Harry sale del coche y viene corriendo a abrirme la puerta del copiloto, dejándome paso para salir.
- Gracias. No pretendo ser desagradecida pero... yo puedo abrir la puerta sola -digo intentando sonar lo más desenfadada posible.
- Sé que puedes. Pero siempre me ha gustado tratarte como una princesa -responde él. Yo me alejo un par de pasos del coche.
- Estamos en pleno siglo XXI. Eso es demasiado anticuado -digo, intentando ensanchar la barrera imaginaria que he formado entre Harry y yo y que, cada vez que le miro a los ojos, siento resquebrajarse.
-Vaya, ¡sigues exáctamente igual de peleona y orgullosa que siempre! -exclama él soltando una especie de risa. Me giro a mirarle. Su sonrisa torcida es increíble. Trago saliva, intentando apartar esos pensamientos de mí- Bueno, ¿dónde estamos?
- Estás frente a mi casa. Sí, no me mires así. Verás, me preguntaste sobre la libreta de cosas por hacer en el futuro juntos y... pensé que, quizá, te gustaría leer lo que escribimos y, sobretodo, que te ayudaría a recordar... -yo asiento con la cabeza.
- ¿Y no puedes sacar la libreta de tu casa? -él suelta una carcajada.
- ¿No te fías de mí? -pregunta. Yo me encojo de hombros- Lucy, hace frío en la calle. Es por eso que prefiero que entres en mi casa -dice mientras anda hacia la casa que hay enfrente de dónde ha aparcado el coche- Además, tampoco es la primera vez que entras en ella...-termina de decir.
Yo le sigo a una distancia razonable. Él introduce una llave en la cerradura de la puerta y una vez la ha abierto, me la sujeta para que pase. Yo pongo los ojos en blanco.
- Siglo XXI... -murmuro en voz lo suficientemente alta para que él lo escuche mientras paso al lado de él y entro en la casa.
Después de pasar Harry, cierra la puerta. Yo me quito el abrigo y lo cuelgo en un perchero de metal negro que hay situado al lado de la puerta. Me fijo en la decoración de la casa mientras sigo a Harry por varias habitaciones hasta que se detiene en el salón. Su decoración es de estilo moderno y varonil, pero he de reconocer que tiene muy buen gusto.
- ¿Quieres beber o comer algo? -yo niego como respuesta- Está bien. Siéntate en el sofá, si quieres, mientras yo voy a por la libreta -dice notablemente incómodo. Lanza una fugaz mirada en mi dirección y después sale del salón.
Recorro la estancia con la mirada. De repente, me fijo en la repisa que hay sobre la chimenea. En ella hay varias fotos. Me acerco, sin apartar la mirada de una que ha llamado especialmente mi atención. Cojo la foto para poder observarla mejor. Al verla de cerca, noto mi piel ponerse de gallina. En la foto hay dos personas: Harry y yo. Su brazo rodea protectoramente mi cintura y mi sonrisa irradia felicidad. Mi mirada está posada en él. Una mirada llena de amor y ternura, una mirada que no recuerdo haber visto nunca en mí. Es increíble. ¿Cómo estos momentos han podido borrarse de mi memoria?
Devuelvo la foto a su lugar y observo algunas más. En otra foto veo a Harry con Louis, parecen más jovenes. Aparezco en varias fotos más que provocan un montón de sentimientos enfrentados en mi interior.
Me fijo en otra foto: en ella sale un niño de unos trece años de pelo rizado sobre el regazo de una mujer morena y a su lado hay un hombre, con cierta similitud al niño. Los tres tienen dibujados una alegre sonrisa en sus caras.
- Son mis padres -dice Harry a mi lado. Pego un salto, sobresaltada, y rápidamente dejo la foto en su sitio.
- Lo siento. No debería haber tocado las fotos -digo avergonzada, evitando su mirada.
- No pidas perdón. No hiciste nada malo. Mis... mis padres... Ellos murieron poco después de hacernos esa foto. Apenas tenía catorce años cuando murieron. Eran dueños de una joyería muy conocida en mi ciudad natal, Holmes Chapel. Y un día, unos atracadores intentaron robarles. Aparentemente, se negaron a darles la clave de la caja fuerte. Les dispararon y después huyeron con todas las joyas que pudieron llevarse... Estaba en el colegio cuando mi tía vino a recogerme y me dio la noticia -un nudo se forma en mi garganta al escuchar su historia. Vuelvo la mirada a Harry. Sus ojos expresan una profunda tristeza- Estuve viviendo con ella, su marido y sus hijos hasta que cumplí los diecisiete años, cuando me emancipé y me vine a vivir aquí, a Londres. Al morir mis padres, heredé toda su fortuna, por lo que no tuve problemas para iniciar una vida aquí -me termina de contar él.