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-¿Por qué lo besaste? -me pregunta muy molesta.
-¡No sé Chloé!
-¿En qué pensabas? Ya me has dicho mil veces que lo necesitabas hacer  -se sienta en la orilla de mi cama-. Quiero una respuesta menos estúpida, Rach. Te amo, pero no es aceptable.
-Pensé que eso arreglaría las cosas. Quería volver a sentir el calor de su cuerpo, Chloé -le grito-. Sé que Eric está resguardado en alguna parte de ese cuerpo. Al Eric que yo conozco, aquel que me hace sentir completa.
-¿Él continuó con el beso?
-Cerró los labios, y se apartó -siento el nudo formarse en mi garganta-. Después le pregunté si aún sentía algo por mí.
-¿Qué te dijo?
-Sólo se fue.
Chloé pareció entender que no quería continuar con el tema, así que me jaló del brazo para obligarme a tomar asiento junto a ella. Después de tener su mirada encima por largos segundos, me planta un beso en la frente, y finalmente me abraza.
Sólo pienso en las posibles respuestas de Eric, pero no hay algo concreto. Ya no se sabe con él.
No sé qué pude haber hecho para merecer esa respuesta de su parte, tampoco sé si aquel beso le causó el más mínimo cosquilleo, pero en verdad quisiera saberlo o entenderlo.
-Me tienes a mí.
-Lo sé -sonrió.
Chloé estuvo toda la madrugada conmigo, pero mucho antes que yo cayó dormida abrazada a mis piernas. Después de tanto pensar, por fin caí.

-Despierta -me grita Chloé al oído.
Me encuentro con Chloé cambiándose a toda prisa, tratando de peinar su alocado cabello.
-¿Por qué tan a prisa? -pregunto.
-La prueba aquella que nos harán -dice entre suspiros-. Se supone que ya debíamos de estar allá.
Me paro rápidamente de la cama sin hacer más preguntas. Se me había olvidado por completo, de hecho, si ella no me hubiera despertado, yo creo que seguiría en aquel raro pero lindo sueño de Eric y yo. Parece que mi subconsciente tampoco se deja de hacer preguntas.
-¿Ya estás listas?
-Ya.
Mientras vamos caminando nos topamos con otros que también van igual de apurados. Me siento bien al saber que no somos las únicas a las que se les ha olvidado levantarse un poco más temprano.
La gente hace largas filas, y no tienen cierto orden, solamente llegan a pararse detrás del otro.
-Es como sea, ¿no?
-Eso parece. Vamos, tomemos un lugar antes de que se vuelva más larga.
Antes de poder acomodarnos nos encontramos con Edmond ya bastante adelante, llamando nuestra atención mientras sacude su mano. Nos estuvo apartando un lugar.
-Llegan tarde -dice Edmond mientras muerde desesperadamente la uña de su pulgar.
-¿Estás nervioso? -pregunta Chloé.
-Sí, ¿tú no?
-Sólo será una prueba. Después nos podremos ir, tranquilo -sacudo un poco su hombro de forma juguetona.
La fila iba avanzando bastante rápido. De hecho, pasaba Edmond, Chloé y después yo. Trataba de transmitir la tranquilidad que sentía detrás cuando estaba con Edmond, pero ahora me siento muy intranquila. El corazón se me encoge cuando veo a Chloé pasar y en tan sólo unos minutos me toca a mí.
Es una enorme puerta de metal. De hecho son cuatro, detrás de cada una están las filas. Yo estoy formada detrás de la número tres. Jamás se ve salir a los que entran, así que supongo que la salida está en la parte de atrás.
Un rechinido se escucha venir por lo oxidada que esta la puerta, y sale uno de los líderes. Eric. Pone los ojos en blanco al verme, y camino lentamente a él, con manos sudadas y piernas temblando.
-Pasa.
Al entrar me encuentro con aquella silla de simulaciones, y siento un enorme peso, una muy grande carga caer sobre mi pecho.
-Creí que no se trataría de volver a nuestros miedos -digo enfadada.
-No lo es, ahora siéntate -ordena.
Mis piernas no responden a la alerta de mi cuerpo rogando por caminar hacia el asiento, pero con esfuerzo lo logro. No sé qué es lo que más me pone nerviosa, el hecho de que Eric esté presente, o pensar en tener que volver a mi paraíso del miedo. No sé, pero quisiera que Cuatro estuviera aquí.
-Te inyectare un suero.  No volverás a aquellos aterradores miedos -siento un gran alivio y siento un peso menos-, más bien tendrás que hacer una elección. El lugar ya está diseñado para ti.
-Lo de ayer, no volverá a suceder, me disculpo.
¿Qué hiciste Rachel? Me grita mi subconsciente, esto no viene al caso, qué sucede conmigo. Lo peor son sus ojos aún sin expresión.
-Mucha suerte, Rachel -me inyecta.

Amor antes que facción. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora