La mision

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Ya todo se encontraba preparado, partiríamos en un par de horas, específicamente, una hora antes de que oscureciera. Como aún quedaba algo de tiempo, procuré volver a revisar mi bolso, para así cerciorarme de que no faltara nada; luego de realizada esta acción, suspiré y me agaché para atar mis agujetas y asegurar que estas no me harían una mala jugada; todo esto mientras me preparaba psicológicamente para cualquier acontecimiento que llegara a ocurrir durante la noche, solo espero que nadie salga herido.

— ¿Todo bien? — alcé la vista y me encontré con Carl que se venía acercando lentamente a mi.

Me incorporé aclarando mi garganta luego de terminar de atar mis agujetas y le dediqué una sonrisa, tratado de transmitir tranquilidad, esperando que sintiera que todo estaría bien.

— No llegaste hace mucho y ya te vas de misión — sonrió levemente.

— Lo que pasa es que en este caso soy de utilidad para la misión — sonreí repitiendo el término que él había utilizado para llamar la expedición — además, quiero probar que seré un aporte para el grupo — murmuré de manera que Carl no pudo oírme.

Desvié la mirada de Carl, pero no la centré en ningún punto en específico, solo dejé que se perdiera en el horizonte. No podía negar el que me encontraba nerviosa al respecto; además de que solo quiero demostrar cuán útil puedo ser.

— ¿Qué dijiste? — volví la mirada hacia Carl.

— Que todo estará bien, y que tienes que cuidar a todos durante nuestra ausencia — me acerqué al chico y le quité el sombrero que siempre llevaba puesto para luego ponérmelo yo — ¿Qué tal? — guiñé un ojo con una sonrisa juguetona en mi rostro.

— No puedes ponértelo — sonrió mientras me lo quitaba — no eres del club, lo siento — acomodé mi cabello y golpeé su brazo levemente.

— ¿Cuál club? ... Quiero entrar — hice un puchero.

— Luego de que oigas la condición principal para entrar en él no querrás hacerlo

— Estoy dispuesta a hacer lo que sea — alcé las cejas expectante, observando a Carl, quien decidió mantener silencio un par de segundos — ya, en serio, dímelo

— Pues... es algo complicado — moví las manos en un gesto que le indicaba que siguiera hablando — ...te tienen que habe...

— ¡Hey! ya nos vamos — se escuchó la voz de Daryl a nuestra espalda, interrumpiendo nuestra conversación.

Miré en su dirección y asentí para luego abrazar a Carl.

— Cuando vuelva no podrás no decirme cual es esa condición, eh Carl— me separé y golpeé suavemente el sombrero haciendo que éste le cubriera los ojos — verás que si lo haré — sonreí y me alejé a paso rápido, dejando atrás al arquero.

— Es muy niño para ti — escuché la voz de Daryl a mis espaldas y detuve mi andar estupefacto por su afirmación — y a Rick eso no le gustará para nada

— ¿Qué? — solté un bufido. Volteé y lo miré directo a los ojos con una ceja alzada y una mueca de perplejidad en mi rostro.

Daryl me sostuvo la mirada por lo que parecieron minutos, y cuando se dignó a hablar, la desvió hacia el lado — Parecía como si le estuvieses coqueteando al niño

— Demonios, Daryl, ¿qué es lo que piensas sobre mi? — murmuré aún con la perplejidad dibujada en mi rostro — Carl es solo un niño... — hice una pausa. — no es como que sea alguien que le gusten los niños — sentí la mirada del arquero sobre mí, y no hice nada más que sostenérsela — no en ese sentido

En tus ojos | Daryl Dixon y tu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora