Capítulo 33

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Apenas había comenzado a lloviznar cuando salí de Osadía para encontrarme con Eric. Había dejado una nota debajo de mi puerta:
Rach, necesito verte, hablar contigo. Te veo al anochecer. Te subes al tren que pasa por esa hora.
Cuando por fin oigo el rechinido de las vías, me preparo para saltar. Ya estando adentro, doy pasos lentos en busca de él.
-Rach -Eric está parado en una de las esquinas, con ambas manos recargadas a la pared.
-Hola, Eric -mi resentida voz lo hace voltear.
Se acerca rápidamente a mí y me toma de la cintura. Aprieta cada vez más, como si fuera posible estar aún más cerca.
-Rach -roza sus labios con lo míos-, no fue mi intención.
-¿Qué no ha sido tu intención? -nuestros labios entreabiertos se mueven con ritmo y delicadeza.
Se aparta bruscamente y con sus rudas manos vuelve a tomar mi rostro para besarme. Me pone contra la pared y comienza a bajar, lo levanto con ambas manos y miro sus ojos.
-¿Eric?
-¿Rachel? -sonríe.
-¿A qué se debe esto? ¿Qué es aquello que no tuviste intención de?
-De hablarte de ese modo. Debí estar ahí, porque... Sé lo que se siente perder a alguien, quiero estar contigo.
-Eric, ¿qué le pasó? -me recuesto sobre su hombro y me abraza con insistencia.
-La verdad no estoy bien enterado. Probablemente un suicidio, yo que sé.
-

A mí me dijeron que fue asesinado. Y a juzgar por su cuerpo, lo fue. -doy un largo suspiro, como para tranquilizarme y a la vez inhalar el agradable olor de su chaqueta-. ¿Le habrá dolido? ¿Cuáles habrán sido sus últimas palabras?
Sus brazos son los que me sostienen, los que evitan que me caiga, porque ni siquiera tengo los pies bien puestos sobre el tren. Me cuesta cargar mi propio peso, la cabeza me da vueltas y no logro ubicarla en una cosa, tantas ideas me marean y asfixian. Eric sigue sin decir algo, pero no le tomo importancia, pues sé lo no muy bien que Cuatro le caía, así que comprendo su silencio.
-Ya pasará -dice por fin-, el dolor será momentáneo, después aprenderás a controlarlo, o probablemente desaparece.
Como es el caso con su mamá. No quise decirlo, pero estuve tentada.
Pasando los minutos me comienzo a sentir mejor, menos triste. Parece que es el indicado para los momentos difíciles.
-¿Mejor? -me suelta y se pone en frente de mí, arquea sus cejas de una buena manera y de nuevo pone aquella posición de coqueteo.
-Mucho mejor.
-El sexo es funcional para estos momentos -dice sarcástico.
-Apuesto a que sí -le dedico una sonrisa-, puede ser en otro momento.
Rodea su brazo alrededor de mí y me dirige a la orilla del tren. Las luces brillan con su mayor esplendor, e iluminan lo poco que se puede alcanzar a ver desde lejos.
Tan sólo dos horas estuvimos dentro, después de eso me acompañó a mi dormitorio. Trajo con él unas que otras cervezas y las bebimos recostados en mi cama. No fue después de mucho que nos quedamos dormidos.

Amor antes que facción. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora