12.

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Ruben cierra con fuerza la puerta de su cuarto y suelta el brazo de Miguel con frustración. No lo entendía, ¿cómo alguien podía olvidar tan rápido a la persona que le juró amor eterno?; además Miguel le pertenecía con todos sus cinco sentidos. Y si Ruben no conseguía a nadie para reemplazar al pelinegro, este tampoco debía hacerlo. Así es como las cosas para el castaño funcionan.

Miguel tiene unas inmensas ganas de gritar por ayudar o empujar a Ruben y salirse corriendo, pero era inútil. El ojiverde tenía mucha más fuerza que Miguel, y aunque no pareciera, era obvio que este no podría con Ruben.

—Échate en la cama—ordena Ruben mientras se deshace de su polo.

Miguel niega mientras las lágrimas caen por sus mejillas.

—N-No, por favor—dice mientras observa como Ruben no se inmuta.

—¡Échate en el jodida cama, ahora!—exclama molesto.

Miguel le hace caso, y toma la sábana con cuidado removiéndola y echándose boca arriba. Se sentía mal consigo mismo por haber estado en primer lugar con alguien como Ruben. ¿Por qué no puede retroceder en el tiempo y borrar aquel día de su calendario? Sí tan sólo no hubiera salido del restaurante y se hubiera quedado con Alfie todo estaría yendo genial y la tarde sería romántica, pero no él tuvo que salir de la nada y hacer su vida imposible.

Ruben se monta sobre él, y toma sus muñecas lado a lado. A el castaño le gustaba ver a Miguel sufrir o llorar, era como un punto de placer para él. Con cuidado se acerca al cuello del pelinegro y comienza a morderlo o lamerlo a su gusto. Debía dejar en claro que él era sólo suyo y de nadie más.

—B-Basta, R-Ruben—Miguel sacude sus manos tratando de que el agarre desaparezca, pero es inútil.

Ruben delinea la mandíbula contraria con su lengua y se acerca lentamente a los labios carnosos de Miguel y con desesperación los besa. Era un beso salvaje, sin amor y sólo placer por parte de Ruben. Miguel no correspondía al afecto, él sólo se encontraba suplicando por su vida y de que sólo sean besos o mordidas.

Ruben se separa de Miguel y aprieta el agarre en las muñecas.

—Me vas a besar, quieras o no—suelta la muñeca izquierda y toma el rostro del pelinegro entre sus dedos.

Miguel observa los ojos verdes de Ruben y puede sentir el miedo recorrer su cuerpo. Asiente sin saber que decir, y se deja llevar por los labios del mayor. Lo corresponde por obligación, porque si Ruben es capaz de 'raptarlo' no hay duda que puede llegar a hacer más cosas.

El ojiverde comienza a moverse sobre la cintura de Miguel, mientras deja besos húmedos en el cuello del nombrado. El ojinegro muerde su labio tratando de que los gemidos no escapen de su boca, no lo estaba disfrutando, pero es algo lógico de que si alguien está sobre ti chocando su pelvis con la tuya hay una fricción y aquel movimiento no puede ser ignorado por el cerebro humano.

—¡P-Para Ruben!—lloriqueó Miguel. Ruben se movía tan bruscamente que el pelinegro podía sentir su parte baja doler de una manera inexplicable.

Ruben niega y suelta un gemido demasiado fuerte y lleno de pasión.

—No te quejes mucho cariño, que este es tu precio por haberme engañado con otra persona.

Ruben estaba tan cegado por el placer y los celos, que no se daba cuenta que todo lo que hacía era dejar en añicos la vida de Miguel pública y sexualmente. Miguel no se encontraba bien emocionalmente, él sólo quería estar con Alfie viendo películas y estar abrazados en el sofá mientras se besaban con ternura.

Miguel se arma de valor, y con toda la fuerza, que pudo lograr juntar en ese momento, se suelta de las manos de Ruben y muerde el hombro desnudo de este. El castaño chilla de dolor y cae junto a Miguel, el cual se levanta rápido y sale de la habitación.

No tarda mucho en llegar a la puerta, y al girarla esta no abre. Con desesperación intenta otra, otra y otra vez pero es imposible abrirla. Busca con la mirada alguna señal de las llaves, pero los segundos se le hacen eternos y opta por esconderse en algún lugar en donde Ruben no sea capaz de encontrarlo.

Ruben se levanta furioso, toma su camiseta y baja las escaleras con una sonrisa. Era imposible que Miguel se vaya de la casa, él se había encargado de asegurar la puerta antes de dejarlo entrar a su pieza, así que si no estaba en la sala debía estar en algún otro lugar.

Miguel escucha los pasos de Ruben bajando las escaleras, y corre tratando de hacer el mínimo ruido. Encuentra una puerta al fondo del pasillo, y al abrirla una pila de cajas caen encima de él, y el ruido es tan estruendoso que Ruben gira a verificar que ha sido aquello.

Miguel cierra la puerta con la poca fuerza que le queda, y se deshace de las cajas que yacían sobre él. Con cuidado se abre paso, y se da cuenta que está en la lavandería de la casa. Hay una plancha de ropa, un baño y varias lavadoras. Y sus ojos divisan una puerta que da hacia la parte trasera de la casa, y corre hacia ella esperando de que esté abierta.

Ruben se dirige hacia la lavandería en donde pudo escuchar el ruido de algo caer. No sabía si podía ser Miguel o alguna rata, así que se asegura de ir con cuidado. Miguel gira la manija y mágicamente se abre, el aire cae en su pecho y con cuidado sale cerrando la puerta. Corre hacia la cerca, y trata de montarse como puede.

Ruben entra y ve las cajas de su madre esparcidas en el suelo, se adentra a la pieza y lo demás está intacto. Gira hacia la ventana y ve a Miguel trepándose en la cima de la cerca y desapareciendo de su vista.

—La próxima vez que te vea, me aseguraré de que no puedas salir de mi propio cuarto—camina hacia el fregadero y coloca un poco de agua en su hombro desnudo, el cual sangraba por la mordida del ojinegro.

Miguel cae de rodillas, y se levanta adolorido. Observo hacia los lados, y corre lejos de aquella casa. Pero lo que él no sabía es que tendría que aprender a escapar de aquel lugar más seguido. 

Hickeys|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora