado antes, como si el tiempo de detuviera, la hubiera abrazado como para juntar nuestros cuerpos en uno solo. Hubiera observado cada detalle, cada jodido detalle de su cuerpo, era una obra de arte, sus ojos cansados, ese pequeño lunar en su hombro, las comisuras de sus labios, esa nariz puntiaguda con una pequeña curvatura bastante irregular, sus hermosas pestañas, sus labios, gruesos y pequeños, sus manos, estas manos tan delgadas...
Hubiera hablado con ella, le hubiera dicho que conquistó mi ser, ella conquistó mi espíritu, mi alma. Esa chica que apareció aquel día lluvioso de mis sueños, le hubiera dado las gracias, por hacerme sentir seguro cuando estaba con ella, hacerme olvidar todo cuando me miraban esos ojos, ese universo, por hacerme ver que las cosas terminan, y a pesar de que solamente fue producto de mi cabeza, la hubiera tratado de hacer sentir real.
Sin ella, nada era igual.
Pero al mismo tiempo, si fuera real, no sería lo mismo.
Hice mal en imaginarla.
Hice mal en dejarla.
Me hizo saber aquel momento de mi vida, que las cosas se van.
Tan rápido.
Aveces tan lento.
Todo termina.
Las cosas simplemente pueden desaparecer de un día a otro.
Hoy, se cumplen exactamente dos años de haber estado en ese hospital.
Dos años sin ella.
Los psicólogos me ayudaron a superar aquel acontecimiento.
Mi madre, Alex, Charlie y Edgar.
Vuelve en recuerdos.
Puedo jurar que veo a esa mujer caminar cerca de mi casa, o simplemente ese vestido blanco en los días de lluvia.
Esa chica que lleva un paraguas negro en todo momento, esa chica con ese hermoso vestido y su cabello corto tan perfecto, esa chica con esos ojos, con esos jodidos ojos tan hermosos y perfecto, esa maldita mujer tan perfecta, con su sonrisa, su mirada, su voz, esa chica tan rara. Esa jodida chica...
Cambió mi triste forma de ver las cosas.
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La chica del paraguas negro
De TodoPodría haber pasado mi vida entera perdido en ese bosque. Con ella. Desearía haberlo hecho, ella es, como un ángel perdido en este mundo, es como cuando inhalas el perfume de tu flor preferida, ella es magia; puede hacerte volar como una pluma, es t...