Capítulo XVI

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El exterior del apartamento de Gerard estaba tan tranquilo como siempre. Uno nunca esperaría lo que habitaba adentro del edificio en esos instantes, una fuerza que era, según los Way, un mal peor que el Doctor Octopus y el Guasón fusionados.

—Tengo que advertirte —Dijo Gerard, parecía algo nervioso— que mis papás son especiales. Mucho, muy, de veras.

—A mi mamá le gusta hablarle a las plantas porque piensa que van a crecer mejor —Estableció Frank, encogiéndose de hombros— a veces me hace cantarles, no se pone más raro que eso.

—No son ese tipo de raros, es que... —Parecía tratar de encontrar la palabra adecuada— son convencionales.

—Me agradarán —Dijo, sujetando las manos de Gerard entre las suyas— todo lo que tenga que ver contigo me agrada.

—No te gusta cuando hago ruido al masticar.

—Todo menos eso.

—¿Y cuando hay aire acondicionado en una habitación y dejo la puerta abierta? ¿Cuándo como la pizza empezando por el borde?

—Cállate —Lo cortó, soltando sus manos pero sujetándolo por la cadera.

Lo encaró, haciéndolo dar una pequeña vuelta que se veía como un paso de baile. (Se imaginó a Gee como una bailarina y la idea le gustó, ¿era eso raro? Sí, seguro lo era).

Y no sabía cómo, pero de repente el espacio que los separaba se había reducido considerablemente. Ya habían aprendido que no les iba muy bien en intentar mantenerse alejados, siempre terminaban uno encima del otro.
Podían sentir sus respiraciones en sus rostros y, el pelirrojo juraba que era capaz de escuchar el palpitar de sus corazones.

Así que Gerard besó a Frank, tomando el control por primera vez; primero haciéndolo lentamente, con suavidad, para luego sujetarlo del cabello y disfrutar un poco más de su contacto. Su piel estaba fría, pero no le incomodaba en lo más mínimo.

Todo parecía ir perfectamente bien.

—DIOS MÍO, FRERARD —Hasta que de nuevo, Mikey Way al ataque.

Había interrumpido un momento agradable para ambos, por segunda vez. Increíble, nuevo récord.

Se separaron rápidamente mientras el rubio se sujetaba del picaporte para no caer hacia atrás.

—¡Mikey! —El pelirrojo sujetó a su hermano de los hombros y lo estabilizó para evitar cualquier desastre que pudiera pasar. Miró hacia adentro para asegurarse de que sus padres no estuvieran cerca— puedo explicarlo, te juro.

—¿Puedes? —Frank enarcó una ceja mientras se apartaba el cabello del rostro.

—¡No es lo que parece! —Exclamó, desesperado— bueno, es bastante lo que parece. En realidad es lo que parece, sí, lo es.

—Sos un idiota —Susurró Frank, agarrándolo de nuevo por la cadera.

¿No se podían calmar al menos cuando Michael se encontraba en la habitación? Irrespetuosos.

Después de haber pegado ese grito, Mikey se quedó alarmantemente callado, estático. Se tomaba su tiempo para procesar lo que acababa de presenciar.

Sabía que su hermano tenía un poco de gay en él -vivía usando delineador y babeando cada vez que veía Avengers- pero no habría imaginado que tendría la valentía a hacer nada con algún chico, considerando todo lo que le habían hecho en el pasado. Se sintió orgulloso.

Recordó dolorosamente cuando Gerard llegaba llorando a casa porque sus compañeros de clase lo habían llamado maricón o lo habían golpeado. La vez que escribieron "nenita" en su mochila celeste con grandes letras a marcador negro y cuando le mostró sus dibujos destrozados por haber hecho que dos chicos se abrazaran en él. En ese entonces era tan inocente que no sabía lo que hacía; no tenía idea de que el mundo era un lugar lleno de perjuicios y personas malintencionadas.

Prozac y avellanas -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora