15.

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Ruben suelta su móvil, y se concentra en la carretera. Había tomado el auto de su padre, y había salido de casa sin pedir permiso alguno. Tenía una licencia falsa, y con el aspecto en el que se vestía parecía alguien muy mayor. Sus amigos tomaban en la parte de atrás, y otro fumaban marihuana, mientras uno iba junto a él conversando sobre cualquier tema.

—Ruben, ¿qué diablos pasa allí adelante?—el nombrado deja de mirar el volante, y fija su mirada en el grupo de policías que se encontraban frente a él. Era una patrulla, y parecía que estaban revisando a los conductores.

El castaño se remueve incómodo en su asiento, y le sube el volumen a la radio. Charlie, el chico que estaba en el asiento de copiloto, toma las botellas de cerveza y las esconde debajo de su asiento; mientras que los demás tratan de deshacerse de la marihuana.

La luz del semáforo cambia a verde, y con rapidez avanza. Pero frena cuando un policía se coloca frente a él, llevaba unos lentes negros y en sus manos una libreta. Pasa saliva, y mueve sus dedos en el volante con nerviosismo.

—¿Ruben, q-qué diablos vamos a hacer ahora?—Mario dice desde atrás, mientras esconde la droga en sus pantalones. El castaño fija su mirada en el retrovisor, y ve a un par de policías acercarse hacia su auto.

—Sólo quédense callados, y no abran la boca para nada.

En ese instante se escuchan las pisadas del oficial, y el sonido del gatillo de un arma y la puerta, en donde se encontraba Ruben, es abierta. El ojiverde observa al oficial con miedo, y este lo toma del polo y jala hacia afuera, mientras los demás oficiales se encargan de sus amigos.

—Alce los brazos, y no se mueva. —el policía suelta su polo, y comienza a revisar sus bolsillos.

—¿Por qué me detienen?—pregunta Ruben confundido.

—Por robo de un auto, ahora camine hacia la patrulla—pausa y le coloca las esposas, el castaño gruñe— y todo lo que diga será utilizado en su contra. —sus amigos pasan junto a él, y le dan miradas de odio.

Ruben cae sobre el asiento, y uno de sus amigos junto a él. Dos oficial toman los asientos de conductor y copiloto, prenden las sirenas y comienza a tomar el sentido contrario de la calle, hacia la estación policial.

Al llegar los llevan hacia la entrada, y un oficial sale desde la estación con varios papeles en mano.

—¡Hey, Louise!—el policía que tomaba de la camisa a Ruben, gira a ver al oficial que exclamó.

—Robert, —se toman de las manos y las sacuden como forma de saludo. —bien este muchacho de aquí ha robado un auto y sus amigos, junto a él, estaban fumando marihuana y tomando en la parte de atrás. —da unos pasos atrás y camina hasta su patrulla, abre la puerta de conductor y antes de irse, agrega—Te los dejo a cargo, Ingrid tiene un 207 y debo ir a ver de qué se trata.

El tal Robert los observa a los cinco, y los hace caminar hacia el interior de la estación. Hay algunas personas conversando, y algunos policías giran a verlos. Ruben es empujado hacia alguna de las piezas, mientras sus amigos van a otras.

—Necesito hablar con Ruben—el nombrado levanta la cabeza al escuchar su nombre, y se encuentra con otro policía.

El oficial Robert sale del cuarto, y este nuevo, cuya placa dice Edward, se adentra a la habitación.

—No he robado nada, sólo tomé el auto de mi padre sin permiso. Eso es todo..—dice cansado. No era la primera vez que le pasaba, pero si era su primera vez estando en la estación policial.

—No he venido por eso. —se sienta delante de él, y coloca sus manos en la mesa. Suelta un foto, una foto de un chico hermoso de cabello negro y ojos del mismo color. Sonríe. — ¿Lo conoces?

—Sí, ¿qué tiene?—pregunta agresivo, la idea de pensar que Miguel está en peligro lo pone molesto. — ¿Dónde está? ¿Está perdido?—pregunta parándose, y mirando al oficial como si estuviera a punto de golpearlo.

Edward niega con la cabeza, y saca su arma y la desliza en la mesa en sigilo. Ruben observa sus movimientos, y se vuelve a sentar.

—Sólo quiero que sepas que tengo un arma, y si vuelves a ponerte agresivo tendré que usarla.—explica calmado, y vuelve a tocar el tema de la foto.—¿Cómo se conocieron?—pregunta mientras saca un lápiz de su bolsillo.

—En una fiesta, ¿por qué?—siente sus manos doler y mueve estas tratando de que el dolor afloje.

—Bien, tengo entendido que usted abusó repentinas veces sobre este muchacho, y además lo ha dejado psicológicamente mal. —Ruben mantiene la mirada en el oficial, y Edward puede sentir la frialdad en la mirada del castaño.—La ley 56, párrafo 2, artículo 3 dice; si un individuo es agredido por otro tendrá un castigo, por lo tanto si la agresión es de segundo o tercer grado, la pena será de más años o pena de muerte.

—¿Eso significa que me voy a la cárcel porque abusé de mi novio?—pregunta con una sonrisa sarcástica, e ignora todo lo que le dijo el oficial.

—No es tu novio, Rub..

—¡Claro que lo es! ¡Él siempre será mío, él me pertenece a mí!

Edward se levanta, y suelta un respiro. Quería hacer las cosas rápidas e ir a ver a Miguel, se sentía mal por el muchacho y su amigo.

—Tendrá que acompañarme a las celdas, —toma al castaño sobre los hombros, y caminan fuera del cuarto—está bajo arresto hasta que tenga un juicio.

Y mientras camina hacia una de las celdas, su mirada pasa por las personas que se encuentran en el pasillo, y entre ellas está Miguel. Pero no es sólo Miguel, está junto a Alfie, ambos abrazados. Alfie levanta la cabeza y mira a Ruben con odio, pero el castaño sólo fija su mirada en esos ojos negros que tanto le gustan y baja por su cuerpo que desearía tocar en este momentos, pero es sacado de la realidad cuando lo vuelven a empujar.

—Tengo derecho a llamar a alguien.

—Bien, ¿cuál es el número?—pregunta el oficial mientras toma el teléfono de la pared.

—Oh, no... Él está aquí.

Y su mirada vuelve a fijarse en Miguel.



Hickeys|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora