Al llegar a la comisaría todas las miradas se posaron en él, y con cuidado siguió los pasos de los oficiales que lo escoltaban y junto a ellos estaba su mejor amigo. Alex se encontraba observando a todos lados, y por su rostro se podía ver el miedo que mostraba.
—Será mejor que tu amigo se siente. —el oficial Edward le dice a Miguel, y este mira a su amigo. Alex entiende el mensaje, y abraza al pelinegro para luego caminar hacia una de las sillas que se encontraba en el pasillo.
Miguel llega hasta el mostrador en donde una señora, parecía de unos cuarenta o más, se encontraba tipiando algo en su computadora. Tenía un moño en su cabello, lentes gruesos de color marrón y varias sortijas en sus dedos.
—Mareline, te traemos al chico. —el oficial Kevin dice mientras deja unos papeles sobre el mostrador de la señora. La nombrada observa a Miguel, y le regala una sonrisa sincera.
—Soy Mareline, y aparte de ser secretaria, también me especializo en casos que necesiten cuidado terapéutico. —estrecha su mano, y Miguel la toma algo inseguro.
La mujer se da la vuelta, y le dice algo a su compañera de asiento. Ambas sonríen, y Mareline sale del mostrador y se dirige hacia el pelinegro. Unos papeles están sujetos en sus manos, y los lee rápidamente.
—Entonces, Miguel. ¿Te parece si vamos hacia mi oficina?—pregunta Mareline, el nombrado asiente y comienzan a caminar lejos de la sala de espera.
El pasillo es un poco estrecho, tres personas pueden caber si caminan juntas al mismo tiempo. Miguel observa la variedad de cuadros que hay en las paredes, oficiales condecorados, presidentes, trabajadores del año o mes, etc. Además, sus ojos viajan por las puertas de madera que contienen un número específico y un letrero azul que indica su especialidad.
No tardaron mucho, y la Señora Mareline se encontraba abriendo la puerta de su oficina. Miguel le da un vistazo antes de entrar, y camina hacia una de las sillas. La puerta se cierra, y los tacones de la mujer resuenan en la pieza.
—Bien, —Mareline se sienta, y arregla sus lentes. Deja los papeles sobre la mesa, la cual estaba decorada con varios lapiceros y juguetes. Era como una especie de cuarto para niños pequeños, y junto a ellos había un letrero dorado, que en letras blancas decía; Mareline Laxer. —¿Se puede saber por qué estás aquí, pequeño?—Miguel hace una mueca ante el apodo, y mira sus manos tratando de evitar la mirada dulce de la psicóloga.
—Mi amigo..
—¿Cómo se llama tu amigo?—interrumpe, tomando un lapicero y una hoja.
—Alex.
—Bien, prosigue. —alienta la señora, y Miguel asiente.
—Mi amigo Alex, los llamó porque.. Uhm, yo tenía un novio y ambos hacíamos cosas sexuales,—al decir eso se sonroja, y mira hacia algún punto de la habitación.—no fue mucho tiempos desde que Ruben tomó control de mí, y parece que le gustó que sea el débil en la relación y creo que es por eso que se volvía tan posesivo conmigo. Era como un monstruo, me acechaba por los pasillos y trataba de hacer todo lo posible para que nadie se me acerque, era raro, pero yo no me daba cuenta. —toma un respiro, y espera algunos segundos hasta que la señora Mareline termine de escribir, al ver como lo mira, prosigue.—Parece que Alex sí, y le hice una broma. Bueno, no era una broma normal; un amigo, Alex y yo habíamos creado un plan para saber cómo sería la reacción de Ruben al enterarse de que lo terminaba. Todo salió mal, y me dijo que salía conmigo porque había hecho una apuesta con alguien, n-no recuerdo muy bien el nombre.
—Entonces, ¿te utilizó?—pregunta la psicóloga y sus ojos avellanas se posan en los de Miguel, este asiente y da un suspiro.
—S-Sí, supongo que me utilizó.
—Es bueno darse cuenta de lo que pasa alrededor, Miguel. Y eso es lo que haces tú, te gusta observar las cosas y darles sentido a tu vida, y eso está perfecto. Pero, ¿acaso nunca lograste observar lo suficiente a Ruben, cómo para darte cuenta de sus verdaderas intenciones?—pregunta un poco intriga. La conversación entre paciente y psicólogo, se había convertido en una conversación normal.
Aquella pregunta tomó de sorpresa a Miguel, el cual carraspeo y comenzó a pensar un poco. Nunca se había dado cuenta de aquello, es más, ¿desde cuándo se volvió tan observador? Negó con la cabeza, y alzó los hombros. Nunca era de observar a Ruben, algunas veces lo hacía para verificar que no estuviera haciendo algo malo o sólo para saludarlo, pero nunca se fijó si hacía algo a sus espaldas.
—¿Y tus padres, aceptaban tu relación con Ruben? Porque si yo fuera tu madre, pequeño, probablemente estaría poniendo los ojos en ese muchacho.—Mareline dice en tono algo burlón, pero la seriedad vuelva a la habitación en menos de un segundo.
¿Hablando de padres? ¿Dónde estaban sus padres? Se suponía que la mamá de Alejandro iba a informarles lo que había ocurrido, o ¿es acaso que se olvidaron que tenía un hijo? Viniendo de su padre todo es posible, desde que le dijo que su orientación sexual era diferente, cortó todo lazo de comunicación en menos de un mes. Mientras su madre, lo aceptó y cuidó de él, pero luego dijo que tenía que irse a un viaje en Ucrania por su trabajo, ha pasado más de una semana desde que se fue. ¿Acaso lo abandonó?
Antes de que pudiera responder aquella pregunta, la puerta de la habitación se abre y Miguel gira a ver a la persona que interrumpió la escena. Allí estaba Alfie, con el cabello alborotado, su pecho subiendo y bajando y un oficial jalándolo lejos del cuarto.
La señora Mareline se levanta, y camina hacia ellos. Miguel también lo hace, y corre hacia Alfie con rapidez. Los brazos de su ex-novio se enrollan en su cintura, y comienzan ambos a sollozar con fuerza.
Alfie había cambiado, ya no se le veía tan feliz y parecía que tenía varios golpes en el cuerpo. Miguel se separa y con cuidado retrocede junto a Alfie, ambos se sientan en las sillas del pasillo y se vuelven a abrazar.
Nadie los interrumpe, sólo están sollozando y perdiéndose entre sus lágrimas. La señora Mareline decide apartarse y se lleva al oficial consigo hacia la sala de espera, escucha pasos y como el corazón de Alfie comienza a latir rápido. Levanta la mirada y observa a Ruben, una corriente pasa por su cuerpo y se aferra a la camisa del ruloso.
Ruben estaba allí, estaba a metros que él. Observa como el oficial Edward conversa con el castaño, y de un momento a otro, ambos lo miraban.
—Miguel, ven. —El oficial Edward dice, y el nombrado puede sentir las lágrimas acumulándose en sus ojos de nuevo. —Necesito que vengas, por favor.
Y se levanta, tambaleándose y caminando hacia la celda. Sus ojos se topan con los verdes, su cerebro comienza a percibir todo borroso y cuando cree que nada puede ser peor, la mano de Ruben toma la suya, juntando sus dedos y atrayéndolo hacia su cuerpo.
Y es allí, en donde todo pierde color, ritmo y velocidad. Es allí en donde escucha los gritos de Alfie, la señora Mareline y de varias personas más, y cae al suelo, perdiéndose así mismo en un círculo vicioso llamado vida.
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Hickeys|| Rubelangel
FanfictionCuando algo es tuyo, nunca dejas que alguien lo tome sin tu permiso. Y eso Ruben lo tiene más que claro.