Capítulo 8

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*Narra Anne*

Los gritos aumentan por segundos dentro del avión. Siento como si estuviera volando en el asiento. Algo me agarra la mano. Es mi compañero de al lado. Le miro para ver si me devuelve la mirada, observando que no es así. La tensión le ha hecho agarrarme sin darse cuenta. Percibo que he estado sentada al lado de un chico guapísimo y, yo sin darme cuenta.

Un bote súper brusco hace que mi mente regrese al avión. Noto cómo la velocidad de bajada es cada vez mayor. Nos vamos a estampar. Vuelvo a asomarme por la ventana, con la finalidad de ver una pista de aterrizaje. La oscuridad de la tormenta me impide ver a través de ella. De la gran cantidad de lágrimas que he derramado, llevo las gafas empañadas. Pero decido no limpiármelas. No me atrevo a soltar las manos. De repente un enorme rayo ilumina el panorama tras la ventana. Al verlo, se me abre la boca, a la vez que se me paraliza el corazón. La escasa visión que me ha concedido el rayo me ha permitido percibir que vamos en picado hacia un territorio habitable, donde se veían gran cantidad de casas e incluso he podido ver diferentes vehículos estacionados.

Pienso en que estos van a ser los últimos minutos de mi vida. La gravedad de la situación me hace pensar en la muerte. Es curioso, en tan pocos años que tengo de vida ya ha pasado la palabra muerte por mi cabeza en multitud de ocasiones. Pero, ante todas estas he decidido eliminarla de mi mente y huir para evitarla. El problema es que esta es la única vez en que no puedo evitarla, no puedo hacer nada.

De repente, y sin darnos cuenta, el avión toma mayor velocidad a la vez que da la impresión de que estamos remontando en el aire. En cuestión de segundos nos hemos estabilizado. Miro por la ventana. Parece que la tormenta ha menguado o que hemos salido de esta. Respiro profundamente, a la vez que relajo todos músculos de mi cuerpo. Me suelto del reposamanos. Miro hacia este y observo que está todo humedecido. Me seco las manos en mi pantalón mientras se empieza a oír la voz del piloto.

"Perdonen por las molestias, hemos entrado en una tormenta muy fuerte y, en cuestión de segundos, el avión ha perdido toda la estabilidad. Hemos pasado por el epicentro de la tormenta, lo que ha hecho que el avión se quedara inmóvil, sin aceptar ninguna orden. Finalmente, hemos conseguido remontar el vuelo y salir de la tormenta. Perdonen por no haber avisado de lo que estaba pasando pero la gravedad de la situación y su imprevisibilidad han hecho que no tuviera margen de tiempo para ponerlo en su conocimiento".

Cuando termina de hablar se apaga la luz de los cinturones, así que me quito las gafas para limpiarlas. Las acerco a mi boca para echarles vaho y agarro el pañuelo que llevo en el cuello para frotarlo suavemente por los cristales. Cuando termino, las levanto para comprobar que estén limpias y las vuelvo a colocar sobre mis orejas. Mientras realizo está acción, me giro tímidamente hacia mi compañero y observo que él está realizando los mismos movimientos con sus gafas; a la vez que él también me mira. Sonreímos simultáneamente y giro rápidamente la cara de los nervios que me genera tal situación.

En el fondo me dan ganas de presentarme y conversar con él. Pero sé que no debo. Estoy escapándome, por lo que debo evitar cualquier tipo de contacto que me delate. Percibo cómo el chico sigue mirándome con una sonrisa en la cara. Me incomoda la situación.

Mi cabeza comienza a debatir si debo hablar con él o no. La situación es muy complicada. Pero, ¿por qué no debo hablar con él? No lo conozco de nada y, sinceramente, creo que estoy lo suficientemente cambiada para que si él me ha visto alguna vez en su vida, no me relacione con la verdadera Anne.

Finalmente, oigo una voz emitiendo sonidos muy dulcemente. Tiene un tono de voz muy armónico. Es de esas voces que te quedarías días y días escuchándolas sin cansarte.

- Hola, me llamo Dylan. Encantado –se presenta mientras alarga la mano para saludarme.

Empiezo a percibir como mis coloretes salen a la luz. Me digo a mi misma que me relaje, que todo va a salir bien y que no tiene por qué conocerme de nada; a la vez que me giro para devolverle el saludo.

- Hola, yo soy Carla, igualmente –esbozo una sonrisa de oreja a oreja, mintiendo sobre mi verdadero nombre.

Los siguientes segundos se vuelven muy incómodos. Nadie mueve la boca para emitir ningún tipo de sonido. El tiempo sigue pasando y ninguno dice nada. Pero se nota cómo los dos estamos dándole vueltas a la cabeza para averiguar qué decir y así, cortar la tensión del momento. Finalmente me decido a hablar.

- ¡Qué mal lo he pasado durante la tormenta, pensaba que iba a morir! –clavo mi mirada en sus enormes ojos azules. Son los más bonitos que he visto en mi vida. Me incomoda mirarle fijamente, ya que mis ojos se pierden en la en la profundidad de los suyos.

- Yo también, ha sido la peor experiencia de toda mi vida. Se me ha pasado toda mi vida por delante de mis ojos. Encima, es la primera vez que cojo un avión. Por lo que mi sufrimiento ha sido mayor.

- ¿Ah, sí? Este también ha sido mi primer vuelo –dibujo una sonrisa en mi rostro.

- ¡Qué coincidencia! Yo me cansaba de Barcelona, por lo que he estado tres años ahorrando para pegarme un año viajando. ¿Y tú por qué viajas? –me mira fijamente.

Comienzo a ponerme nerviosa. No sé qué responderle. No le puedo contar la verdad. No lo conozco de nada y me puede delatar. Tengo que ser rápida, sino va a sospechar. ¿Qué hago? Ahora mismo tengo la cabeza en blanco. Solo tengo a unos pajaritos tarareando la canción de los Chicos de Coro "Vois sur ton chemin". La verdad es que esto no me extraña. Mi cabeza rara vez está en funcionamiento y si lo está, es para cantar. Es más vaga que yo, que ya es decir. Sin darme cuenta, mi cabeza está haciendo movimientos hacia todos los lados siguiendo el ritmo de la canción. Noto que el chico me está observando con cara rara. Lo que me hace despertar de mis absurdos pensamientos.

- Ups, lo siento. Muchas veces se me va la pinza y me pongo a cantar sin darme cuenta-esbozo una sonrisa muy forzada.

Dylan comienza a reírse de manera escandalosa, lo que hace que yo también me ría. Tiene una risa muy contagiosa. Pasa el tiempo y nosotros seguimos riéndonos como dos críos pequeños. Al rato, nos quedamos mirándonos fijamente con una sonrisa tonta. Finalmente, rompo el momento ñoño tratando de responderle a la pregunta que me ha hecho hace un buen rato.

- Bueno, ahora sí que si te voy a responder –vuelvo a dibujar una sonrisa-. Te vas a sorprender pero... yo estoy haciendo lo mismo que tú. Me apetecía emprender un viaje sola y visitar varias ciudades. Pretendo pasar el día visitando París y pillar el último vuelo de hoy que haya hacia Palma de Mallorca. Y, cuando esté allí, no tengo claro mis siguientes destinos- le miro de manera vergonzosa.

Cuando termino de contarle mi plan, comienzo a arrepentirme. Tendría que haber cerrado mi boquita. No debería haber revelado tantos datos. Este pensamiento se esfuma cuando observo que mi trola ha colado y se la ha creído.

- ¡Hala, que guay! Pues igual nos volvemos a ver en nuestra vuelta al mundo –afirma mientras se ríe-. Por cierto, ¿cuántos años tienes?

- Yo tengo 20 años, ¿y tú? –vuelvo a mentir.

- Yo, 20 años.

De repente se vuelve a enchufar la luz del cinturón, a la vez que el piloto avisa de que vamos a comenzar el aterrizaje. Tanto Dylan como yo comprobamos tener bien atados los cinturones y, cuando terminamos, nos volvemos a mirar sonriendo.

Vuelven a comenzar los botes y el descenso. Pero esta vez de manera controlada y sin ser en picado. Aun así, me vuelvo a poner nerviosa en menor grado que antes, pero me pongo. Miro de reojo a Dylan y también puedo percibir sus nervios. Veo que él también me está mirando. Vuelve a haber otro bote que hace que saltemos en el asiento. Noto cómo la mano de Dylan agarra la mía, a la vez que me dice; "Tranquila, todo va a ir bien". Esta vez me ha agarrado queriendo. Me giro emitiéndole una sonrisa muy sincera y él me la devuelve.

Libertad #DulceSal #ConcursoOreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora