17.

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Miguel despierta con un dolor de cabeza agudo, y cierra los ojos al no poder acostumbrarse a la luz. Segundos después siente una mano sobre la suya, y gira rápidamente a ver de quién se trataba. Allí estaba Mareline, con una sonrisa torcida y con aquellos anillos dorados que hacían relucir sus arrugados dedos.

— ¿Qué fue lo que pasó?—pregunta el pelinegro en un audible murmuro. La mujer se acomoda en el asiento, y aprieta la mano de Miguel.

— Te desmayaste, supongo que no pudiste resistir todo el estrés que tenían en ese momento.—explica preocupada, y agrega luego de una pausa.—Te dio un ataque nervioso, será mejor que llame a la enfermera necesitan revisarte, Miguel.

El nombrado asiente, y se acomoda en la camilla a duras penas. El cuerpo le dolía, y observó como Mareline se levantaba y salía de la pieza a grandes pasos. No tarda mucho y una enfermera entra con una bandeja de comida y una gran sonrisa.

— ¿Te sientes mejor?—pregunta y Miguel vuelve a cerrar los ojos.

— Me siento mareado.

— Sí, eso es normal. —siente un peso en su regazo y observa la bandeja de comida, era puré de patatas y arroz. Hace una mueca, no es que la comida se viera fea, es sólo que no tenía mucho apetito en ese momento. — ¿Te duele el cuerpo?

— Sí, un poco.

— Te explico. —comienza la enfermera y se sienta junto a Miguel, agrega. —No sé qué habrá pasado sinceramente, pero te desmayaste. El doctor dijo que era normal que un adolescente se demayara en situaciones de sumo estrés, y parece que este es tu caso, y pues.. te duele el cuerpo porque caíste demasiado fuerte. Tienes suerte muchacho, pudiste haberte roto alguna costilla o hasta la cabeza.

Miguel no dice nada, sólo asiente con la cabeza. No se sentía con ganas de responder, y menos cuando siente que te están golpeando la cabeza contra la pared y no puedes hacer nada para detenerlo. El dolor de cabeza era demasiado fuerte, pero supuso que era un efecto colateral del golpe.

— De todos modos debes descansar, aunque tienes visita. Mucha, diría yo. —la enferma da una risita, y Miguel le da una sonrisa.—¿No preguntarás por ellos?—él niega. No se sentía bien como para ver a alguien más.

— No, no quiero ver a nadie.

— Bueno, hay un chico que quiere verte porque quiere decirte algo y me pidió que lo dejara pasar, y sé que mi trabajo es no romper las reglas pero necesito romper esta y.. vamos, en verdad está aquí desde que te trajeron y eso ha sido hace cinco horas.

Miguel lo piensa un rato. ¿Será Alex o Alfie? Sí es Alex podrá reírse un rato y el dolor de cabeza pasará, y si es Alfie podrá hablar con él y arreglar las cosas. Así que asiente con la cabeza entusiasmado, la enfermera señala la bandeja de comida y se levanta de la silla de plástico.

— Lo haré pasar, pero ve comiendo.

Toma la cuchara de metal y junto al puré de patatas comienza a masticar débilmente. Aparece un chico alto de cabello azul y pantalones caqui. Miguel frunce el ceño, y se siente incómodo al estar frente a un extraño. ¿Quién es y por qué quieres hablar con él? Parece que este extraño se dio cuenta, y decidió sentarse en la silla rápidamente.

— Hey.

— Mira, no sé quién diablos eres y no sé porque estás aquí, y supongo que tú tampoco me conoces porque nunca te he visto y parece que...

— No, no nos conocemos. Pero soy amigo de Alfie y de Ruben al mismo tiempo, sólo tienes que saber algo y he querido decirte esto desde que tú y Alfie comenzaron a salir, y me contuve. Pero ya no, debes saberlo.

Miguel se asusta un poco, pero deja que el chico prosiga.

— Alfie y Ruben son.. diablos, pensé que esto sería más fácil de decirlo.—toma un suspiro, y mira el techo y luego los ojos negro de Miguel.—Son ¿aliados? Es que no sé ni cómo llamarlo, han hecho un pacto desde que son pequeños y consiste en que cada uno tiene que cuidar sus espaldas. Ruben ha ido a la cárcel, y Alfie estará allí apoyándote, pero él estará tratando de sacar de la cárcel a Ruben sin que te des cuenta.

— Escucha, tengo un dolor de cabeza que no puedo soportar y he entendido que Ruben y Alfie son aliados, y que ambos tratan de ayudarse mutuamente, ¿eso es lo que quieres decir?—pregunta un Miguel soñoliento, parece que las pastillas que estaban en su comida comenzaban a hacerle efecto.

— Sí. Suelen hacer esto desde que cumplieron trece, cuidan sus espaldas aunque se odien, es difícil de explicar pero debes alejarte de los dos.

— ¡Es imposible! Yo conocía a Ruben en una fiesta, y a Alfie en la casa de Alejandro cuando estaba con un amigo. —dice exigiendo una explicación.—Estás mintiendo, lo sé.

—Si estuviera mintiendo probablemente ya me estaría riendo en tu cara y además, no hubiera esperado cinco puñeteras horas para que despiertes. —el peliazul dice algo molesto, y Miguel se siente un poco culpable. Quizás esté diciendo la verdad o quizás no. — Aquel día, cuando Alfie te invitó a un restaurante cerca a la plaza, ¿recuerdas? Bueno, ese día estaba con Ruben pintando grafitis en las paredes hasta que recibió la llamada, y sólo escuché que se peleaban por el teléfono, y cuando terminaron Ruben me dijo que era Alfie y que estaba contigo en una cita, y se fue.

En parte era cierto. Cuando llegaron al restaurante Alfie dijo que tenía que hacer una llamada importante, y se quedaron unos minutos fuera del lugar hasta que llegaran. Y también se preguntó porque Ruben supo dónde estaba, la historia encajaba pero no podía creerle a un extraño.

— De todas formas, ¿cómo conoces a ambos?—pregunta intrigado. El chico suspira, y da una sonrisa.

— El reformatorio, a Ruben lo conozco desde el kínder y a Alfie porque a ambos nos asignaron en una celda.

Sabía que Alfie no era tan buena, ¡vamos! Es imposible encontrar a alguien bueno en la actualidad.

— ¿Eso es todo? ¿No hay una persecución o una gran bomba estallando y ambos saliendo de entre los escombros?

El chico ríe.

— No, aunque me hubiera gustado. —da una pausa, y observa las paredes blancas de la pieza.—Soy Jason.

— Miguel.

Ambos se observan, y luego Jason se levanta, era hora de irse al menos había cumplido con haber dicho su parte.

— Supongo que me crees, ¿no?

— Supones mal, Jason. —toma la cuchara con el puré, y la levanta en su boca. Mastica el arroz, y lo pasa. — Pero lo tomaré en cuenta.

Jason sonríe, y sale de la pieza sin dejar algún rastro. Probablemente ha de estar mintiendo, o probablemente no. A veces nunca te das cuenta de lo que te pasa a tu alrededor porque sabes que no tienes que darle importancia, pero había algo raro en Alfie que Miguel no podía negar.

Y fue raro que al verlo por primera vez haya exclamado su nombre con entusiasmo y al preguntarle por qué lo sabía, él contestó que tenía cara de llamarse Miguel. Le creyó en ese entonces, pero no sabía si seguir creyéndole.

De todos modos la única persona que tenía las respuestas, a excepción de Jason y Alfie, es Ruben.






Hickeys|| RubelangelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora