8.

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Miguel siente sus manos sudar y con nervios las pasa sobre sus jeans negros. No podía creer que se había encerrado en el baño para liberarse de Ruben, y así no poder ver su sonrisa vengativa; tendría que admitirlo se sentía nervioso por el simple hecho de que el ojiverde se encontraba en la misma casa que él.. luego de aquella pelea que culminó con su relación.

Habían pasado unos cuantos minutos desde que entró, nadie sospecharía. Tenía un plan en mente; salir del baño, correr hacia la pieza de Alex—la cual tendría que compartir por este fin de semana—y se encerraría hasta que su mejor amigo regrese de vuelta a su cuarto. Se levanta del inodoro, el cual estaba cerrado, y camina hacia el fregadero donde moja un poco su rostro y da un suspiro.

—Sólo corre, Miguel. Y te encierras, y listo.. Lo volverás a ver dentro de dos días—toma la toalla roja que decoraba con las paredes blancas, y se seca con rapidez.

Toma la manija, y su mente hace un plano de la pieza de su amigo. Estaba ubicada en el segundo piso, la última puerta de color marrón oscura con letras grandes de color azul que dicen 'Alejandro'. Gira el picaporte, y a punto de correr choca con un cuerpo algo robusto y alto, cierra sus ojos sintiendo sus mejillas quemar.

—¿A dónde ibas?—Ruben pregunta y toma a Miguel de la cintura, tratando de que no se escape de su agarre.

—Suéltame—dice el pelinegro algo avergonzado.

Ruben ríe.

—No, no lo haré—se inclina hacia adelante rozando los labios del pelinegro—Antes de que pueda besarte, Miguel. He tenido que aguantarme las ganas por más de una hora, esos pantalones apretados resaltan muy bien tus piernas..—murmura, y el nombrado se remueve incómodo tratando de salirse de sus brazos y seguir con su plan.

—R-Ruben, p-por favor—dice sin aliento. Aquella frase salió más como un suspiro-gemido, ya que el castaño hizo fricción entre sus entrepiernas.

—¿Dónde queda el cuarto de Alex?—pregunta fijando la mirada en los ojos negros de Miguel.

Un escalofrío recorre la parte baja de su cuello hasta el final de su espalda. Relame sus labios tratando de distraer a Ruben, el cual no puede despegar sus ojos verdes de los carnosos labios del pelinegro y de a poco a poco va soltando el agarre. Miguel aprovecha ese momento, y cuando el castaño está a punto de unir sus labios, él se corre hacia un lado y subiendo las escaleras lo más rápido llega hasta el pasillo.

Ruben se queda estático por un par de micro-segundos, se gira sobre sus talones como una fiera en busca de su presa, y corre hacia las escaleras subiéndolas de dos en dos. Miguel lo ve por el rabillo del ojo, y con rapidez corre hacia la última puerta marrón con letras azules brillantes, siente sus piernas flotar en el aire y como sus pulmones piden aire, y al tocar la perilla la gira hacia la derecha y no se abre, lo vuelve a intentar y no logra abrirla.

Ruben frena, y da solo cinco pasos. Miguel es acorralado en la parte oscura del pasillo, los labios del ojiverde están peligrosamente cerca de su cuello y puede sentir la sonrisa pícara de Ruben.

—No soy un vampiro, cariño—pasas las yemas de sus dedos por la blanca piel de su cuello—Pero si lo fuera, no dudaría en probarte de un sólo bocado..—y sus labios se abalanzan al cuello contrario.

Miguel tiembla cerrando sus ojos, y pensando en otra cosa. No le daría el gusto a Ruben de dejar escapar un gemido, por dos razones: Una debe dejarle en claro que ya no está bajo su merced y dos que los padres de su mejor amigo y el del ojiverde están conversando en la mesa, mientras Alejandro da algunas miradas hacia la escalera, ya que podía jurar que vio al pelinegro correr hacia su cuarto.

—R-Ruben..—murmura alejándolo, pero es inútil el nombrado tiene demasiada fuerza.

Cuando siente el aire frío de la noche golpear su cuello, y como las luces de la ciudad se van apagando, mientras se mantiene abrazado a la almohada con lágrimas en sus ojos, es cuando se da cuenta de lo que realmente pasó. Se siente molesto consigo mismo y cobarde, cobarde por no haberle puesto un alto desde un principio a Ruben y haber visto sus malas intenciones.

Pero nadie puede ver el futuro, y Miguel lo sabe. Con cuidado mira el techo—del hotel en el que están—sintiendo los brazos gruesos de Ruben aferrándose a sus caderas, provocando que los sollozos escapan más fuertes. Ruben sabía que el pelinegro estaba llorando, y de cierto modo, le gustaba verlo sufrir.

La única frase que Miguel tiene en su mente, y la cual el castaño se la dijo hace horas atrás es:

"Siempre serás mío, y nunca podrás escaparte de mí"

Luego de violarlo, sí porque tuvo sexo con el ojiverde, a la fuerza.


Hickeys|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora