Capitulo 13

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Qué incomodo se siente. Me fastidia estar sentada. Me molesta estar parada. No quiero estar en la escuela. Me duele hasta el nombre. Tengo unos cólicos muy fuertes, me duelen las piernas y la espalda. El año pasado, cuando me llegó la menstruación por primera vez, cometí la gran estupidez de usar un protector, creyendo que no sangraría demasiado. No pasó más de una hora para darme cuenta en el baño de que habia manchado todo, hasta mi uniforme. En ese momento fui consciente de mi insensatez.

¿Por qué tiene que ser tan horrible el periodo?

Me quiero acostar en mi cama con mi cobija, con las cortinas deteniendo cualquier luz molesta que quiera generarme desgracia. No me entiendo, ¿qué rayos estoy sintiendo? Quiero llorar, pero no tengo razones para hacerlo. Por lo menos no, hasta ahora. Quiero morirme.

Mi madre me dio unas buscapina para que me las tomara por si no aguantaba el dolor, pero le faltó darme una cuchara. No puedo tragar las pastillas, por muy pequeñas que sean. Tengo un pánico a todo lo que tenga que ver con medicina, sobre todo si me incumbe. Tengo 12 años, y aun parezco tonta con esa situación. Si son capsulas, las abro y deja caer el polvo en una cuchara, le agrego un poco de agua y me ingiero ese detestable remedio. Pero si son pastillas, me toca triturarlas en mi boca. Algunas saben tan asqueroso, que lo que sea que haya comido antes, se me devuelve hasta la garganta y el cuerpo por inercia se empieza a torcer. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para no trasbocar. Incluso se me salen las lágrimas de lo mal que sabe. En la enfermería de mi escuela, sólo me dan ese terrible té.

Así que, tomo la decisión que cualquier sabio tomaría. Me soporto el dolor.

No entiendo el por qué. No comprendo por qué me gusta de vez en cuando sentir dolor. Me fascina ser fuerte. Pero no siempre. Eso depende de lo que me hiere.

Herir. Es muy sencillo herir. Si alguien no lo cree, yo me presentaría a mí misma.

Recuerdos. Es lo único que asalta mi débil mente.

Mi madre y su agresividad, ¿es acaso así como se resuelven los problemas? Para mí, no. Pienso que por más grave que haya sido la falta de un niño, no se merece tal daño físico. No le deseo a nadie lo que yo he recibido.

No recuerdo muy bien. Pero una vez mi madre me quiso pegar, mas no lo hacía con una chancla - que es lo común -. Yo salí corriendo a mi cuarto a esconderme debajo de mi cama, a refugiarme de la crueldad que mi madre quería cometer. Ella se perdió en su ira y enojo, agarro un palo y empezó a moverlo con fuerza para alcanzarme. Estaba tan asustada. Ella gritaba y gritaba sin parar, hasta que se cansó y se fue. Al día siguiente, sentía dolor en las piernas. Ella obtuvo lo que quería. Mis piernas estaban con muchísimos hematomas. Lloré al ver mi cuerpo así, ¿qué había hecho para que ella me maltratara? Fue de esa manera, que empecé a tener terror hacia mi madre.

Mi padre jamás me ha hecho daño. El prefiere que los problemas se solucionen con el dialogo. Ese método me agrada más. Parece ser el más sabio proceso para llevar a cabo. Creo que eso hace que me identifique más con él.

Sara es fastidiosa. Ella tiene 6 años, siempre intenta hacer las cosas que yo hago. Siempre quiere llamar la atención. Cada vez que desea, hace que mi madre me regañe. Qué bueno que mi padre siempre esté listo para defenderme de ella e impida que me castiguen. Ella no tiene casi amigas, es muy difícil para ella. Casi todos los días llaman a mi madre los profesores de nuestra escuela, a quejarse del comportamiento de mi hermana. Sara pelea con todas, de manera agresiva y violenta. Es muy extraña. Yo no soy así. Si a mí me empujan, yo no respondo. Pienso que soy demasiado pacifica, o muy tonta; una de dos.

En cuanto al carácter, soy más parecida a Cristian. Es extraño no tenerlo en casa, su ausencia en palpable. Él era quién escuchaba en el computador de la casa Metalica, Slipknot, Nirvana y otras bandas. Le encantaba ver lucha libre de la WWE, alegrarse cuando salía en escena John Cena y The Rock. Son unos hombres gigantes, es mejor no meterse en su camino. A Cristian le gustaba mucho que yo fuera fan de Evanescence. En eso nos parecíamos y teníamos de qué hablar. Le parecía tonto que escuchara a Tokio Hotel. Pero a mí me gustaba mucho.

Empecé a vestir de negro. Me encanta pensar que mi alma es negra, así como Juanes con su canción. La última vez que fui a una peluquería les pedí que me dejaran el flequillo a un lado. Todos los días me paso la alisadora por ese pedazo de cabello y me la dejo en la cara, tapándome un ojo. Siento que me refugio, de alguna manera u otra, me siento a salvo de los demás. No llegaran esas chicas que visten de azul y rosado a molestarme. No vendrán las fanáticas del reggaetón a desdichar mi existencia. Las personas se alejarán. Es por eso que mis primos dicen que soy emo, pero no lo soy.

Tuve la oportunidad de conocer a una chica de mi escuela, Juliana, ella es sólo metal y trash. Me mostró sus canciones favoritas. Algunas me parecieron muy chéveres, pero otras no les entendía absolutamente nada. Puedo identificar lo que dice un artista cuando canta en inglés, porque yo lo puedo hablar y escribir, ¿pero quién rayos les va a entender a esos sujetos lo que cantan? Me enseño unas canciones que ya conocía de Bob Marley. A él si le entiendo lo que dice. Juliana hizo que amara más ser diferente. Sólo ella y yo parecíamos ser las únicas raras de nuestras compañeras de clase.

Mi padre también comparte la misma música que yo. Mi mamá se quedó con las canciones de su dinastía con Ana Gabriel, Bonnie Tyler, Amanda Miguel y ese señor, Antonio Aguilar... memorias... intentaré no dejarlas venir.

Rayos. Es imposible. Me siento muy triste, no quiero que llevemos más esta vida.

Cristian estuvo hablando con mi madre por celular. Ella me comentó que lo había notado muy diferente. En su manera de dirigirse hacia ella, era algo que ella nunca había sentido de parte de él: amor y compasión.

Él le estuvo diciendo que todo lo que hemos hecho hasta ahora, no nos ha traído beneficio alguno. Le confesó a mi madre que había cometido muchos errores en el pasado, y que no estaba dispuesto a ser el mismo de antes.

Cristian se convirtió en un misionero cristiano. Su camino inició en Bogotá, pero decidió seguir con ese propósito de compartir el amor de Dios, viajando a Cartagena, a un instituto llamado JUCUM -Juventud Con Una Misión -. Él empezó a realizar muchas obras de caridad y acciones buenas. Con otros jóvenes como el, con pasados similares, salían a las calles de la calurosa Cartagena a mostrar las enseñanzas de Cristo de muchas formas: obras de teatro, cantando en los parques, visitando hospitales, orfanatos y ancianatos; dando esperanza a quien la haya perdido.

Él le dijo a mi madre que no sería mala idea si ella visitara la iglesia de vez en cuando, para escuchar lo que la Biblia tenía por decir. Ella aceptó.

Amelia Novoa
2009

Infinitamente #PGP2016 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora