Capítulo XV

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Prepárense para la oleada gay. Les avisé.
***

Frank no esperaba que tuvieran éxito, realmente lo último que pasaba por su mente era el poder salir de ese café sin antes una no muy agradable parada en la comisaría.

—Ey, ¿te diste cuenta de que Patrick grita como una mujer?

Ahora que estaban caminando por las calles solos de nuevo, Frank no podía concentrarse lo suficiente en las palabras que salían de los labios de Gerard, por la culpa de (por supuesto) los mismísimos labios de Gerard. Eran rosados, carnosos y a pesar de que hacía mucho frío, no parecían estar agrietados. El más bajo se preguntó si tal vez usaría protector labial. Y qué sabor tendría.

—Suena como una mujer la mayoría del tiempo —Comentó finalmente, mirando las vitrinas exhibidas en la calle— creo que lo sabe. Y en otro tema, ese Joe es un genio. Insectos más comida da como resultado no pagar la cuenta. Esa es la única matemática  que necesito en la vida.

—Sí, —Coincidió— pero me hizo agarrar una maldita cucharacha y ponerla en mi puto café. Toqué a esa cosa. Nunca lo voy a perdonar, lo juro. Me dan tremendo asco.

—Eso sonó bastante gay, gran Señor Heterosexual del reino de la masculinidad.

Gee bufó. Sabía que su supuesta orientación sexual molestaba a Frank. Lo entendía, realmente. A él tampoco le gustaría que su castaño lo besara como si nada, y con la misma boca aclamara amar las vaginas.
Sí, estaba siento injusto, pero no podía admitir sus verdaderas preferencias. No le gustaba la idea de tener que lidiar con todos los problemas que le acarrearía.

Estaba tan tan harto de todo. De sus homofóbicos padres, de sus idiotas amigos que no paraban de afirmarle que todo lo que hacía era gay y de no tener nada qué hacer con su vida además de comer, dormir y adorar a Frank Iero.

—¿Qué tan gay se ve esto? —Susurró, con un tono bastante sassy. Estaba tan cansado de fingir.
Quería que el castaño supiera lo que sentía, aunque él mismo no estaba seguro de cuáles eran sus sentimientos. Quería que conociera todo ese sentimiento de protección y aprecio que tenía atrapado en el pecho.

Sin dejar de mirarlo de los ojos, prosiguió a sujetar las tatuadas manos del chico, y conducirlo a un callejón apartado de las personas y el bullicio.

—¿Y qué tan ilegal es hacer esto? —Continuó, Frank se veía completamente desconcertado.

Gerard lo empujó suavemente contra la pared, haciendo círculos con sus pulgares en su mejilla, contemplando toda su belleza. Lo quería, lo quería, lo deseaba.

Lo atrapó con su cuerpo. El dibujante daba pequeños besos dulces en el cuello de Iero, para luego comenzar a succionar, dejando rojizas marcas en su piel pálida. Frank se sonrojaba por la sorpresa.

—Ge-Gerard, qué e-estás haciendo —Había algo en la voz temblorosa del chico que lo hacía perder la cabeza. Lo tenía enredado entre sus dedos, acataría cualquier cosa por tenerlo en sus brazos.

Esta vez, el castaño se acercó primero. Sus labios se rozaron, primero delicadamente para luego volver con más fuerza. Con más agresividad, como si quisieran marcarse como suyos. Una innegable electricidad corría por cada una de sus terminaciones nerviosas.

No era nada parecido a lo que experimentaron antes, no tenía nada de la inocencia de que había conocido en la farmacia ni la desesperación del concierto. Era como un baile, los cuerpos de ambos moviéndose a un mismo ritmo.

—No vamos a coger en un lugar público —Se las arregló para decir Frank, al soltarse para conseguir aire.

—No estamos cogiendo —Contestó Way en una ronca voz, metiendo sus manos dentro de su oscura camisa— aún.

Ignorando todo a su alrededor, Gerard terminó de juntar sus cuerpos, sintiendo cada parte del guitarrista contra la suya.

—Mierda, te sientes tan bien —Susurró en su oído, para luego mordisquear el lóbulo de su oreja, como también había visto en las películas.

—¿Esto no puede estar mal, verdad? Todo el asunto de ser gay y —Frank parecía sentirse culpable, pero esa mirada de desvaneció completamente cuando Way deslizó las manos dentro de sus jeans, encontrando la suave tela de sus bóxers. Sus dedos la recorrían casi dolorosamente lento— m-mierda, Gee.

Y justamente cuando un ahogado gemido se escapó de sus rojizos labios, un intrometido tono de celular empezó a sonar.

No, ¿en serio? ¿Justo en ese momento?

Las palabras "Pequeña mierda" brillaban en la pantalla del celular de Gerard. Claro, este no dejó de sujetar a Iero mientras contestaba con suma molestia.

—¿Qué carajo quieres, Mikey?

—Ay bueno, —Respondió este, sintiéndose atacado— ¿dónde estás, mejor dicho, dónde estuviste estos tres días? No me importa si te vas de la casa o te unís a un club de orgías, el tema es que te necesito ahora.

—Estoy tan tan ocupado —Dijo, y no mentía. Siempre tenía ciertas ganas de estrangular a su hermano, pero esta vez, se estaba pasando.

—Te necesito, Gee. En casa. Ahora.

El pelirrojo apretó los dientes en molestia. Había conseguido una tener maldita erección y todo. Ugh.

—Bien —Aceptó, muy a su pesar— ¿puedo llevar a Frank?

—Oh —No podía verlo, pero estaba 100% seguro de que su hermano tenía esa mueca rara que siempre hacía cuando tocaba estos temas— así que ahí haz estado. ¿Te divertiste? Tan hetero como siempre.

—Prefiero no hablar de eso, gil.

—Lo respeto pero, —Mikey sonaba cada vez más emocionado— ¿quién es el pasivo? Uh, ¿la tiene grande? Porque si la—

—Voy a colgar.

—¡Gerard! ¡No! ¿Te dolió?

—Adiós.

—Mamá y papá vinieron a visitar.

Gerard colgó cuando la última oración resonó en su cabeza. Maldita sea.
Nada le podía salir bien, ¿verdad? Nada.

—¿Qué pasó? —La repentinamente inocente voz del más bajo lo sacó de sus pensamientos. Recordó que lo había hecho gemir, al menos esa cosa la hacía bien.

—Tenemos que ir a casa —Contestó, alejando sus cuerpos para la decepción de Iero. Ambos tenían problemas en sus pantalones, pero eso podía solucionarse en poco tiempo— y, creo que conocerás a tu suegra hoy.

—¿Qué? —¿Por qué Frank de repente parecía tan puro? No sabía cómo hace minutos ese mismo chico lo había calentado tanto. Tenía sus facetas, interesante.

—Te lo explico en el camino —Dijo Way, dandole un pequeño beso final en su frente, como ya acostumbraba hacer.

—Voy a ir contigo —Concluyó— pero, porque quiero. No por dominado, lo cual completamente no soy.

—Cómo digas —Contestó, decidiendo entrelazar sus manos. Qué podía perder— no puedo ponerme más gay que esto.

—Se puede —Fue todo lo que Frank dijo, antes de entrar de nuevo al auto.

Prozac y avellanas -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora