Capítulo 26

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"Dylan era el... acosador", grito en mi mente. Debo de salir de aquí cuanto antes. Me incorporo de un salto y emprendo rumbo hacia la puerta, dejando todas mis fotos esparcidas por el suelo. Mis piernas parecen gelatinas. Cada paso me cuesta más que el anterior. Quiero ir más rápido pero mi flaqueza me lo impide. Como se levante y vea que he descubierto todo estoy muerta. El camino hasta la puerta se me ha hecho eterno para lo corto que era. Finalmente, llego y acaricio la madera mostrándole mi consuelo al haberla alcanzado, derramando alguna que otra lágrima. Me las seco instantáneamente. "Debo ser fuere", me digo. Si no me doy apoyo yo misma, ¿quién me lo va a dar? Agarro el pomo con mi mano derecha y lo giro sigilosamente. ¡No puedo abrir! Echo un vistazo en a la cerradura, Dy tiene la manía de echar la llave. A primera vista no las encuentro. Me asusto y empiezo a palpar con las manos. No puedo percibir nada en la oscuridad. Después de recorrer la cerradura una y otra vez con mi dedo índice no aparecen. ¿Qué habrá hecho con las llaves? ¡Las ha escondido!, estoy totalmente encerrada en estas cuatro paredes. No tengo escapatoria.

Apoyo mi espalda contra la pared y me deslizo sobre ella hasta caer contra el suelo. Encojo las rodillas y me convierto en un bicho bola, apoyando mi frente sobre mis piernas. Trato de aguantar unos instantes, pero la angustia del momento me lo impide y comienzo a llorar. Una multitud de sensaciones recorren todo mi ser, desde la punta de los dedos del pie hasta el último pelo de mi cabello. Tengo todo el cuerpo erizado y la cabeza me va a estallar. ¿Qué hago? Por mi mente circulan multitud de pensamientos, pero ninguna solución para esta situación. Comienzo a recordar cada momento vivido, desde mis primeros pasos hasta los últimos. Todos ellos plagados de pésimas experiencias. Me estoy ahogando con mis propias lágrimas. Al cabo de un rato, me doy cuenta de que no he encontrado ningún momento feliz, lo cual termina de destrozarme. Dejo caer mi espalda sobre el suelo, mientras lloro desconsoladamente. ¿En esto consiste la vida?, ¿me lo merezco?

Corto rápidamente mis pensamientos negativos y trato de encontrar alguno positivo. No puedo terminar así. Una serie de escalofríos agitan mi cuerpo mientras mi cabeza se llena de sensaciones placenteras. Recuerdo el día de mi diecisieteavo cumpleaños, el año antes de adquirir la mayoría de edad. En la familia siempre tenemos la tradición de celebrar ese día a lo grande. Al punto de la mañana los payasos de la tele me despertaron de mi profundo sueño. Abrí los ojos y me encontré a toda la familia cantándome el "himno familiar".

Me puse en pie sobre mi cama y canté con ellos mientras realizaba saltos acrobáticos. En uno de ellos casi acabo plasmada en el suelo. Ese momento fue inolvidable. Cuando terminó la canción apareció mi primo londinense. Hacía más de cuatro años que no le veía. Entró con una mini caja de color rosa sobre sus manos, es mi color favorito. Se acercó a mí y la colocó sobre la cama para darme un achuchón. Fue corto pero intento. Cuando terminó el sentido abrazo, volvió a cogerla y me la cedió. Miré a mi alrededor y pude ver una gran cantidad de ojos clavados en mi persona. La inquietud invadió todos mis adentros. Abrí el misterioso regalo y encontré las llaves del que sería mi futuro coche. El gozo no me cabía en el alma. Fue el mejor regalo de mi vida. No porque sea un coche sino porque participó en él toda la familia al completo. Fue un día envuelto entre risas y amor. Nunca lo olvidaré. La fiesta se nos alargó y estuvimos más de un día festejando.

Reacciono y recupero mi posición inicial. Los recuerdos me han permitido dejar de llorar. Debo despedirme. No puedo irme sin dar señales de vida.

Recorro todos los rincones de la casa en busca de un folio, lo cual no me cuesta mucho. En el primer cajón que abro lo encuentro. Me coloco sobre la mesa y saco un bolígrafo de mi mochila. Enchufo la linterna del móvil y comienzo a escribir.

Querida familia:

Lo siento, de verdad que lo siento. Pensé que era la mejor opción pero, a estas alturas, me he dado cuenta de que me confundí. La familia es lo mejor que hay en el mundo y yo la he abandonado en busca de la felicidad. La cual, me acabo de percatar que solo la he alcanzado a vuestro lado. Ya no hay vuelta atrás. Espero que algún día seáis capaces de perdonarme y de alcanzar la felicidad que yo perdí al separarme de vosotros. Solo puedo deciros GRACIAS por todo lo que me habéis aportado en la vida.

Os quiero y siempre lo haré a pesar de la distancia.

Anne.

Libertad #DulceSal #ConcursoOreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora