Capítulo 27

154 35 21
                                    


Coloco el bolígrafo sobre el papel y me levanto de la silla. La impotencia recorre todo mi ser. No me debo dar por vencida, pero ¿qué hago? Mi mente está llena de incógnitas. Una más y exploto. ¿Cómo he podido llegar hasta esta situación? No me lo explico. Dylan era una persona desconocida para mí, ¿de qué me conoce? Y lo que es peor, ¿qué he hecho para que tenga esta obsesión hacia mi persona?, ¿cómo ha podido seguirme a todos lados?, ¿y las fotos?, ¿ha estado en casa mientras dormía? Es imposible que haya entrado. Mis padres siempre conectan la alarma al llegar la noche. Si hubiera venido, esta le hubiera detectado. ¿Qué narices ha hecho? He buscado mil y una veces cámaras en mi cuarto y nunca he detectado ninguna...

Alcanzo el móvil y apago la linterna. Son las 4:00 am. En poco más de una hora comenzará a salir el sol y yo seguiré aquí, sin escapatoria. Tengo que dar con una solución antes de que Dylan se despierte. Si me lo encuentro de frente, me muero. No sé ni cómo reaccionaría. Posiblemente le chillaría. Pienso. Las 4:30 am. Sigo pensado. Las 5:00 am. Cada segundo que pasa me pongo más nerviosa. Me estoy volviendo loca. A pesar de tener múltiples pensamientos en mi cabeza, hay dos que resaltan sobre los demás. ¿Vivir o morir? Mi única razón para seguir adelante es mi familia, pero no puedo continuar. He perdido las pocas fuerzas que tenía para buscar mi felicidad. Estoy cansada de nadar a contra corriente. Vivo en una continua bandera roja. Por una vez, debo acatar las recomendaciones y dejar de nadar con el agua en estas condiciones. Hasta aquí ha llegado mi experiencia en la vida. No soy lo suficiente fuerte como para seguir. Dylan ha podido conmigo. Lo ha conseguido. Aunque mi opción fuera continuar sería imposible llevarla a cabo. Recapacito y hago un último intento para seguir adelante. Busco las llaves por todos los rincones del salón abriendo todos los cajones que encuentro en mi camino.

En uno de ellos doy con lo que parecen ser unos cogollos de marihuana. En mi vida he fumado y mucho menos hierba, pero dicen que cuando estás bajo sus efectos desaparecen todas las preocupaciones de la cabeza. Sigo inspeccionado y doy con una caja de papel para fumar. Lo poso sobre mi mano y lo observo. "¿Por qué no?", me digo a mi misma. Esto me puede ayudar a olvidar todo y a pensar con claridad. Ahora viene otro problema, ¿Cómo me hago el cigarrillo? En mi vida me he liado uno. Alcanzo la bolsita de hierba y la pongo sobre las mesa. Hago lo mismo con el papel mientras lo extiendo. Saco todos los cogollos y los coloco sobre este. No sé si serán muchos o pocos pero yo los meto. Cuanto más cantidad más relajada estaré. Pego los bordes del papel con cierta dificultad. Finalmente lo tengo preparado, pero surge un nuevo problema: el mechero. Vuelvo al cajón y meto la mano hasta el fondo. La muevo de izquierda a derecha hasta que doy con algo y lo arrastro hacia mí. Cuando lo tengo cerca, compruebo que es un mechero y un trozo de cartón de dimensiones minúsculas. ¿Para qué será? Tiene que estar relacionado con esto. Lo cojo y lo giro un par de veces esperando a que se me ilumine la bombilla. Lo único que se me ocurre es ponerlo en la parte trasera enrollado para que la hierba no roce mi boca y así evitar un quemazo. Es la única opción que me viene a la cabeza, así que lo coloco y prendo la punta opuesta con el mechero.

La primera inhalación me genera una fuerte tos, casi me ahogo. Conforme continúo, cada una de ellas me sienta mejor que la anterior. Me lo acabo a la fuerza, ya que antes de llegar a la mitad ya había notado su efecto. Me siento totalmente desinhibida. Cualquier cosa por absurda que sea me genera una carcajada.

Dejo el mechero sobre la mesa con cierta dificultad. Antes de poderlo colocar, ha paseado por el suelo unas tres veces. Bueno no, creo que cuatro, o cinco. Qué más da. Lo que importa es que ha llegado a su destino. Todos estos intentos han estado acompañados de una serie de encanadas, a cual mayor. Por primera vez en mucho tiempo me siento feliz. Pongo rumbo hacia el pasillo. Doy unas cuantas vueltas sobre mí misma hasta que tomo la dirección correcta. En una de ellas, levanto la pierna izquierda sintiéndome una bailarina profesional. En el intento, caigo al suelo y comienzo a darle besos. Me siento tan cómoda ahí abajo que decido continuar mi camino reptando cual serpiente. Me coloco totalmente recta, boca abajo, con los brazos estirados sobre mi cabeza. Saco la lengua y la muevo de lado a lado tratando de cazar una presa. Estoy hambrienta. Oigo el zumbido de una mosca. La localizo y comienzo a reptar. Mi tronco superior gira a la izquierda mientras que el inferior lo hace hacia la derecha y viceversa. Para ser la primera vez que soy una serpiente no me sale nada mal. Suelto otra carcajada. Me deslizo por toda la casa cual atleta profesional.

Al cabo de un rato, sintiendo las sensaciones de mi nueva forma de ser, algo extraño me recorre el cuerpo, dificultándome cada movimiento. Me siento mareada. Decido levantarme e ir en busca de algún tipo de pastilla que me tranquilice. Llevo el corazón a mil.

Camino lo más rápido que puedo hacia la cocina, ya que una serie de tambaleos me dificultan la caminata. Abro el cajón de las pastillas de Dylan y las observo durante unos segundos. "Hazlo", me digo a mi misma. ¿Le sirve para relajarse no? Pues a mí también me ayudarán a eso. Si no me tomo algo, me va a estallar el corazón. Me he fumado tres cogollos del tirón. Al encontrarme tan mal, me doy cuenta de que era una burrada, así que decido tomármelas en busca de alguna mejoría. Doblo el cartón donde están guardadas y cae una sobre mi mano. La miro mientras la acerco hasta mi boca. Trago, pero la angustia sigue en mi cuerpo, así que continúo. Dos, no noto nada nuevo. Tres. Cuatro. Cinco. Por fin comienzo a sentir algo diferente. Prosigo: seis... diez, once. Cada pastilla que introduzco en mi boca llega con más fuerza que la anterior. Comienzo a sentirme un tanto desubicada. Sin darme cuenta he acabado con el paquete entero.

Un dolor fuerte presiona contra mi estómago. El dolor me hace encogerme y caer contra el suelo. Me siento cómo un saco de boxeo al que le están arreando puñetazos durante un entrenamiento. Los retortijones me están matando. Abro la boca, me estoy ahogando. Un líquido blanco y espumoso sale de ella. Mi visión se vuelve borrosa. Llego a la puerta de entrada con gran dificultad y cierro los ojos para reposar.


------------------------------------------------------------

Abro los ojos y me levanto. La cabeza me va a estallar y estoy un tanto desorientada. ¿Qué hago aquí? No me acuerdo de nada. Tengo sed así que voy a la cocina para echar un trago de agua. Cuando llego, encuentro las pastillas de Dylan sobre la encimera. Las cojo y compruebo que están completamente vacías. ¿Qué ha pasado? Ayer estaba el paquete lleno. ¿Se ha tomado todas de vez? Me estoy preocupando. ¿Qué le ha pasado por la cabeza para tragárselas del tirón?, ¿le ha dado un ataque de los suyos? Tengo que ir a comprobar cómo está. Salgo de la cocina y me encuentro conmigo misma tumbada en el suelo.

Libertad #DulceSal #ConcursoOreoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora