Capitulo III

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—Tocamos en 5 minutos, no puedo —Frank rechazó a Gerard con una ligeramente burlona sonrisa aflorando de sus labios— Sin embargo, luego de la presentación, me vendría bien un trago.

—E-está bien, uh, s-si, totalmente bien —Pronunció Gerard rápidamente, casi ahogándose con su bebida al intentar hacer un shot. Mierda. ¿Se había visto al menos un poco cool? Por favor, tenía que haberse visto al menos un poquitito cool.

—¿Qué tomas? —Preguntó, mirando directamente a los ojos del chico. Gee quedó hipnotizado por un momento, sus ojos eran como si la miel y el café hubieran tenido un hijo. No la mejor metáfora, pero él entendía lo a lo que se refería. Un tono ámbar destellaba detrás de sus ojos cuando encontraba algo gracioso, observarlo era como mirar a una obra de arte.

Oh dios, eso había sido muy gay.

—¿Gee? —El apodo lo sobresaltó, trayéndolo de nuevo a la realidad.

—Ah, sí, es algo que hacen con un poco de licor de café y tequila. Lo tienes que tomar rápido.

—¿Deberías estar tomando con la medicación? —Mierda, ese enano sabía demasiado.

—¿Deberías estar acá conmigo hablando cuando tu banda está ahí arriba?

Iero soltó una risita que llegó hasta sus ojos, iluminándolos como un par de luciérnagas en la oscuridad.

—Vuelvo más rápido de lo que puedas decir prozac.

—Prozac —Bufó el ojiverde.

—Pero debes decirlo lento, mira, con—

—¡Anda a tocar! —Ordenó, divertido— ¡Ya!

—Como usted ordene —El más bajo imitó a una reverencia, y con ambas manos fingió que se quitaba el sombrero— su alteza emo.

—¿¡Qué?!¡Frankie! —Exclamó— ¿Pete te dijo eso, verdad?
***

La mitad de la presentación había estado bien para Gerard. Lo normal, ver a Fall Out Boy tocar siempre era un placer para él.
Pero a los digamos, 25 minutos, Frank Iero se convirtió en un problema. Claro, sólo para Way. Y sus pantalones.

Por alguna maldita razón, el muchacho no dejaba de hacer esos movimientos con su guitarra. Tampoco podía estar tranquilo mirando a sus rostro, a las muecas de su cara, como si estuviera... no importaba.

Dios, incluso hubo un tiempo en que, tenía que estar bromeando, en que literalmente se tiró al piso y tocó su solo desde ahí.
El chico era perfecto, ¿verdad? Era un puto ángel encargado de hacer al teñido gay. El puñetero ángel de los arcoíris y los antidepresivos.

Necesitaba otro trago. O cinco más.

Para el tiempo en que hubieran terminado, Gerard había acabado con tres shots más. Se pasó los dedos entre su vivamente rojo cabello, ¿qué iba a hacer cuando el pequeño guitarrista venga con él?

—Gee —Al parecer, lo iba a averiguar en ese momento— No sabía que podía sudar tanto.

—Es porque en secreto eres un cerdo —Comentó Pete, golpeándolo cariñosamente en la espalda— Nos fue bien, ¿verdad? Si hace falta mentir, miente. Soy un sensible.

Sí, a veces Pete Wentz era un tipo muy, muy raro.

Unos cuantos chistes sobre el hecho de que Gerard y Pete parecían haber salido de un perfil de Myspace (es decir, las ropas oscuras estaban bien, pero, ¿delineador?) y varios varios shots después, a Frank se le hizo más sencillo entablar una conversación con el artista que tenía en frente.

Prozac y avellanas -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora